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Juan Carlos Girauta

Rodríguez Siatodo

Para un hombre que se convierte en chino cuando visita Pekín, cobrar la apariencia de un independentista radical catalán o de un conservador españolista gallego es cosa de coser y cantar.

Para una vez que acierta, todo el mundo quiere hacer callar al pobre Blanco. Lo lógico sería suponer que el secretario de Organización socialista habla en nombre de su partido, y que el señor Rodríguez, como le llama ahora Rajoy, comparte su visión, opinión y táctica. No nos movemos del terreno de las suposiciones porque el presidente padece el síndrome del asentimiento indiscriminado, también conocido como “sí a todo”. Esa rara dolencia ha permitido que Carod saliera en su día tan optimista de la Moncloa como había salido antes Rajoy. Como salen todos. Para un hombre que se convierte en chino cuando visita Pekín, cobrar la apariencia de un independentista radical catalán o de un conservador españolista gallego es cosa de coser y cantar. ¿Qué quieres, Josep Lluís, que el Congreso se abra de piernas y se relaje cuando llegue el estatut? De acuerdo. ¿Qué quieres, Mariano, garantías de que no apoyaremos un estatut de dudosa constitucionalidad? Ya las tienes. ¿No les gusta a los periféricos la ley de partidos? No la aplicaremos. ¿Le parece esa ley indispensable a la oposición? No la derogaremos. Sí, sí y más sí. ¡Sí a todo!

Los libros no recogen un caso similar. Nunca antes un afectado por el síndrome del asentimiento indiscriminado había llegado al poder. Ayunos de casuística, sólo podemos “hipotizar el futurible”, como diría González. En una realidad compleja, como una potencia democrática occidental, un líder semejante puede mantenerse varios años en el poder sin que las contradicciones que genera choquen entre sí provocando la catástrofe. Ha puesto el señor Rodríguez buen cuidado en contentar, por lo pronto, a los grupos más pesaditos para que se callen: pacifistas, ecologistas, cleptocracia cinematográfica, feministas, lobby gay e independentistas varios, incluyendo a los adictos a la Goma 2. Adormecidos quedan pues los focos de agitación que atormentaron al anterior gobierno. A continuación hay que ocuparse del asunto de la estructura del Estado y del concepto mismo de España.

Y llegados ahí, ya lo sabemos, si el país está dividido, más lo está el PSOE. Atado el presidente a sus asentimientos compulsivos y entretenido con sus mutaciones a lo Zelig, alguien tiene que encauzar las expectativas desatadas. Muchos dirán que esa tarea ingente, y aun histórica, le viene grande a Blanco. Pero es lo que hay. Y así está empezando el curso político, con el tutor oficioso o vocero partidario del señor Rodríguez Siatodo tratando de ordenar un poquitín el caos que se desata. Frente a él se han alzado dos lumbreras de la política, dos churchill, dos de gaulles, qué digo de gaulles, dos pericles, dos julios césar, dos alejandros: Nadal y Carod (historia y filología, alcaldía y contubernio, nada y nada), mandándole callar. Pronto se va a reunir el señor Rodríguez con Rajoy, que va a encontrar al presidente a la puerta de Palacio, muy familiar, con gafas y barba, armado de metáforas ciclistas.

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