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Juan Manuel Rodríguez

El club de Chuck Palahniuk

"La lucha", dice otro, "es un club en el que cuando entras ya no puedes salir". El deporte por excelencia. El más antiguo. El más puro. El más duro. Un deporte que agoniza.

"El club de la lucha" (Editorial Mondadori, 1999) ha sido probablemente uno de los libros más polémicos y provocativos de los últimos tiempos. Componente, junto a otros autores jóvenes como Michael Chabon o David Foster Wallace, de lo que los editores estadounidenses (supongo que con el lícito objetivo de vender muchos más libros) bautizaron en su día como "next generation", Chuck Palahniuk debutó con una novela que luego se hizo popular a través del cine y que le ha marcado desde entonces. Libros posteriores suyos como "Superviviente" o "Monstruos Invisibles" no impidieron que la gente dejara de señalarle por la calle como el autor de "El Club de la Lucha". Me imagino que aquello se desbordaría completamente después de que David Fincher (otro provocador, éste visual) decidiera llevar el libro de Palahniuk a la pantalla grande. Y con Brad Pitt además. Exito asegurado.
 
En una entrevista concedida el pasado mes de mayo a la revista "Qué Leer", Palahniuk afirmaba lo siguiente: "Desde luego que hay formas sosegadas de comunión masculina: el golf y la construcción de graneros. Pero los hombres (y las mujeres) buscan opciones que los hagan sentirse físicamente exhaustos. Quieren explorar sus límites en lo que al dolor y las adversidades se refiere (...) Si logramos experimentar dolor en estos episodios bajo control, si logramos soportarlo, entonces tendremos menos miedo a esos sucesos terribles e inesperados que afectan nuestras vidas". Es una teoría. A Foster Wallace le apasiona el tenis, mientras que a Chuck Palahniuk le interesa más publicitar una actividad tan alejada del "negocio del deporte" como la lucha libre. La lucha está fuera del "circuito" y sus practicantes encuentran ante la visión de un pabellón vacío la misma sensación que Di Stéfano o Cruyff tendrían en un estadio completamente lleno de aficionados. Es un club selecto. El club de la lucha. El club de Chuck Palahniuk.
 
La primera regla del Club de la Lucha es no hablar nunca del Club de la Lucha. La segunda regla del Club de la Lucha es no hablar nunca del Club de la Lucha. Pero Palahniuk rompe sus propias reglas y en uno de los artículos de "Error Humano" (Editorial Mondadori, 2005) se introduce en los Preolímpicos de la Región Norte que se disputaron en Waterloo (Iowa). En "De donde viene la carne" aprendemos a distinguir un luchador de quien no lo es por sus orejas deformadas, "un emblema de valor, un emblema de honor". Y conocemos las historias de Lee Pritts, Justin Petersen o Sean Harrington. Sus problemas (hay quien muere en el intento) para bajar de peso. La camaradería que Nick Feldman define como "violencia elegante". La agonía de un deporte olímpico. "Lo nuestro", dice un luchador, "viene a ser lo contrario que la NBA". "La lucha", dice otro, "es un club en el que cuando entras ya no puedes salir". El deporte por excelencia. El más antiguo. El más puro. El más duro. Un deporte que agoniza.

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