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Juan Manuel Rodríguez

Los mejores asaltos de la historia: Mike Tyson-James Buster Douglas

Aquel fue el día más importante en la carrera profesional de Douglas que después declararía que no existía en el mundo una sensación comparable a la que se tiene siendo el número uno de los pesos pesados.

El "nocáut" de Mike Tyson, el campeón mundial de los pesos pesados más joven de toda la historia, fue considerado por el "Washington Post" como una de las diez noticias más importantes del año 1990. No en vano, Tyson llegaba invicto al combate que se celebró aquel 10 de febrero en el Tokio Dome de Japón, habiendo dejado tras de sí una estela de "cadáveres deportivos". Se cruzaban apuestas sobre cuánto tiempo le aguantaría al "terror del Garden" su próximo rival, y a quien más sorprendido dejó la derrota de Tyson fue al propio Buster Douglas, que llegó a aquella pelea con la vitola de víctima propiciatoria y salió luciendo ni más ni menos que el cinturón de campeón mundial. Aquel fue el día más importante en la carrera profesional de Douglas que después declararía que no existía en el mundo una sensación comparable a la que se tiene siendo el número uno de los pesos pesados. El hecho es que nunca acabó de creérselo del todo y luego pagaría los platos rotos ante Evander Holyfield, ese sí un campeonísimo de los pies a la cabeza, a quien no fue capaz de aguantar en pie tres asaltos.
 
Yo creo que el objetivo de James Buster Douglas, la consigna clara con la que salió al ring, fue siempre la de evitar como fuera ser noqueado. De hecho, en el octavo asalto, Tyson, después de siete asaltos anteriores muy físicos, siguió escribiendo con normalidad el guión previsto inicialmente por todos los especialistas mundiales y tiró a la lona a Douglas. Nada en absoluto hacía presagiar lo que más tarde ocurriría en el décimo asalto. Aquello fue la constatación definitiva de que un mal golpe se lo puede llevar cualquiera, incluso el boxeador que quizás haya tenido la pegada más demoledora jamás conocida.
 
De todas formas aquella no fue la noche más inspirada de Tyson. "Bueno, como mal menor ganará a los puntos y nos volveremos todos tranquilamente al hotel", debieron pensar en su esquina. Pero no fue así. En el décimo asalto Douglas conectó un golpe limpio en el rostro de Tyson, y éste cayó cual edificio en plena demolición. Gateó por el ring, rastreó buscando el protector bucal; lo cogió, con la mirada vidriosa de un borracho, y lo único que pudo hacer fue morderlo con fuerza. El árbitro paró inmediatamente la pelea. Elio Guzmán, director técnico de la Federación Española de Boxeo, define esas situaciones con la siguiente frase: "está frito como el palo de un churrero". A Mike Tyson acababa de freírle sin previo aviso James Buster Douglas, un buen tipo que luego acabaría empleando parte de la bolsa lograda esa noche en la financiación de una planta del nuevo hospital de Columbus, su localidad natal. Y aquel asalto fue considerado por el periódico que destapó el caso "Watergate" como una de las diez noticias más destacadas del año.

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