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Ignacio Cosidó

La paradoja del centro

Este alejamiento del centro por parte del Gobierno está provocando necesariamente una creciente crispación y división en la sociedad española.

Rodríguez Zapatero ganó el 14-M por la mínima y en unas condiciones absolutamente excepcionales. Esto demuestra que si había demanda de cambio, esta era muy tenue en la sociedad española. Lo lógico es que Zapatero hubiera asumido esos resultados con humildad y ejerciera una acción de Gobierno pensando no sólo en sus once millones de votantes, sino en los diez que aún en aquellas circunstancias votaron al PP. Un Gobierno dedicado a restañar las heridas que abrió el 11-M y a unir a toda la sociedad en el objetivo común de derrotar al terror.
 
La realidad ha sido justo la contraria. La aritmética parlamentaria y la propia estrategia del presidente hacen que esté gobernando pensando más en los poco más de medio millón de votos de ERC, que le mantienen en el poder, que en los 21 millones de españoles que suman juntos el PSOE y el PP. La coalición que el presidente ha tejido con los independentistas catalanes y con los radicales de izquierda, a imagen del tripartito en Cataluña, ha desplazado el centro de gravedad de la mayoría parlamentaria hacia la izquierda y hacia el nacionalismo, alejándose del centro político en el que se encuentran la gran mayoría de los españoles. Lejos de pretender cohesionar a la sociedad, el Gobierno sigue haciendo uso del 11-M para tratar de desacreditar y desgastar a la oposición.
 
El PSOE se ha alejado así del centro en una doble dirección. Por un lado, su dependencia parlamentaria de los independentistas catalanes le obliga a estar permanentemente instalado en los bordes mismos de la Constitución, cuando no a sobrepasarlos, en lo que se refiere a la reforma en curso del modelo de Estado. El Gobierno está asumiendo así postulados ultranacionalsitas, como la negación de la propia Nación española, que están muy lejos del sentir mayoritario de los españoles.
 
Pero los socialistas han asumido también un discurso radical en muchas de sus reformas sociales, como el matrimonio entre homosexuales, el aborto o la eutanasia. Rodriguez Zapatero es consciente de que en las últimas elecciones recibió el apoyo de un voto marginal de izquierda que es necesario mantener movilizado con este tipo de debates. A falta de un modelo económico alternativo, la izquierda parece empeñada en imponer un modelo de sociedad distinto y enfrentado a los valores tradicionales.
 
Este alejamiento del centro por parte del Gobierno está provocando necesariamente una creciente crispación y división en la sociedad española. La crispación social se ha puesto de manifiesto el pasado mes de junio en el que millones de españoles se echaron a la calle para protestar contra el dialogo con los terroristas, los ataques a la familia o la destrucción de nuestro patrimonio histórico común. Los medios de comunicación se han polarizado a su vez entre aquellos que critican de forma inmisericorde los errores del Gobierno y aquellos que lo defienden hasta en sus equivocaciones. Los ciudadanos se encuentran así cada vez más divididos entre aquellos que consideramos que este Gobierno nos conduce necesariamente al precipicio y aquellos que consideran que nos elevará al cielo.
 
La situación política es aún peor, con la destrucción de varios consensos básicos sobre la lucha antiterrorista, la política exterior, la reforma de la Justicia o el propio modelo de Estado, acuerdos sobre los que se había sustentado nuestra convivencia en nuestra reciente historia democrática. Hemos asistido a una estrategia de la destrucción con un Gobierno más empeñado en destruir la herencia de Aznar que en desarrollar sus propios proyectos. El tono del debate político se ha elevado hasta el punto de vivir situaciones de tensión inéditas en nuestras Cámaras.
 
La radicalización del Gobierno ha tenido a su vez dos efectos sobre la oposición. En primer lugar, ha situado al Partido Popular más a la derecha de lo que realmente está. El problema es que si el centro de gravedad político se mueve hacia la izquierda, el PP parecerá más a la derecha aunque no se mueva. En segundo lugar, las descalificaciones y los insultos permanentes están haciendo mella en parte de su electorado, cansado de tener que aguantar las agresiones, incluyendo el apedreamiento de sus sedes, sin poder dar ningún tipo de respuesta para no ser tildado de radical o antidemócrata.
 
La paradoja es que situándose los españoles sociológicamente de forma muy mayoritaria en el centro, la dinámica política actual, impulsada por un Gobierno sumamente irresponsable, tienda cada vez más hacia la polarización y una creciente e inquietante radicalidad en nuestra sociedad.  
 
Ignacio Cosidó es senador del PP.
 
 

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