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Porfirio Cristaldo Ayala

Auxilio a los ricos

La refinanciación de los empresarios morosos es apenas una de las incontables formas que tiene el estatismo y el socialismo de quitar a los pobres para dar a los ricos, sin que los pobres se percaten de ello.

En América Latina, los gobiernos dedican mucho tiempo y recursos a diseñar políticas sociales que permitan la “promoción de los pobres”. En la próxima cumbre del Mercosur, los estados miembros presentarán una estrategia oficial de lucha contra la pobreza. Pese a todo ese discurso rimbombante, no es a los pobres a quienes los gobiernos latinoamericanos suelen proporcionar asistencia, sino a los ricos.
 
Pero eso no es lo peor. Lo que más ofende es que para dar asistencia a los ricos los gobiernos suelen perjudicar a los más pobres. Una suerte de Robin Hood al revés. Difícilmente se podrá encontrar una mejor definición de “injusticia social”. Se redistribuye la riqueza, no de arriba para abajo, sino de abajo para arriba. Un ejemplo actual de ello es la decisión del gobierno paraguayo de aprobar una ley que permita refinanciar y condonar las deudas de los empresarios morosos, supuestamente, para impulsar la reactivación de la economía.
 
El Congreso estudia la forma de un proyecto de ley que hará posible a los morosos con empresas en quiebra refinanciar sus deudas con la banca pública o privada a plazos de 10 a 15 años. Los morosos no solo no pagarán el interés mínimo exigido en la ley de bancos para acceder a una refinanciación, sino que serán “reclasificados como clientes de primera categoría”. Para hacer posible tamaña aberración, los legisladores suspenderán por dos años la ley de bancos, debilitando todo el sistema financiero y arriesgando nuevas crisis bancarias.
 
Es tan absurda la pretensión de reactivar la economía con obras públicas como refinanciando a empresas en liquidación. Esas políticas conducen al déficit y la inflación. Las empresas en quiebra no pueden pagar sus deudas ni acceder a nuevos créditos porque no son viables: su operación arroja pérdidas. Aún refinanciadas, pronto volverán casi todas a quebrar. La única forma de sanearlas es subastarlas. Eso no significa que dejarán de funcionar, sino que comenzarán a operar eficientemente gracias a la incorporación de nuevos capitales, tecnología y organización.
 
El auxilio a empresarios es una medida comprobadamente fracasada como se evidenció en el “salvataje” de los banqueros, muchos de los cuales quebraron sus bancos en forma fraudulenta, durante las sucesivas crisis bancarias desde 1995. La refinanciación de los morosos crea un “riesgo moral” y es una burla para las empresas que, con mucho sacrificio, honran sus obligaciones financieras. Pero lo más perverso es que sus costos recaerán sobre los más pobres, obreros, agricultores y pequeños empresarios.
 
La infamia de quitarles a los pobres para dar a los ricos se oculta detrás del engaño de que el gobierno dispone de fondos propios para repartir, aunque todo lo que tiene lo ha obtenido previamente de la gente a través de los impuestos y de la inflación.
 
El auxilio a los morosos, además, rompe el principio de igualdad, pues la subvención se limita a un reducido grupo. No se prevé refinanciar las deudas de los miles de pequeños negocios, almacenes, comercios y talleres que cerraron dejando a numerosas personas sin empleo. Se olvida que son esos negocios los que crean gran parte del empleo, no las grandes empresas. Pero, claro, es imposible auxiliar a todos, sólo hay fondos para beneficiar a unos pocos elegidos, a expensas del resto.
 
La práctica de asistir a los ricos exprimiendo a los más pobres no es nueva en América Latina. Alvaro Vargas Llosa nos cuenta en su libro “Rumbo a la Libertad” que ya en la época de la colonia, los españoles y portugueses pusieron en práctica esta forma siniestra de redistribución de la riqueza. Este mecanismo de opresión y empobrecimiento tiene más de 500 años y ha sobrevivido la conquista, la independencia y la democracia.
 
La refinanciación de los empresarios morosos es apenas una de las incontables formas que tiene el estatismo y el socialismo de quitar a los pobres para dar a los ricos, sin que los pobres se percaten de ello. En toda intervención estatal en la economía, la injusticia social es casi inevitable. Únicamente la economía libre puede romper esta pesada cadena de los pueblos latinoamericanos.

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