Milton Friedman
Libertad de escoger
Cuando eso se logre, un mercado competitivo de educación privada al servicio de padres que tienen la libertad de escoger la que consideran es la mejor escuela para cada uno de sus hijos demostrará cómo se revolucionará la educación
Cuando en 1955 publiqué un artículo sobre “El papel del gobierno en la educación” no preví que me convertiría en un activista de la reforma escolar y que junto a mi esposa estableceríamos una fundación para promover la libertad de los padres a escoger la escuela para sus hijos. La columna original no era contra escuelas malas. La calidad de la educación de entonces en EEUU era muy superior a la actual y tanto mi esposa como yo estábamos satisfechos de las escuelas públicas donde estudiamos. Mi interés era en la sociedad libre; solía escribir sobre educación y luego tomé otros temas. El resultado fue “Capitalismo y libertad”, publicado siete años más tarde, donde el artículo sobre educación figuraba como un capítulo.
Sobre educación apunté que el gobierno ejerce tres papeles importantes: (1) legislando la educación obligatoria, (2) financiando la educación y (3) administrando las escuelas. Mi conclusión era que había cierta justificación en la obligatoriedad de la educación y en su financiamiento, pero “la administración en sí de las instituciones educacionales por parte del gobierno, su ‘nacionalización’, es mucho más difícil de justificar”. El financiamiento podría separase de la administración. “Los gobiernos podrían exigir ese mínimo de educación financiado a través de vales entregados a los padres y redimibles por una cantidad por cada niño, a ser gastado sólo en educación… desnacionalizando a las escuelas”. Con ello “se ampliarían las opciones al alcance de los padres… Aquí, lo mismo que en otros campos, la empresa competitiva es mucho más eficiente en complacer la demanda que las empresas nacionalizadas…”
Aunque el artículo y luego el libro “Capitalismo y libertad” generaron interés académico y en el público, no hubo ningún intento de iniciar un sistema de cheques escolares hasta el gobierno de Nixon, cuando la Oficina de Oportunidad Económica acogió la idea y ofreció financiar un experimento. Un resultado fue el ambicioso intento de introducir cheques en las ciudades grandes de New Hampshire, que parecía tener éxito hasta que fue abortado dada la oposición de los sindicatos de maestros y los administradores de las escuelas, una de las primeras instancias de la oposición que ambos grupos desplegarían durante las siguientes décadas. Otro resultado fue un experimento en el sistema escolar de Alum Rock en California, ofreciendo diferentes opciones dentro del sistema escolar público.
Lo que realmente fomentó interés en los cheques fue el deterioro de las escuelas, especialmente a partir de 1965, cuando la Asociación de Educación Nacional se transformó de una asociación profesional en un sindicato. La preocupación por la calidad de la educación condujo al establecimiento de una Comisión Nacional de Excelencia en Educación, cuyo informe final, “Una nación en peligro”, fue publicado en 1983. Incluyó una cita de Paul Copperman para dramatizar su conclusión: “Cada generación de americanos ha sobrepasado a sus padres en educación, alfabetización y logros económicos. Por primera vez en la historia de nuestro país, las habilidades aprendidas en la escuela por una generación no serán sobrepasadas ni alcanzadas ni igualadas, ni siquiera se acercarán a la de los padres”.
“Una nación en peligro” estimuló una serie de importantes intentos de reformar el sistema educacional del gobierno. Esas reformas han tenido un efecto insignificante en la calidad de la educación pública. A pesar de que tomando en cuenta la inflación se ha más que doblado el gasto por alumno desde 1970, el nivel académico sigue estando por debajo de estudiantes en el extranjero, el número que no se gradúa sigue siendo alto, las notas en los exámenes de admisión universitarios han caído. La capacidad de entender lo que leen es más baja a comienzos del siglo XXI que hace un siglo. Y todo esto a pesar del considerable aumento real en el gasto por estudiante.
Como resultado han surgido experimentos con alternativas como los cheques, créditos impositivos y las llamada escuelas “charter” que son públicas, pero administradas independientemente. Hay programas de cheque escolar en algunos sitios (Wisconsin, Ohio, Florida y D.C.); los programas privados de cheques se han difundido; los créditos impositivos por gastos educacionales han sido adoptados por varios estados. Un importante obstáculo legal a los vales desapareció cuando la Corte Suprema confirmó su legalidad en Cleveland en 2002. Sin embargo, todos estos programas juntos son limitados porque cubren a apenas una fracción de los niños.
Durante todo este tiempo nos hemos sentido frustrados ante la clara necesidad y el inmenso deseo de los padres de lograr mayor control sobre la educación de sus hijos y la cerrada y efectiva resistencia de los líderes sindicales y de los administradores de las escuelas públicas a cualquier cambio que en alguna forma reduzca su control sobre la educación.
Nos involucramos en dos iniciativas para emitir cheques en California, en 1993 y 2002. En ambos casos, las encuestas de opinión mostraban un significativo apoyo seis meses antes de las elecciones. Pero en ambas casos los enemigos de los vales lanzaron grandes e inescrupulosas campañas en su contra. Avisos en la televisión aseguraban que los cheques arruinarían el presupuesto, cuando en realidad el gasto por estudiante sería menor. Convencieron a los maestros para que enviaran con los niños propaganda contra los cheques. Trampas sucias de todo tipo fueron financiadas por bolsillos profundos con el resultado de la derrota de la propuesta en las elecciones estatales. Lo mismo ha ocurrido en los estados de Washington, Colorado y Michigan. Ese tipo de oposición explica la lentitud con que avanza una buena causa.
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