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Víctor Llano

La maldición de los cubanos

Se ha puesto una vez más de manifiesto que Castro es un tipo con mucha suerte. En los momentos en los que más lo necesita encuentra siempre el favor de decenas de cobardes que para no enfrentarse a sus crímenes tratan de descalificar a sus víctimas

Para una vez que en la Isla de las doscientas cárceles unos pocos héroes se aventuraron a pedir libertad y a gritar “abajo Fidel”, han tenido que soportar que desde la prensa española se les recuerde con grandes titulares que no representan –jamás lo pretendieron– a toda la disidencia cubana. Lejos de destacar el valor de los compañeros de Martha Beatriz Roque que arriesgando su vida y su libertad se reunieron en La Habana para demostrarle a la tiranía que en Cuba aún viven un puñado de hombres y mujeres libres, la burguesa y muy satisfecha progresía española les reprocha que agradecieran el apoyo mediático que reciben del Gobierno de EEUU y les acusa de pertenecer a la oposición más extremista. Y lo peor es que nadie puede sorprenderse. En la España de Zapatero se acusa de intolerante a todo aquel que no consienta en arrodillarse ante sus verdugos. Si los socialistas ofrecen a los etarras que asesinaron a muchos de sus compañeros diálogo, perdón y olvido, qué no ofrecerán a Fidel Castro, enemigo de los que tanto odian y no dudaron en traicionar.
 
A la reunión que convocó la Asamblea para Promover la Sociedad Civil se sumaron los que tuvieron valor para hacerlo, los más comprometidos con la libertad de su país, los verdaderamente imprescindibles en cualquier nación que quiera respetarse a sí misma. Y aunque es cierto que no de todos los disidentes cabe esperar la bravura que otros demuestran, al menos confiábamos en que el más conocido en Europa de todos ellos no sería capaz de traicionar a los patriotas víctimas como él de la misma barbarie. No nos referimos a Eloy Gutiérrez Menoyo –nada de lo que diga podrá ya sorprendernos– desde hace muchos años trabaja para los herederos de sus verdugos. Sin embargo, lo que nos parece cuando menos lamentable es que Oswaldo Payá se sumara al intento de descalificar al grupo que lidera Martha Beatriz Roque pocas horas antes de que la disidente liberal –con licencia extra penal y con el cepillo de dientes en el bolsillo– desafiara una vez más a la policía del tirano.
 
Los responsables del Movimiento Cristiano Liberación están obligados a demostrar las gravísimas acusaciones que cuando más convenía a los verdugos han arrojado contra los líderes de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba. No sólo no asistieron a la reunión a la que el exilio les rogó que apoyaran; fueron mucho más lejos, no dudaron en acusar a Martha de trabajar para el régimen. Según los social-cristianos del MCL, “es público y notorio que Martha Beatriz Roque y sus dos ayudantes estaban coordinados con agentes de la Seguridad del Estado y apoyados por sectores duros del exilio de Miami”. Pues sí es así –si es tan “público y notorio”– les resultará muy fácil demostrarlo. Pero ya se demoran. El daño que han hecho a la disidencia es enorme. Ellos sabrán por qué. En cualquier caso, todos los que desde fuera de Cuba tratan de ayudar tanto a la iniciativa de Martha como a la del MCL, tendrían que exigirles que presenten las pruebas en las que fundamentan tan gravísimas acusaciones, y en las que por supuesto se ha apoyado la izquierda española para calumniar a los más valientes activistas de derechos humanos acusándoles de extremistas al servicio de la potencia enemiga.
 
Se ha puesto una vez más de manifiesto que Castro es un tipo con mucha suerte. En los momentos en los que más lo necesita encuentra siempre el favor de decenas de cobardes que para no enfrentarse a sus crímenes tratan de descalificar a sus víctimas. Lo que no ha sido más que una muestra de heroísmo, se presenta como un intento fallido de unir a toda la disidencia. No obstante, y a pesar de que una vez más se resuelve todo en contra de los cubanos y en favor de sus secuestradores, lo que nadie puede ya evitar es que en la Isla de los cien mil presos se pidiera libertad y se gritara “abajo Fidel” sólo gracias al valor de Martha Beatriz Roque y de sus compañeros. Los que hoy les acusan de no ser más que unos extremistas al servicio de EEUU, o trabajan para sus verdugos o son unos resentidos que no aceptan que su tiempo pasó.

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