Carlos Semprún Maura
No al sí
No sólo movilizan a políticos, a académicos, a catedráticos jubilados, a futbolistas, al avión A 380 (nueva catástrofe comercial anunciada), sino también a Schröder y Rodríguez Zapatero como últimos cartuchos antes del suicidio colectivo
El eslogan inventado por Lionel Jospin ante el referéndum sobre Maastricht y la moneda única, fue: “no al no”. Una manera que pensó original de decir “sí, pero...”, lo cual era una fórmula inventada por Giscard. Todo un lío de eslóganes. El caso es que los partidarios del “sí”, movilizan a sus elefantes, y sacan los cadáveres de los armarios para triunfar mientras Laurent Fabius sigue conferenciando en Estados Unidos. No es un hombre providencial, ni un salvavidas, se trata sencillamente de que su defensa activa del “no” tendría más peso que la del minusválido de Emmanuelli. Entre los cadáveres sacados del armario está el propio Jospin, que ha dicho “sí” dos veces en pocos días. La primera durante las tristes ceremonias celebrando el centenario del PS. En plena crisis de identidad, así dicen las células de apoyo psicológico que intentan ayudar a los socialistas galos, como lo hacen con todos los siniestrados, se exaltan figuras de Jean Jaures, Leon Blum y François Mitterand, que jamás fue socialista, lo cual, por cierto, le permitió ser Presidente durante 14 años.
Lionel Jospin le exaltó su arte de gobernar y sus corbatas, y de paso, le dio un varapalo a François Hollande, incapaz de cerrar el pico a los disidentes partidarios del “no”, y de imponer la disciplina en el partido. Jospin no dijo soy mejor, dijo, soy el mejor. Su segunda intervención, y la primera en la televisión desde que se “retiró definitivamente de la vida política”, en abril de 2002, fue ayer jueves. Muy torpemente, profirió las habituales sandeces a favor del “sí”. Sin darse cuenta dijo algo cierto: la Constitución no es liberal. Efectivamente. Lo que está clarísimo para todo el mundo, como se refleja en los medios, es que se ha declarado candidato para las presidenciales de 2007. Pero como se siente ligado por su promesa, lo hace hipócritamente, esperando que las masas socialistas exijan con clamores su vuelta y se olvide de una vez de ese momento de histeria tiroidea que le impulsó a renunciar a todo...
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