Carlos Semprún Maura
Fritos y refritos
Con la ficción de la objetividad, también invitaron a dos partidarias del “no”, Arlette Laguillier (trotskista) y Marie-Georges Buffet (estalinista), lo cual era la mejor manera de hacer propaganda para el “sí”
El “no” se mantiene en los sondeos, oscilando en los seis últimos publicados entre el 52% y el 55%. Esto, como ya dije, no es suficiente para que podamos prever razonablemente su victoria. Faltan casi dos meses hasta el referéndum y las cosas pueden cambiar, porque, como estaba previsto, los partidarios del “sí” lanzan sus últimas divisiones acorazadas. Me han llamado la atención los fracasos que hasta ahora han conocido los intentos para movilizar a los intelectuales a favor del “sí”, incluso cuando muchos, personalmente, se declaran favorables. Las reuniones con la crema y nata del “mundo de la cultura”, son esqueléticas. Las cámaras de la televisión se precipitaron a una de ellas y sólo se toparon con Bernard-Henri Levy y Philippe Sollers, profesionales de la presencia mediática, y un puñado de actrices anónimas.
La verdad es que todas las actrices actuales son anónimas, sin duende, ni dicción. Una de los muchos programas de televisión que se están dedicando exclusivamente a hacer publicidad para el “sí”, France-Europe-Express, invitó ayer martes al ex ministro de propaganda de Mitterand, Jack Lang. Con la ficción de la objetividad, también invitaron a dos partidarias del “no”, Arlette Laguillier (trotskista) y Marie-Georges Buffet (estalinista), lo cual era la mejor manera de hacer propaganda para el “sí”. Hubo un momento de risa a carcajadas, y fue cuando el cursi de Lang se declaró firmemente anticapitalista. Hasta la presentadora, Christine Okrent se desternilló. Lo cual irritó y desconcertó a Lang. “Es que resulta bastante... inédito”, se reía Okrent. Como no podía faltar, Lang se vanaglorió por haber impuesto el precio único del libro (o sea el libro caro) y la “excepción cultural francesa” (o sea la burocratización y muerte de la cultura). Vivimos bajo el reino de la novolengua orwelliana, en el que las palabras ya no significan nada, o cosas muy diferentes según quienes las emplean. Democracia, progreso, medio ambiente, etcétera, pueden representar cosas totalmente opuestas, y paz puede significar cobardía, como en España hace un año. Y es así como, acomplejados por el triunfo mundial del capitalismo, muchos lo sustituyen por “neo” o “ultra” liberalismo. Una confusión más. Con o sin esta Constitución, Europa es capitalista, pero no es liberal. El capitalismo liberal es otra cosa. Todo el mundo opinaba que el aumento del “no” en los sondeos creaba circunstancias favorables para presentar las más radicales reivindicaciones, pues por ahora, casi nada. Los funcionarios gruñen, pero no muerden; los liceos siguen manifestándose, los médicos de urgencias están en huelga, y también en huelga parcial, se encuentran ciertas cadenas de la radio estatal. La normalidad, vaya.
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