Ignacio Cosidó
La alianza con las tiranías
Según este planteamiento, nuestro objetivo no debe ser derribar esas tiranías y liberar a las sociedades que se encuentran sojuzgadas por ellas, sino emprender un dialogo que las legitime
En su primer discurso ante las Naciones Unidas, a los pocos meses de instalarse en La Moncloa, Rodríguez Zapatero lanzó su idea de una Alianza de Civilizaciones. Esa pomposa propuesta ha sido posteriormente reiterada en todo contacto que ha mantenido el actual presidente del Gobierno con cuanto alto dignatario extranjero se ha dignado a recibirlo. Más allá de su vacuidad, el proyecto de Alianza de Civilizaciones se está concretando en una acción exterior de España que tiene más de alianza con las tiranías que de dialogo entre civilizaciones. Así, el grado de entusiasmo que despierta la iniciativa de Zapatero es inversamente proporcional al grado de desarrollo democrático de los regímenes que la apoyan. No hay un solo líder europeo o norteamericano que se haya unido aún a esta Alianza, pero han sido ya varios los dictadores que se han mostrado entusiasmados por la iniciativa.
La teoría de la Alianza de Civilizaciones no hubiera tenido mayor trascendencia si se tratase de una mera réplica académica al choque de civilizaciones que preveía el pensador estadounidense Samuel Huntington. La talla intelectual de ZP está aún por descubrir y la elaboración de la teoría va poco más allá del titular, algo habitual en los discursos de nuestro actual presidente de Gobierno. En manos del presidente de la octava economía del mundo, la teoría puede tener algo más de recorrido, aunque por lo visto hasta ahora se encuentra afortunadamente abocada al fracaso. Pudo sorprender el atrevimiento de un recién llegado a la escena internacional, considerado por muchos como un presidente accidental, que quisiera hacer tal exhibición de ilusionismo político, pero nadie lo tomó muy en serio. La única excepción fue el actual secretario general de Naciones Unidas, dispuesto siempre a comprar cualquier mercancía que refuerce el papel de su organización y especialmente necesitado en estos días de apoyos para mantenerse en el cargo tras los múltiples escándalos que jalonan su gestión.
La irrelevancia mundial del personaje y la vacuidad de la propuesta no deben hacer, sin embargo, que nos distraigamos de la perversión intelectual que oculta, el peligro político que contiene y los nocivos efectos estratégicos que implica. La teoría es intelectualmente perversa porque viene a justificar no sólo la tolerancia sino la alianza con las tiranías de todo cuño que existen en el mundo. Según este planteamiento, nuestro objetivo no debe ser derribar esas tiranías y liberar a las sociedades que se encuentran sojuzgadas por ellas, sino emprender un dialogo que las legitime e incluso aprender de ellas evitando caer en la soberbia de creer que nuestras democracias son superiores desde un punto de vista moral y político a sus dictaduras. Se trata de convivir amigablemente con los totalitarismos, buscando no provocarles innecesariamente con cuestiones espinosas como los derechos humanos e incluso tratar de buscar arreglos negociados cuando estos regímenes traten de agredir a nuestras democracias o dotarse de los medios de destrucción para ello.
Los efectos políticos de esta perversión intelectual son evidentes en nuestra acción exterior. Así, España se ha convertido en la gran valedora de la dictadura castrista en la Unión Europea. Fidel Castro, único superviviente de una Atlanta comunista felizmente sumergida por la Historia, ha sido el primer beneficiado de este "dialogo intercivilizacional", dándole el oxigeno político necesario para mantener su moribunda y criminal dictadura. En segundo término, el coronel Chávez, líder carismático de la nueva civilización bolivariana, ha recibido en el marco de esta alianza algo más que palabras, dotándole del armamento con el que consolidar su régimen en Venezuela y expandir su revolución totalitaria por toda Hispanoamérica, en firme alianza con el tirano de La Habana. Finalmente, muchos líderes de la Liga Árabe recibieron con aplausos el mensaje de Zapatero de que, frente a la presión de Washington para que democraticen sus países, ahí estaba ZP para defender las peculiaridades políticas de su civilización.
Ignacio Cosidó es senador del Partido Popular.
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