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Álvaro Martín

Memorias de la Super Bowl 2005

"En la banda de los Patriots están tan seguros de la victoria que Bill Bellichick se permite estas licencias para convencer a sus jugadores de que la distancia entre New England y el resto de la liga es menor"

Es medianoche y todavía no tengo claro si voy a ir al Celtic Cross a ver el encuentro con los demás, ni si voy a verlo entero esta madrugada, ni siquiera si voy a ir con New England o con los Eagles. Llama Phil desde Orlando y decide torturarme por enésima vez con lo inapropiado de Jacksonville como escenario de la Super Bowl. Ya lo sé. Por otra parte, la elección de la sede, le digo, asegura que el partido y no el escenario tendrá todo el protagonismo: no Bourbon Street, no Coral Gables, no La Jolla. Phil cambia de tema y  me pide un pronóstico. New England por la diferencia de un "field goal" (tres puntos), replico, aunque no me creo ni de broma que el partido esté tan competido. Simplemente la idea de que New England gane tres Super Bowls por un "gol de campo" tiene algo de numerológicamente estético.
 
La conversación dura veinte minutos y, para entonces, ya es tarde para salir, de manera que veré la transmisión en Canal Plus. Eso me resuelve otro problema: esperaré a que los comentaristas de esa cadena empiecen a ver el partido desde la órbita aleatoriamente dadaísta de uno de los dos equipos y apoyaré al otro. Nunca falla: enseguida muestran un adolescente y enternecedor partidismo a favor de Philadelphia. A lo largo de la transmisión se perderían la narrativa central de la noche: la coronación de los Patriots como, tal vez, el mejor equipo de la historial del fútbol, pero ése es su problema. Sólo me queda elucidar si voy a ver el partido de un tirón o grabar parte y verlo al día siguiente. En previsión de la segunda alternativa tengo el tiempo justo de mandar un SMS a todos mis amigos para avisar de que mataré a todos los que me insinúen el resultado antes de pasadas 24 horas y almacenaré sus cuerpos en el cuarto de baño hasta la Super Bowl XL. Enseguida aparece Alicia Keys con su propia idea del asesinato, destruyendo America the Beautiful. Suena el himno americano a las 12.30, que Bill Clinton escucha con la mano en el bazo. Siempre tira algo más abajo de lo razonable.
 
A las 12.37 empieza el partido y Donovan McNabb comete un fumble (balón suelto) en la primera serie ofensiva, confirmando lo que todo el mundo sabe, aunque enunciarlo le costara a Rush Limbaugh el despido de ESPN el año pasado: McNabb nunca llevará al título a los Eagles (no sé por qué no establecí este sencillo principio en mi pronóstico del partido). Los dos equipos perpetran dos inanes series ofensivas. Esto tiene pinta de ser una de las peores Super Bowl de todos los tiempos. En la quinta, Terrel Owens coge un pase y corre con la pelota cerca de cuarenta yardas. ¡Un tío con el peroné roto! Es la quintaesencia del fútbol. Infelizmente, McNabb sólo está calentando. Sus dos jugadas ulteriores son infames balones flotados hacia la defensa de New England. En el segundo, Rodney Harrison, el "safety" de los Patriots, avanza a por el balón, se detiene, ojea una revista, le pasa su número de habitación a una de las "cheerleaders" en la otra banda...e intercepta el balón.
 
Comienza el segundo cuarto y Philadelphia anota un touchdown en su tercera aproximación a la zona de ensayo de New England. Buen pase de McNabb en esta ocasión: tal vez consiga el peor partido de cuatrocientas yardas de la historia de la NFL. Es entonces cuando Charlie Weiss, el Coordinador Ofensivo de los Patriots se pone a trabajar: dos jugadas de screen (pantalla) para los runningbacks (corredores) y una jugada de carrera. La línea de Philadelphia está desconcertada, como el Coordinador Defensivo de los Eagles, que saca del campo a Jeremiah Trotter en las jugadas de carrera, donde es efectivo, y lo mete en las de pase, donde no lo es. Los Pats anotan un touchdown y empatan.
 
Llega el descanso y la actuación del sexagenario Paul McCartney, que desvela algunas nuevas canciones: “You can drive my car”, “Get Back”, “Live and Let Die” y “Hey Jude”. En todo caso, siempre es preferible a Janet Jackson y sus tediosos y pre-helenísticos pechos. Los 25 minutos de show permiten a Weiss escribir el guión ofensivo de la segunda parte, empezando por la primera serie del ataque de New England, que termina en un pase de Brady a Mike Vrabel (esta jugada empieza a ser un clásico de la Super Bowl) y touchdown. Demasiado fácil. Uno sabe, en ese momento, que los Patriots van a ganar.
 
Philadelphia responde con un touchdown en una excelente serie, en la que, por única vez en el partido, los Eagles consiguen explotar a Westbrook, que acaba siendo el que anota a pase de McNabb. Y es un buen pase. Ya tendrá tiempo para hacerse perdonar sus aciertos, pienso. El tercer cuarto termina en empate a catorce. Por primera vez en la historia, el cuarto cuarto comienza con igualada. Lo siento, pero uno sabe que los Patriots van a ganar.
 
De hecho, 76 segundos más tarde, Corey Dillon anota para los Patriots: 21-14. Brady y la línea de ataque juegan con la línea defensiva de los Eagles. En la siguiente serie, Owens entra en la leyenda, cogiendo hasta tres pases para otros tantos primeros downs (acabaría con nueve recepciones y 122 yardas). ¿Dije que tenía el peroné roto? Pero como ninguna buena acción puede quedar sin castigo, McNabb lanza su segunda intercepción oficial (y enésima real). New England consigue un "field goal" en la siguiente serie: Pats 24-14. Uno sabe que los Patriots van a ganar.
 
A falta de cinco minutos, sucede lo inexplicable. Philadelphia necesita anotar dos veces, pero se lo toman con calma.  A tal extremo que, cuando anotan, cuatro minutos después, ya es muy poco y muy tarde. Para darle un poco de emoción, los Patriots todavía devuelven el balón a los Eagles con cincuenta segundos de margen. En la banda de los Patriots están tan seguros de la victoria que Bill Bellichick se permite estas licencias para convencer a sus jugadores de que la distancia entre New England y el resto de la liga es menor de la que es y torturarles mejor en “training camp”. McNabb lanza su siguiente y predecible intercepción. El partido se acaba.
 
New England, por la distancia de un "field goal": 24-21. Son las cinco de la mañana. Siento nostalgia de los tiempos en que nunca acertaba con el resultado. New England es la doctrina de la necesidad histórica. Es nuestro destino. Mejor será abrazarlo con espíritu calvinista, porque es algo irremediable en unos cuantos años: “Doute plutôt que le soleil sorte, Juliette…”

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