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Eduardo Pedreño

El verdadero Grupo Risa

En definitiva, frente al Grupo Risa de la COPE, y al Grupo Risa (bis) de la web, aquí hay un auténtico "Grupo Risa" –porque realmente mueven a ella– formado por los indocumentados que han propagado esta falsedad

Tengo que agradecer a nuestros queridos gobernantes que esta semana me den la columna casi hecha, porque el episodio del "Grupo Risa" promete pasar a los anales de la antología del disparate y pocas veces se ha visto a un gobierno caer en tan espantoso ridículo en algo relacionado con Internet. Tras mi artículo de la semana pasada creí haber dicho todo lo que hacía falta sobre la Internet política pero se ve que, pese a lo poco que me gusta hablar de política, los hechos me persiguen para escribir esta columna.
 
Obviando las implicaciones políticas y empresariales de la maniobra del Gobierno, tan burdas y lamentables que hasta sorprende el seguidísimo del principal grupo mediático español, lo cierto es que el analfabetismo digital que demuestra este Ejecutivo sobrepasa con creces al de cualquier gobierno anterior. Y eso que en falta de formación digital hemos tenido sobrados ejemplos en anteriores gobiernos, creadores de la todavía vigente LSSI. Sin embargo, el episodio del Grupo Risa demuestra que los tics censores de este Gobierno van mucho más allá de lo políticamente admisible.
 
Pero vayamos con los malos de esta película. Cinco estudiantes que montan una página web con la intención de criticar al gobierno y eligen un nombre que se presta al malentendido. No sólo eso, sino que pueblan la web con contenido paródico (y en algunos casos excesivo), provocando las iras del gobierno... contra la COPE. Algo que hay que empezar a comprender (tanto desde instancias periodísticas como –a partir de ahora– desde los gobiernos), es que Internet sigue siendo un paraíso de libertad en el que montar una página web apócrifa es barato, fácil y rápido, lo que exige una precaución extrema a la hora de hacer juicios de valor o mandar cartas amenazadoras a quien nada tiene que ver con determinadas iniciativas.
 
Pongamos un ejemplo. Por tan sólo 10 dólares podría registrar en pocos minutos un dominio libre como www.lamoncloa.net, poner el dominio a nombre del presidente del gobierno Rodríguez Zapatero y poner en marcha una web, en unas pocas horas, con diseño y contenido similar a la-moncloa.es, pero lleno de insultos hacia otros gobernantes, contenido falso o paródico y desinformación de todo tipo. Con la correcta promoción podría llegar a hacer que mi web fuera más popular que la propia web de la Moncloa y ridiculizar al gobierno español ante el resto del mundo. También podría, con direcciones de correo tan aparentes como presidente@lamoncloa.net, difamar a través del e-mail. Pero claro, hay que saber distinguir la realidad del artificio aplicando un elemental sentido común. De la misma forma que la COPE nunca introduciría pornografía en sus páginas, el Gobierno jamás insultaría (o al menos no debería) a otros gobernantes desde su página web. Ambas cosas entran dentro de la categoría de disparate, y una mínima investigación permite deducir la falsedad. En resumen, que aquí los únicos culpables son quienes han extraído conclusiones equivocadas, y en absoluto los cinco chavales que con la mejor –o peor– intención montaron una web, aunque se excedieran en el contenido. Lo mejor es que los chavales deben estar disfrutando de lo lindo con la situación y la promoción gratuita servida en bandeja por el Ejecutivo. Y no es para menos, a pesar de que con la elección del nombre propiciaron el malentendido.
 
En definitiva, frente al Grupo Risa de la COPE, y al Grupo Risa (bis) de la web, aquí hay un auténtico "Grupo Risa" –porque realmente mueven a ella– formado por los indocumentados que han propagado esta falsedad, y por los voceros que han dado autenticidad a una historia que rezumaba engaño por todos sus poros. Máxime si quienes dan veracidad son el mayor grupo mediático del país –a partir de ahora,
Grupo (P)Risa –, y algunos nombres propios como José Ramón de la Morena o Mercedes Milá, que no por reconocidos representantes de la más exquisita basura (radiofónica y televisiva, respectivamente) están exentos de la mínima decencia profesional exigible a cualquier periodista. Y todo el episodio, pese a mover a la risa, no deja de ser triste.

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