Colabora
Carlos Semprún Maura

Los trapos sucios de Mitterrand

se entiende, comparado a los actuales enanos, Mitterrand, que fue 14 años presidente, cubierto de la sábana mitológica que procura la muerte, aparece como un gigante

Ahora que los socialistas franceses se asustan ante el precipicio que representaría tener a Francois Hollande de candidato a las presidenciales de 2007, ya que la victoria del "sí" le ha fortalecido en su cargo de primer secretario, los pobres socialistas, como almas en pena, se aferran al "más vale lo malo conocido". Sueñan con un retorno de Lionel Jospin y sienten nostalgia de Francois Mitterrand. Desde su punto de vista, se entiende, comparado a los actuales enanos, Mitterrand, que fue 14 años presidente, cubierto de la sábana mitológica que procura la muerte, aparece como un gigante. Era mucho más hábil, politiquero, cínico e inteligente que cualquiera de sus herederos, pero fue un bandido. Hombre de derechas de toda la vida, si pudo hacerse con una audaz OPA hostil con el PS esto se explica porque la izquierda en Francia –como en España– es de derechas, una derecha peculiar, boba, populista, pero derecha al fin y al cabo. Sabiendo que padecía de cáncer de próstata, Mitterrand inauguró la modas del parte médico oficial sobre su magnífica salud, el cáncer, claro, ganó.
 
Hizo verdaderas canalladas para mantener oculta a su hija, con nombre de calle, Mazarine, hasta que alguien le convenció de que siendo un secreto a voces más valía gestionar él mismo los copyright y le soltó el paquete, con datos y fotos, a Paris-Match, uno de los semanarios más vendidos de Francia. Fue él quien, traicionando el espíritu, pero no la letra, de la Constitución, inauguró el engendro híbrido de la cohabitación, que Chirac repitió sin problemas. Siendo un Presidente aparentemente respetuoso de la democracia representativa, actuó en ciertos casos como un dictador latinoamericano, creando –y es sólo un ejemplo– una policía paralela, totalmente independiente de la jerarquía policial y judicial: la "célula antiterrorista del Eliseo", la cual, entre muchos deslices, como en el caso de "los irlandeses de Vincennes", y otros, se ocupó de las escuchas ilegales, que ahora se juzgan en París.
 
Según ex responsables del contraespionaje, Mitterand tenía la obsesión de los atentados, pero no en relación con los atentados de los terroristas iraníes, que causaron numerosos muertos a mediados de los años ochenta. No, lo que le daba pánico era un posible atentado contra su ilustre persona. Esa coartada inicial para crear una Policía paralela, prever y evitar posibles atentados, se convirtió en algo así como en una perversión sexual del presidente. Mirar películas por televisión será o no perversión, pero no es ilegal. Escuchar las conversaciones íntimas de Carole Bouquet y de muchos más, sí es ilegal. Pierre José, que fue ministro de Interior de 1984 a 1986, y de 1988 a 1991, citando como testigo ante el Tribunal, confirmó anteayer lo que acabo de decir: las escuchas iniciadas con objetivos antiterroristas se convirtieron en cuestiones habitualmente tratadas por la Brigade Mondaine. Hasta tuvo un lapso en la sala del Tribunal: "o sea en asuntos de cu... de corazón". Su moraleja fue, sin embargo, la siguiente: Pese a ser un gran presidente, Mitterrand cometió algunos errores. Desde luego, tantos que no caben aquí.

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