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Juan Carlos Girauta

Tranquilo, George, tranquilo

llamó personalmente por teléfono a Bush para calmarle, le dijeron que el texano estaba en el lavabo. La creciente pobreza de América y su conocida ignorancia se debe probablemente a que los americanos nunca están donde tienen que estar

Reconocido por Kerry el triunfo de Bush, para la total legitimación del presidente americano sólo faltaba ya que el gobierno de Rodríguez diera el visto bueno. Hubo unos momentos iniciales de vacilación que los maliciosos atribuyen a un disgusto morrocotudo y a una rabieta de aquí te espero. En realidad se despachaba consultas con los observadores españoles que habían vigilado aquellas abstrusas y atrasadas elecciones: ¿Seguro que no han metido mano?
 
A pesar de las denuncias del "departamento de precrimen" de Crónicas Marcianas, no había pucherazo. Convencido Rodríguez, restaba el trámite de pedir permiso al Gran Poder para reconocerlo públicamente. Pero el Gran Poder no lo veía claro. Al final la Ser renunció a prolongar once días su periplo americano. ¡Pues no sé para qué hemos venido!, protestó una voz en mitad de la multitud desplazada, que con la de Telecinco y la de TVE sumaban más población que ambas Dakotas.
 
Con el titubeo, el ir y venir y el llevarse las manos a la cabeza, Rodríguez salió despeinado y ojeroso a legitimar por fin los resultados. Acto trascendental, pues la presidencia americana llevaba cuatro años irregularmente ocupada debido al fraude del hermano de Bush en Florida. Ah, se lo hicieron pagar muy caro, repitiendo una y otra vez lo de la república de España. Lo pasó muy mal el gobernador, que, como todos allí, sigue con atención los medios españoles.
 
América podía respirar tranquila... pero entonces intervino la mala suerte: cuando Rodríguez, en un gesto majestuoso que recogerán las crónicas y admirará a nuestros nietos, llamó personalmente por teléfono a Bush para calmarle, le dijeron que el texano estaba en el lavabo. La creciente pobreza de América y su conocida ignorancia se debe probablemente a que los americanos nunca están donde tienen que estar, pues en sucesivas llamadas de menor rango, la gente de Washington perdía sistemáticamente la oportunidad de recibir la bendición de Rodríguez: habían salido a por tabaco, o estaban en clase de macramé, o tenían un ataque de risa, o estaban echándose las cartas, o haciendo el pino, o afónicos.
 
Bush debió contestar infructuosa y repetidamente las llamadas durante el fin de semana, mientras Rodríguez, que es el que normalmente coge el teléfono, jugaba a basket, con lo que el pobre reelegido se desesperaría pensando que el español se había molestado. Tuvo que salir la vicepresidenta a explicar el problema de la falta de telefonistas. Magnánimo, Moratinos también ha tendido la mano: "Este gobierno quiere tener la mejor relación con Estados Unidos; una relación normal". La Casa Blanca se ha llenado de música flamenca y banderines rojo y gualda, mientras un equipo de asesores de imagen ultima el nuevo
look de Bush, un peinado romano, así como un peluquín de madera de emergencia, para que jure su cargo con el mismo aspecto que Rodríguez. Están entregados.

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