Juan Carlos Girauta
La segunda retirada del Sáhara
Moratinos practica una diplomacia ajena a nuestros intereses y obsesionada con desandar lo andado por sus predecesores, y en su empeño está dispuesto a entrar en contradicción con la posición histórica del PSOE
Múltiples y poderosas razones exigen firmeza ante Marruecos. He aquí algunas: un nítido patrón de hostilidad unilateral en el pasado reciente, como el desabastecimiento y hostigamiento de la flota pesquera, la crisis de los embajadores, la escaramuza de Perejil o las concesiones petrolíferas en aguas de jurisdicción no pacífica; la convicción de que el negocio que genera la gran plataforma de producción de droga del Rif y el infame negocio del tráfico humano serían inviables sin la colaboración activa o pasiva del régimen; las obstrucciones a la investigación de los atentados del 11 M, unidas a la más que probable penetración de los grupos islamistas radicados en España por parte de la inteligencia marroquí; la continuidad histórica en la provocación dentro de una estrategia de largo alcance; los objetivos de dicha estrategia, que no son otros que apropiarse de territorios de soberanía española; las presiones dirigidas a acallar a nuestra prensa; las maniobras para consumar la anexión del Sáhara Occidental.
Si cada una de estas razones constituye un desafío para España, la más apremiante es la última: dentro de tres días el Consejo de Seguridad de la ONU se pronunciará sobre el plan de paz. Hace treinta años que la posición de todos los grupos políticos españoles sobre nuestra ex colonia viene coincidiendo en lo esencial. Se trata de la obligación histórica, moral y jurídica de no defraudar de nuevo a los saharauis. Nadie ha abandonado esta actitud... hasta que llegaron Rodríguez y Moratinos.
Moratinos practica una diplomacia ajena a nuestros intereses y obsesionada con desandar lo andado por sus predecesores, y en su empeño está dispuesto a entrar en contradicción con la posición histórica del PSOE. Lo peor que podía hacer es exactamente lo que ha hecho: entregarse a la diplomacia francesa para corregir el plan de paz hasta que le guste a Mohamed VI. El viraje incomoda, entre otros, a Argelia, de cuyos recursos energéticos dependemos.
Así, las contradicciones en política interna han acabado extendiéndose a un grave asunto exterior que puede desestabilizar el Magreb. Entramos en una semana decisiva sin que la ONU, ni los Estados Unidos, ni Marruecos, ni Argelia, ni el Frente Polisario, sepan si seguimos apoyando el plan Baker y defendiendo el derecho de los saharahuis a la autodeterminación .
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