Daniel Rodríguez Herrera
El fin de las farmacias canadienses
La propuesta demócrata serviría más para encarecer los fármacos en el país vecino que para abaratarlos en Estados Unidos.
La campaña de John Kerry acaba de recibir un golpe por parte de un grupo de 30 farmacias canadienses que operan por Internet, que se han negado a vender a EEUU. El demócrata se había quejado de los intentos de la administración Bush de bloquear las compras de medicamentos que algunos estadounidenses realizan en Canadá a través de la red, y su programa incluye la reducción de costes sanitarios a través de esas importaciones. No obstante, su promesa era imposible de cumplir y es dudoso que alguien dentro de su campaña no lo supiera, pero sonaba bien y podía conseguirle votos, que es lo importante.
El problema es que las farmacias canadienses tienen unos precios muy bajos porque el gobierno impone precios máximos a las medicinas. Esta costumbre, extendida en Europa, impide a las compañías farmacéuticas amortizar convenientemente los altos costes producidos por los largos procesos de aprobación de medicinas y la investigación de drogas que finalmente han resultado no ser útiles o presentar demasiados efectos secundarios. Los países como Estados Unidos en los que el precio es libre, en la práctica, están subvencionándonos las medicinas a los demás, Canadá incluida.
En los últimos años se está extendiendo una práctica llamada comercio paralelo, que consiste en importar medicinas desde países con precios controlados a países con precios libres, o con precios máximos más altos. Hacerlo por Internet facilita mucho a un ciudadano normal esta suerte de contrabando. Sin embargo, la generalización de esta práctica puede tener consecuencias desastrosas. Una de ellas, la que ha llevado a las farmacias canadienses a tomar su decisión, es que las compañías pueden decidir cortar el suministro de medicamentos hacia ellas, puesto que deja de compensarles su venta allí. En caso extremo, como el que plantearía la promesa de Kerry, incluso podría dejar de interesarles la venta en Canadá. Por tanto, la propuesta demócrata serviría más para encarecer los fármacos en el país vecino que para abaratarlos en Estados Unidos.
Kerry, supongo, lo sabe. Pero creo que hubiera agradecido que los canadienses esperaran un par de semanillas antes de decirlo en voz alta.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.
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