EDITORIAL
La Internacional Islámica del Terror
que nadie apele al pasado ni a los efectos de la pretérita y brutal sovietización del Cáucaso para pretender “explicar” la infame cobardía de estos asesinos. Ni son aceptables sus medios, ni lo son tampoco sus fines
Un día después de la jornada negra de terrorismo islamista en la que han sido asesinados alrededor de 40 personas en Rusia, Israel e Irak, los terroristas chechenos han ocupado este miércoles una escuela de la ciudad de Beslán, donde mantienen como rehenes al menos a 172 personas, 132 de ellas menores de edad. Los atacantes exigen la retirada de las tropas rusas de Chechenia, el fin de las acciones militares en esa república y la liberación de la veintena de terroristas detenidos tras la incursión perpetrada el pasado 21 de junio en Ingushetia.
Bien estaría recordar la historia de Chechenia, pero que nadie apele al pasado ni a los efectos de la pretérita y brutal sovietización del Cáucaso para pretender “explicar” la infame cobardía de estos asesinos. Ni son aceptables sus medios, ni lo son tampoco sus fines. El objetivo de estos terroristas —no nos engañemos— no es otro que la misma retroutopía integrista de todas esas organizaciones islámicas que siguen derramando sangre en su cada vez más extenso mapamundi de operaciones. Los mismos que en Irak, los mismos que en Israel, los mismos que en Afganistán. El terrorismo islámico se ha constituido en una verdadera Internacional del Terror, algo muy acorde con la umma o comunidad de creyentes-combatientes contra el infiel que proclama el Corán, pero muy distinto, por cierto, de ese “terrorismo internacional” con el que lo adjetiva nuestro actual gobierno para ocultar el componente nuclear islámico que comparten y mueven a todas esas organizaciones criminales. Eso, por no hablar de los calificativos de “resistentes” o “insurgentes” con los que buena parte de la prensa occidental embellece a estos fanáticos criminales...
Para acabar con esta amenaza de la que todos podemos ser víctimas, el mundo libre debe rearmarse, sobretodo moralmente, empezando por entender que hay que combatir, no dialogar con los terroristas. Es inadmisible y suicida desdibujar su criminal naturaleza, como lo es negarse a ver el componente integrista islámico que entrelazan y mueven a todos estos fanáticos. Partir de la realidad exige reconocer los rasgos liberticidas y violentos que anida en el Islam y que, si no se denuncian y censuran, jamás sus fieles renunciarán a ellos. Ni en Chechenia, ni aquí.
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