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Isabel Durán

¿En manos de quién estamos?

Siempre he mantenido que si alguna virtualidad tuvo el programa Tómbola en sus inicios fue la de conocer en vivo y en directo a través de la pantalla del televisor a aquellos personajes que aparecían en el papel cuché. De esa manera ya no podían darle gato por liebre al público que hasta entonces desconocía cómo se movían, cómo hablaban o cómo pensaban. Y a partir de ahí, el  telespectador extraía sus propias conclusiones sobre la fauna rosa, antes de que la cosa degenerara por completo. Algo parecido me ocurre con la comisión del 11-M, la macabra tómbola de la vida política nacional. Si casi me da un soponcio al constatar en manos de quién se encuentra la lucha contra el terrorismo al observar en carne y hueso en su comparecencia a Telesforo Rubio, –el comisario de Chamartín ascendido por el gobierno de Zapatero a comisario general de información– la misma sensación he tenido con el máximo responsable de los espías españoles.
 
Alberto Saiz Cortés, llano y amable como un clon de su mentor José Bono es, en descripción del propio ministro de Defensa, “bueno y de buena familia”. En su intervención ante la comisión de investigación sobre los atentados este ingeniero de montes sin experiencia previa en terrorismo, ni en terrorismo islámico, ni en información dedicado durante más de veinte años a la administración castellanomanchega en cargos de responsabilidad de medioambiente y encumbrado ahora a la atalaya de la jefatura de los servicios secretos para velar por la seguridad de todos los españoles, soltó algunas perlas más propias de una viñeta de Mortadelo y Filemón que de el nuevo director del Centro Nacional de Inteligencia.
 
Así, tras el halago por parte del diputado socialista Álvaro Cuesta “para no ser bilingüe se expresa usted muy bien”, se autopreguntó retóricamente ante los comisionados “¿saber idiomas?”. Y ni corto ni perezoso se respondió a sí mismo, “yo todavía no he tenido ninguna dificultad para comunicarme con ninguna persona de otro servicio secreto de ninguna parte del mundo”. ¡Toma del frasco! ¡Y no se trata de una sentencia de José Isbert en su papel de Alcalde de "¡Bienvenido Mr Marshall!"  Todavía hay más. Preguntado por ERC sobre las escuchas telefónicas negó que se produjeran pinchazos ilegales pero añadió, fuera de aquí, tomando unas cañas, podría ser más claro y aportar más datos. En fin, para echarse a temblar con la Ley de Secretos Oficiales.
 
Disquisiciones aparte, en esta tercera semana de la comisión que investiga los atentados del 11-M, empiezan a saltar algunas liebres. Por fin se vislumbran algunas cuestiones en claro de interés general al margen de la estricta reyerta política. Vayamos por orden:
 
Primero: Los atentados no fueron cosa de Al-Qaeda. Parece sorprendente pero el nuevo director del CNI Alberto Saiz Cortés así lo ha declarado solemnemente. Se trata de un grupo radical islámico de marroquíes apoyados por la trama de los confidentes asturianos, “con conexiones en el exterior”. Dato este último aportado también por el nuevo responsable de la Casa.
 
Segundo: A fecha de hoy, a pesar del apagón informativo del gobierno socialista cuyos representantes exigían cuatro meses antes información a tiempo real, tenemos otro importante dato: se ignora quién es el autor intelectual de los hechos. Gracias a los máximos responsables de los servicios secretos sabemos ahora que no se tiene ni idea de quién es el jefe de los “cuatro desarrapados de Lavapiés”, en palabras del ex director de la Casa, Jorge Dezcallar.
 
Tercero: Hay que investigar las conexiones con ETA como reconoció el propio Dezcallar ante los comisionados, así que ya puede ir tomando nota Telesforo Rubio no vaya a ser que le pille el toro.
 
Cuarto: Arnaldo Otegui, tras asegurar públicamente que ETA no era autora de los atentados, en un pinchazo telefónico que le hizo el CNI y que éste niega, dice exactamente lo contrario. Que fue la banda terrorista vasca y que hay que echarle la culpa a los moros (sic). El gobierno de Zapatero, en posesión del documento que no es otro que el desclasificado por el Ejecutivo de José María Aznar el 18 de marzo con el párrafo tachado, se niega a hablar del asunto porque avala la tesis de los populares de mantener la autoría de los etarras ya que hasta Otegui lo hacía en privado.
 
Y quinto: Aznar, que según fuentes cercanas asegura ahora haber hablado con Radio Caracol “en presente histórico”, recibía como no podía ser de otra manera los informes de inteligencia pero José Luis Rodríguez Zapatero en su calidad de jefe de la oposición, también. El actual CNI reclama los informes al ex presidente del Gobierno pero no pide cuentas al actual inquilino de La Moncloa en cuyas manos también se depositaban informes desde que se convirtió en secretario general de los socialistas.
 
En definitiva, y a pesar de los generales esfuerzos por esconder la verdad, los interrogatorios de los diputados populares, Jaime Ignacio del Burgo y Vicente Martínez Pujalte, esbozan nuevos horizontes sobre la posibilidad la comisión de investigación arroje por fin alguna luz. La posibilidad de la comparecencia de los confidentes tras la solicitud del propio presidente Paulino Rivero es un canto más a la esperanza de que por fin se esclarezca parte de la verdad que con tanto ahínco se intenta ocultar. 

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