EDITORIAL
Situar a ETA en el mapa y a Zapatero en la presidencia
“Nada de lo que os voy a decir es nuevo para vosotros. Os lo dije ya, hace medio año, en algún lugar de Euskadi, cuando en nombre de mi partido os pedí, formalmente, que no actuaseis más en mi país. Habéis respetado la petición durante seis meses. Ahora, sólo me atrevo a pediros que, cuando queráis atentar contra España, os situéis, previamente, en el mapa”.
Carod Rovira, Avui, 31 de mayo de 1991
Durante los seis meses anteriores a la matanza en la localidad catalana de Vic y a la publicación de este artículo de Carod-Rovira, ETA cometió doce atentados –todos ellos fuera de Cataluña– en los que fueron asesinadas doce personas. Este domingo, tras las nuevas negociaciones del dirigente independentista con ETA en Perpignan y el posterior comunicado de tregua exclusivamente para Cataluña, han sido detenidos dos terroristas cuando se dirigían a Madrid cargados con 536 kilos de explosivo.
El ministro del Interior, Ángel Acebes, al dar a conocer la noticia de las detenciones de los etarras, ha comentado que “hoy estará muy satisfecho Carod-Rovira porque el atentado se iba a producir en Madrid”. No sabemos lo que sentirá el dirigente independentista al conocer la situación geográfica del lugar donde ETA quería cometer su frustrado atentado. Lo que sí sabemos –entre otras cosas, porque lo ha confesado por escrito– es que ETA respetaba una petición suya mientras asesinaba durante seis meses fuera de Cataluña. Lo que sabemos de este indeseable –porque también lo ha dejado por escrito– es que cuando ETA ha colocado bombas fuera de Cataluña jamás ha advertido a ETA que “es la Catalunya nacional, y las personas concretas, quienes sufren los estragos, y no España y todo su aparato. Aunque esto no parece importaros”. Lo que también sabemos del socio de gobierno de Maragall –y de quien le gustaría tenerlo como tal a Zapatero– es que “el derecho a la autodeterminación nacional es un derecho por el que, en Euskadi, mucha gente ha dado la vida y ha luchado con todas sus fuerzas. En los Països Catalans, también”. Lo que no sabemos ya es si el hecho de haber sido detenidos antes de haber perpetrado el atentado dejará a estos dos etarras fuera de esa categoría elogiada por Carod Rovira de “los que han luchado con todas sus fuerzas por el derecho a la autodeterminación nacional”.
Entiéndase bien y reconozcamos que en España no están en juego los meros matices de gobierno que en otros países diferencian a los principales partidos políticos. Discrepar de las alianzas de Zapatero con el mismo tono con el que se discrepa de su política de promoción del deporte o de su política agraria –valga el ejemplo- no es síntoma ni de ponderación, ni de sensatez, sino de todo lo contrario. ¿Cómo no va a infectar la indecencia moral y política de Carod Rovira a quien, como Zapatero, aspira a tenerla como socia no sólo en Cataluña sino también en Madrid? ¿Cómo no temer, aunque sea en la oposición, como peligrosísima la debilidad de este dirigente socialista?
Si Carod Rovira desea verlo como presidente, ¿cómo va a ser Zapatero un líder de la oposición capaz de influir en los acontecimientos y con margen de maniobra para participar en los grandes consensos que, gane quien gane, serán imprescindibles para afrontar el desafío nacionalista? ¿Ofrecería Carod Rovira sus votos a Bono, en lugar de a Zapatero? ¿Tan bajo es el perfil de Rajoy como para que Zapatero aspire a sobrevivir a su derrota al frente del PSOE?
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