Juan Manuel Rodríguez
En las distancias cortas
¡Hay que ver!... Frank Rijkaard dice ahora que él nunca se sintió cesado... ¡Sería el único!... Y no es que Rijkaard no se sintiera cesado porque sea un hombre insensible, un técnico impenetrable y adusto al que no le afecta absolutamente nada. Bien al contrario, no hacía más que dar saltos en el banquillo del estadio Sánchez Pizjuán, mirando constantemente el reloj y pidiendo a sus futbolistas que durmieran el partido. Eso demuestra que está vivo y que algo sí se olía, aunque cuando observo sus ruedas de prensa me entran unas ganas locas de coger el Puente Aéreo y pincharle con un alfiler para ver si sangra. No es, por tanto, que Rijkaard no se sintiera nunca cesado porque ya no sienta ni padezca, sino porque, en ocasiones, el interesado es el último en darse cuenta de todo lo que sucede a su alrededor. Y lo que sucede alrededor del entrenador del Fútbol Club Barcelona es mucho, yo diría que incluso demasiado.
Miguel Ángel Lotina sí que lo sentía. El lunes le dijo a su mujer: "Creo que este ha sido mi último entrenamiento con el Celta de Vigo". Tampoco había que ser demasiado avispado para darse cuenta. Recuerdo que hace tiempo había un anuncio en televisión que terminaba con este eslógan: En las distancias cortas es donde un hombre se la juega, pero aquello era colonia y esto es fútbol. Y en las "distancias cortas" del fútbol, los directivos suelen decidir casi siempre lo mismo, esto es, "cortarle" la cabeza al entrenador. Horacio Gómez resultó ser un esnob el día que mantuvo en su puesto a Lotina tras la debacle con el Deportivo de La Coruña, pero el domingo sí notó las dentelladas de los aficionados y eligió el camino más fácil y efectista. ¿Solucionará los males que aquejan a este Celta quien supla ahora a Lotina? Lo dudo mucho.
Yo creo que si Laporta-Rosell-Cruyff continúan sosteniendo a Rijkaard es sólo por una cuestión de manejabilidad. El holandés se muestra permeable a los múltiples consejos que le llegan desde todos los sectores del club, de ahí, quizá, esa cara tan particular de alucinado o ensimismado que muestra este entrenador. El Barcelona es tan grande y tiene tantos intereses creados y tantas voces autorizadas, que las recomendaciones resultan a veces contradictorias. Si yo fuera él me haría un plano. Hasta en eso Florentino Pérez fue un adelantado de su tiempo porque echó a la calle a un entrenador que ganaba muchos títulos para el Real Madrid. Y Del Bosque, a diferencia de Rijkaard, sí que lo sintió en aquella ocasión. Y mucho.
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