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Pablo Molina

Internet a la cubana y el escandalito O’Neill

El gobierno revolucionario de la isla-cárcel acaba de dar una nueva muestra de su permanente afán por llevar al pueblo cubano a las más altas cotas de libertad colectiva, concepto éste frontalmente opuesto a la idea nefasta de libertad individual que fomenta el decadente capitalismo demoliberal. En efecto, leyendo el blog de Tim Blair nos enteramos de que, a partir de ahora, el acceso a Internet en el paraíso marxista habrá de sujetarse a una legislación especial. Es una modalidad de acceso a la red que podríamos denominar, como hacemos en el título, Internet a la cubana:
 
Sólo aquellas personas autorizadas a usar Internet desde el hogar, como los empleados del gobierno o los médicos, podrán disponer de una línea telefónica regular. La nota dice que la compañía estatal de teléfonos ETECSA usará las técnicas necesarias para detectar e impedir los accesos no autorizados. La ley entrará en vigor el sábado, de acuerdo con la carta enviada por los servicios de Internet de ETECSA, E-net, el viernes a sus clientes. El gobierno cubano aprobó un decreto el año pasado por el que Internet sólo podía usarse a través de un caro servicio telefónico cargado en dólares, no accesible  generalmente para los cubanos de a pie.
 
Con políticas progresistas como la descrita no es extraño que los regímenes comunistas e islámicos aparezcan inmejorablemente situados en la clasificación de países que más trabas ponen a sus ciudadanos para acceder a internet —pena de cárcel incluida—, elaborada anualmente por Reporteros Sin Fronteras, en la que Cuba obtiene por méritos propios una merecida cuarta plaza.
 
Pero no podemos acabar nuestro repaso semanal a los weblogs sin comentar una noticia referida al ex-secretario del tesoro americano, Paul O’Neill, que ha conmocionado las webs de opinión internacionales más progresistas. O’Neill afirma en un libro de reciente aparición que Bush ya tenía planes para derrocar el régimen de Sadam Hussein antes de los ataques del 11 de septiembre. Es correcto. De hecho, como recuerda Glenn Reynolds, los planes para un cambio de régimen en Irak son mucho más antiguos. Así Clinton en 1998, cuando se lo permitían sus frecuentes despachos con el personal becario ya afirmaba que:
 
Los Estados unidos apoyan un Irak que ofrezca a su pueblo libertad. (...) Los iraquíes merecen y desean la libertad como cualquier otro pueblo. Los Estados Unidos desean un régimen apoyado democráticamente que nos permitiera iniciar un diálogo para reintegrar Irak a la vida normal internacional. (...) La evidencia demostrada es que tales cambios no sucederán bajo el régimen actual.
 
Por otro lado, el presidente Bush jamás ocultó sus deseos de que el régimen tiránico de Bagdad diera paso a un eventual sistema democrático. Ya en un debate en la Universidad de North Carolina con Al Gore durante la campaña electoral de 2000 dejaba claras su intenciones:
 
...
MODERADOR: ¿Se refiere a Sadam Husein?
GOBERNADOR BUSH:: Sí, y...
MODERADOR: ¿Usted podría echarle  de allí?
GOBERNADOR BUSH: Me gustaría echarle, por supuesto, y presumo que a nuestro gobierno actual también.
 
En medio de la polémica, Paul O’Neill hizo una solemne aparición en el programa de televisión 60 Minutes explicando con todo lujo de detalles su terrible descubrimiento. Sin embargo parece que se le fue la mano, puesto que los documentos en los que apoyó sus afirmaciones son menos trascendentales de lo que hizo creer a los espectadores, tal y como recoge Don Feder en esta crónica:
 
Paul O’Neill hizo su aparición estelar en el programa de televisión 60 Minutes, en el que entre otras cosas afirmó que tenía un documento que demostraba que los preparativos para la guerra de Irak estaban ya diseñados antes del 11 de septiembre. Citó –e incluso mostró– lo que decía ser un documento del Pentágono titulado "Aspirantes extranjeros a los contratos de los campos de petróleo", afirmando que el documento trataba sobre la planificación de los asuntos petrolíferos en la post-guerra de Irak. Pero ese no es un documento del Pentágono. Es de la oficina del vicepresidente y formaba parte del Proyecto de Energía que estudiaba Dick Cheney antes de los ataques del 11 de septiembre. Y el documento no tiene nada que ver con la postguerra de Irak, sino que formaba parte de un estudio global de las reservas de petróleo.
 
Pero no debe preocuparse el sagaz O’Neill. Una vez ha accedido al codiciado estatus de icono progre gracias a su escandalito contra el malvado Bush, es de esperar que las autoridades cubanas, por ejemplo, le agasajen con una estancia gratuita en la isla para que pueda contar al mundo las bondades del régimen comunista, denunciar el llamado bloqueo, y sobre todo disfrutar de la conversación amena de Fidel Castro Ruz, como hacen periódicamente las estrellas cinematográficas de su país:
Por cierto que al famoso director de "La lista de Schlinder" y tantos otros éxitos cinematográficos, su colega Robert Duvall le aconseja construir un pequeño anexo al Museo del Holocausto en honor a todos cubanos asesinados por Castro. Vaya; otro que se queda sin vacaciones caribeñas gratis.

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