L D (Agencias) El Barcelona-Celje cumplió con el guión establecido de antemano. Fue un partido duro en el que los jugadores barcelonistas superaban los nervios de la primera mitad para, en una gran segunda parte, mostrarse mejor que el conjunto esloveno y meterse nuevamente en una final del máximo torneo continental.
El actual campeón vino con las cosas claras al fortín del Palau. Dura defensa para evitar ventajas azulgranas y aprovechar la inspiración de Rutenka. Lo primero lo cumplió, gracias a cierta permisividad de los colegiados suecos, y eso le permitió mandar. El Barça se encontró con muchos problemas. Los nervios pasaban factura por los brazos de los jugadores de Xesco Espar y sólo el francés Jerome Fernández encontraba los huecos para hacer goles y evitar que el Celje se escapase de manera definitiva.
Sin embargo, el conjunto esloveno no perdió la iniciativa y fue siempre por delante en el marcador, en ocasiones con rentas de tres goles que, sino era preocupantes, sí evidenciaban que el equipo local no andaba fino. En los minutos finales, el amago de reacción provocó el empate en el partido, aunque se podía haber ido por delante si Fernández no hubiese fallado un siete metros.
La llegada a vestuarios revolucionó al Barcelona. Salió centrado y devolvió la moneda al Celje en defensa tomando la iniciativa el choque (18-16, min.33). A partir de ese momento, el equipo local tomó el mando y no lo soltó.
Rutenka, con dos exclusiones, no podía forzar y Koksarov mantenía a los suyos. No sirvió demasiado tiempo. Pasado el cuarto de hora de juego de la segunda mitad, el Barça estaba dentro de la final y la presión era para el equipo esloveno.
Fue entonces el momento de David Barrufet y Peric. El español detuvo un lanzamiento vital desde siete metros y sus compañeros le recompensaron con el 28-23. Todo parecía decidido, pero el Celje lo intentó hasta el final. Se puso a cuatro y con posesión para meter miedo (30-26). El portero serbio detuvo el lanzamiento y Skrbic sentenció.