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ZAPATERO SE CORTA UN TRAJE DIVINO, por Víctor Gago

(Libertad Digital-Víctor Gago) El Gobierno recurre a la Iglesia Católica para legitimar la negociación con ETA. Con el Parlamento Europeo partido en dos ante lo que el PSOE presumía como un paseo triunfal de su partenariado con los terroristas,  el Gobierno ha forzado la máquina de intoxicación para llegar al debate del próximo miércoles con una capa de autoridad moral tapando en precario sus vergüenzas. Que el Gobierno que más ha perseguido a los católicos desde la II República se apropie de los muchos silencios, deseche las no pocas condenas, copie y pegue las vastas zonas de sombra, o entierre las no menos extensas de claridad moral en la sinuosa doctrina de la Iglesia sobre el terrorismo etarra, y que lo haga para cortarse a toda prisa un traje a medida, si algo revela, es una necesidad imperiosa de legitimidad para lo suyo con los terroristas, ante las evidencias de que se hacen concesiones dudosamente legales, y ante el hecho –con el que no contaban– de que un sector de la población cada día mayor, según detectan las encuestas, empieza a darse cuenta del juego y lo rechaza.
 
La nueva canción de cuna es que el llamado "proceso de paz" viene siendo acompañado por el Papa Benedicto XVI desde el pasado 5 de abril, gracias a la intercesión de una Iglesia Española y Vasca que habría girado a la moderación con la llegada del tándem formado por Monseñor Ricardo Blázquez –presidente de la Conferencia Episcopal– y Monseñor Juan María Uriarte –Obispo de San Sebastián–.
 
El País ha puesto este domingo a Luis R. Aizpeolea, su sastre de confianza para los paños finos de Zapatero, a sembrar la exclusiva de que la escueta referencia de Benedicto XVI el 5 de abril de 2006 sobre la tregua [por otra parte, lógica, ¿qué Ser moral no desea la paz ni se llena de esperanza ante una declaración de tregua?], durante una bendición litúrgica en la Plaza de San Pedro, expresa un elocuente respaldo de la Iglesia Católica a la política de apaciguamiento seguida por Rodríguez Zapatero.
 
El mismo periódico y el mismo sastre difundían meses atrás la especie de que el PSOE y Batasuna-ETA habían estado buscando la colaboración Monseñor Roger Etchegaray como mediador entre el Gobierno y ETA. El cardenal vasco-francés rechazó la oferta, lo que, tratándose de un estrecho colaborador de Benedicto XVI, no es verosímil que lo decidiera sin consultar con el Papa. El periódico gubernamental pasa de puntillas sobre este portazo del Vaticano a la ansiedad del Gobierno Zapatero por involucrarlo en sus tratos con ETA, como también olvida que Benedicto XVI estuvo en julio pasado en Valencia y, pudiendo referirse al llamado proceso de paz, no lo hizo. Bastantes horas de diplomacia le costó a María Teresa Fernández de La Vega conseguir que, durante su visita, Su Santidad recibiese a Zapatero y se olvidase por unas horas del llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, la promoción de la eutanasia y el aborto por el PSOE o el recorte de la libertad educativa en la nueva Ley Orgánica de Educación.
 
La otra gran aportación de Exclusivas El País  al vestuario de legitimidad del llamado "proceso de paz" es el espectacular tuneado moral de Monseñor Uriarte, a quien tapizan de moderación, engastan luces de inteligencia pacificadora y convierten en un potente vehículo del proceso de Rodríguez Zapatero y ETA. Monseñor Uriarte, que hace dos semanas dijo a los feligreses que "las víctimas no deben determinar el proceso de paz", sería la versión vasca de la Iglesia Española de Monseñor Ricardo Blázquez, moderada, moderna, dialogante, que comparte con Zapatero la idea de que lo virtuoso es pactar con los terroristas –ni una palabra sobre el contenido de ese pacto, aquello que, en rigor, lo convertiría en moral o inmoral a ojos de la doctrina católica, ya que ningún pacto es bueno o malo a priori– y comprender por igual las razones de verdugos y víctimas porque el bien moral del proceso consiste en la superación de un conflicto histórico que se asume como un hecho incontrovertible, como hizo la muy católica Mary Robinson –ex presidenta de Irlanda– durante su bochornoso e insultante –para los españoles– discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias. Frente a esta Iglesia del talante, estarían, según El País, los rescoldos oscuros de la Iglesia "conservadora", cerril e inquisidora de Monseñor Rouco Varela, fiel aliada del Gobierno Aznar en su política vengativa con los terroristas.
 
Maniqueísmo a granel, manipulación del peor barril, a la búsqueda de un aliado moral al que se ha machacado desde las políticas públicas pero a quien ahora se necesita desesperadamente para contener una creciente división de la sociedad ante los indicios, cada día más clamorosos, de que Zapatero no sólo ha puesto precio al Estado de Derecho sino que está dispuesto a vender también la dignidad. Que El Vaticano no caiga en la trampa de desmentir o confirmar el juego desesperado del Gobierno por medio de su diario amanuense parece lógico. Nunca se ha prestado a ese tipo de maniobras, El País lo sabe y cuenta con que inventarse un respaldo de la Iglesia a Zapatero le va a salir gratis en Roma.
 
¿Es igualmente lógico que la Iglesia española no  recuerde que la posición de los católicos sobre el terrorismo etarra está muy clara y se recoge en la instrucción pastoral de noviembre 2002, Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y consecuencias?

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