"Habéis dejado un país, una España, por la que merece la pena dejarse la piel", agradeció el jefe del Ejecutivo. En presencia del propio Redondo, de su hijo Nicolás Redondo Terreros, del actual líder de UGT, Cándido Méndez, del ex presidente de la CEOE José María Cuevas, del líder de CCOO, José María Fidalgo, o del ex secretario general de PCE Santiago Carrillo, Zapatero se mostró "orgulloso" de presidir un país que "es admirado y respetado" en todo el mundo y que tiene como "señas de identidad" la paz, la igualdad, la justicia y la solidaridad.
Euforia económica
El presidente del Gobierno vaticinó un futuro de prosperidad para España, con "pleno empleo", igualdad real entre hombres y mujeres, atención a las personas dependientes y donde no se tolera la explotación de los trabajadores inmigrantes. "No vamos a permitir que explote a nadie, tenga el color de piel que tenga", advirtió.
En un tono de complicidad, ya que Zapatero también es militante de UGT, el jefe del Gobierno se refirió también a las relaciones entre el PSOE y la central sindical. Se mostró convencido de que el "divorcio" entre la UGT y el PSOE en los años 80, las dos huelgas generales, y la renuncia de Nicolás Redondo a su escaño en el Congreso, fue una "crisis de madurez necesaria" porque, a su juicio, en democracia "cada uno debe estar en su sitio", aunque confesó que la crisis en la familia socialista tuvo también "un punto de esquizofrenia" por la doble militancia de la mayoría de sus afiliados.
"¡Viva la UGT, vivan los trabajadores y vivan los Redondo!", concluyó el presidente del Gobierno en presencia de la familia y amigos del sindicalista, como el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, o el escultor vasco Agustín Ibarrola.