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ROUCO VARELA: "El terrorismo no tendrá nunca la última palabra"

El cardenal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, dijo este viernes que el terrorismo no tiene ni tendrá nunca la última palabra ni en la vida de los pueblos ni en la determinación de sus destinos; tampoco en España. Durante su homilía celebrada en la catedral de la Almudena con motivo del aniversario del 11-M, el arzobispo de Madrid aludió al último libro de Juan Pablo II, "Memoria e identidad" cuando el pontífice habla sobre las "ideologías del mal", y señala entre ellas "las teorías contemporáneas que pretenden justificar y/o explicar el terrorismo actual, encubriendo el odio que las alimenta".

L D (EFE) El programa cristiano para desenmascararlas intelectual y éticamente se puede cifrar en la máxima paulina: "No te dejes vencer por el mal; antes bien vence el mal con el bien".
 
"Hace un año, dijo Rouco Varela, nos reuníamos en esta catedral de Nuestra Señora de La Almudena como los hijos que, ante un enorme drama, se aprietan junto a su madre para mitigar el dolor y enjugar sus lágrimas". "La cruz de Cristo se había hecho presente de un modo inexplicable, absurdo y trágico en los terribles atentados terroristas que sacudieron la conciencia de nuestra ciudad, y del mundo entero, dejándonos con la misma impresión espiritual que describe el libro de la Sabiduría: la de haber sido probados en el crisol".

El arzobispo de Madrid agregó que "hoy como ayer recurrimos a la plegaria y a la comunión fraterna que Cristo ha establecido entre los hombres para consolarnos mutuamente con la certeza de que la muerte no es la última realidad de la vida humana". "Queremos, dijo, estrecharnos con todos los que sufrís la pérdida de un ser querido en los atentados terroristas del 11-M y en los demás atentados terroristas de esta ya larga historia de dolor y sufrimiento causada por el terrorismo en las últimas décadas, en Madrid y en toda España".

"Y deciros que, según el libro de la Sabiduría, sólo los insensatos que se atrevieron a segar sus vidas inocentes pensaron que acabarían con ellos, que los aniquilarían para siempre. No es así", señaló, porque "la vida del hombre está en las manos de Dios, Señor de la vida y de la muerte". ¿Cómo se puede explicar la respuesta admirablemente unánime y generosa, expresada en el auxilio sacrificado y, en no pocos casos, heroico prestado en aquellas horas dramáticas del 11 de marzo del pasado año a los muertos y heridos?, se preguntó Rouco.

"Cómo se puede explicar esa respuesta dada "por los madrileños de toda condición y desde el ejercicio de las más variadas responsabilidades, públicas y privadas, sino por la fuerza de ese amor sentido implícita o explícitamente en su conciencia y en su corazón", añadió el cardenal. "No podemos por menos de situar en esta perspectiva del Jesús que se inmola por el bien y la salvación del hombre a los que han sido sacrificados por la acción criminal de los terroristas, cualquiera que haya sido la forma elegida por ellos para ejecutarla: la del asesinato selectivo o la de la masacre indiscriminada que se ceba en unas multitudes de personas, tan inocentes, como las del 11-M", señaló.

El cardenal invitó a "a mirar a Cristo en la cruz" y "junto a El, a mirar a las víctimas de los atentados terroristas, que con su propia cruz son ahora colocados junto a Cristo para que El les otorgue la vida, y mirar también a sus familiares, amigos y seres queridos que tanto consuelo, comprensión y ayuda espiritual y material necesitan y esperan de todos nosotros". "En esa Cruz del padecer dolor estarán también vida, consuelo, el noble honor y la fuerza para la paz justa y verdadera que tanto necesitan también en esta hora histórica todos los que han empeñado y siguen empeñando lo más valioso de si mismo en la erradicación definitiva del terrorismo", manifestó Rouco.

 
Cientos de personas abarrotaron La Almudena para asistir al funeral. Además de la Familia Real al completo, miembros del Gobierno y de la oposición, sindicatos y otras autoridades, asistieron a título personal heridos en los atentados y familiares de los muertos. En la calle, cientos de personas que no cabían en el templo siguieron la misa.
 

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