Quienes esperaban a un Mariano Rajoy exultante por los resultados cosechados en Cataluña se equivocaron. Y es que, menos de 24 horas después de conocerse el nuevo mapa electoral en dicha comunidad, el presidente del Partido Popular quiso impregnar de solemnidad su discurso, cargado de mensajes en clave interna y con la vista puesta en el futuro.
El escenario escogido fue el Comité Ejecutivo Nacional, reunido de forma extraordinaria en la sede nacional para analizar los datos del 28-N. Es el segundo órgano en importancia del partido, y en él forman parte presidentes regionales, portavoces de todas las cámaras de representación y el Comité de Dirección en pleno. Y en esta ocasión nadie dejó la silla vacía, como es lo habitual.
Rajoy quería que todos estuvieran allí para escucharle; iba a marcar la línea a seguir de cara las próximas citas con las urnas, incluida las elecciones nacionales de 2012. Su primer mensaje era de calado: los resultados en Cataluña, en consonancia con los cosechados en Galicia, País Vasco y a nivel europeo, refrendan la estrategia del Congreso de Valencia.
"A la luz de las convocatorias electorales, debemos mantener la línea" surgida "hace dos años y medio", dijo gráficamente el jefe de la oposición, vestido en su particular traje de presidenciable.
Una estrategia que se basa, según dijo él mismo, en "el centro y la moderación" y que pasa por dar solución a los problemas económicos del país. Rajoy considera que las elecciones avalan que dar de lado al resto de temas de actualidad, uno de los puntos que más incomoda de puertas para adentro.
Aguirre critica tanto autobombo
De hecho, esa defensa a ultranza de la línea del convulso cónclave valenciano no gustó a todos los componentes del Comité. En corrillo, veteranos del PP rechazaron la idea de "vivir de la inercia" ahora que la brecha interna en el PSOE aumenta y Rodríguez Zapatero está en caída libre. "Todavía no tenemos postura sobre la Ley de muerte digna", se quejó un barón regional.
Sin embargo, y a tenor de los éxitos en las urnas, las críticas cada vez se hacen en voz más baja y en grupos más reducidos. Solamente Esperanza Aguirre hacía autocrítica: "El éxito del PPC no tiene nada que ver con el Congreso de Valencia", aseguró a los periodistas.
Torpedo al presidente Zapatero
Visto, a ojos de Rajoy, que la táctica del 'nuevo PP' funciona, la segunda idea desgranada era más un torpedo contra los ya de por sí debilitados socialistas: "El PSOE ha tenido el peor resultado en unas elecciones de Cataluña de su historia" y esto refleja "el hartazgo" tanto del tripartito como de las políticas del presidente del Gobierno.
"No es verdad que haya un descrédito de la política. Hay un descrédito de los malos gobernantes (...) No se puede ir en contra de los votantes de uno. El PSOE no ha estado a la altura de lo que le demandaban sus votantes", arguyó Rajoy, que denunció a un PSC metido en el cuerpo de un "nacionalista". "Las imposturas se pagan en la vida, y también en la política", sentenció.
Un hilo argumental que le sirvió al líder del PP para asegurar que, pese al giro estratégico emprendido, sus principios siguen siendo los mismos de siempre, destacando "el amor a España" y el respecto a la Constitución.
Unas ideas, insistió, que comparten una inmensa mayoría, por lo que "el PP somos un partido abierto a todas las personas, que nos hayan votado no" a tenor de que "caben todos los que quieran un país y un gobierno serio".
"Somos un partido de Gobierno. Queremos gobernar España. Nuestro objetivo no es ser bisagra. Somos un partido con vocación mayoritaria", proclamó Rajoy, que también tuvo tiempo para mandar un último mensaje a Zapatero: "Si no quiere que los españoles hablen -a través de elecciones anticipadas-, al menos que gobierne".