(Libertad Digital) Venticuatro de los cuarenta implicados eran confidentes de las distintas fuerzas policiales. Era el caso de los nueve implicados en la trama asturiana, con los hermanos Toro Castro y Suárez Trashorras a la cabeza. A su vez, nueve de los diez autores materiales eran confidentes de fuerzas como el CNI, la Brigada Provincial de Información, la UDYCO, la Brigada de Estupefacientes de Leganés o la UCIE.
Por otro lado, de los 40 implicados, todos menos seis eran controlados policialmente. En el caso de Jamal Ahmidan, alias El Chino, sus pasos estaban siendo seguidos por la UDYCO (Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado) y por la Brigada de Estupefacientes de Avilés, mientras que Sherhane ben Abdelmajid Fakhet, alias El Tunecino, era vigilado por la Brigada Provincial de Información y por la UICE. Ambos fueron autores materiales de los atentados. Pero no fueron los únicos autores materiales vigilados por más de una fuerza policial. Rachid Oulad Akcha era también vigilado por las mismas fuerzas que El Chino, así como Mohamed Oulad Akcha, El Risitas.
Por otro lado, el UCO y la Brigada Provincial de Información seguían a José Emilio Suárez Trashorras, así como a otros ocho implicados en la "trama asturiana" de los atentados del 11-M, entre los que están la mujer de éste, Carmen Toro, y su cuñado, Antonio. El CNI, a su vez, controlaba las actividades de Allekema Lamari, a quien el servicio de inteligencia tomaba por el jefe de la célula. También seguía a otros cuatro implicados, entre los que se encuentra Mohamed Belhadi, que alquiló el piso de Leganés.
Said Berraj, alias El Mensajero, era vigilado por la Brigada Policial de Información y la UCIE. Está muy vinculado en el islamismo radical y de hecho fue detenido junto a Amer Azizi cuando se dirigía a Afganistán para unirse a las tropas de Osama Ben Laden, en 2001. La información del diario El Mundo revela que además de estar controlado por dos fuerzas policiales, "trabaja para una empresa de servicios propiedad de un ex inspector de policía".
Las fuerzas policiales tenían pinchados los teléfonos tanto de El Chino como de El Tunecino y Jamal Zohugam. Los diversos procesados por la autoría material de los atentados mantuvieron cientos de conversaciones entre ellos y fueron controlados durante más de cinco meses, tiempo suficiente como para "detectar alguna pista de que algo muy grave se estaba tramando", según Casimiro García Abadillo, periodista que firma la información de El Mundo.