No es algo nuevo que Joaquín Leguina se muestre crítico con las políticas de quienes ahora lideran su partido. Pero el artículo que publicó este lunes la revista El Siglo es especialmente contundente, y suena a llamamiento a sus compañeros para que se decidan, también, a levantar la voz y salven el partido de un presidente "imprudente" y experto en "negarse a sí mismo".
El destinatario de la columna de Leguina es, sin duda, el propio PSOE. Y a él se dirige para recordarle que "la responsabilidad es uno de los conceptos claves que separan la democracia y la tiranía". Dice Leguina que las "promesas incumplidas", "ocurrencias varias" y "leyes de campanario", en alusión a Zapatero, "han de pagarse y no en el más allá". La fórmula: una respuesta por parte de sus propios compañeros.
"Los partidos", dice Leguina, "si tuvieran unas migajas de democracia interna, unos gramos de vergüenza torera, deberían ajustar las cuentas con sus líderes, sobre todo cuando éstos meten la pata con una contundencia sublime". Y continúa diciendo que "es preciso renegar de una imprudencia que se ha impuesto entre sus filas desde el año 2000", en referencia a la fecha en que Zapatero fue elegido para liderar el partido.
Se pregunta el ex presidente de la Comunidad de Madrid "cómo es posible" que sólo haya aplausos para el presidente y "no se levante jamás ni una sola voz crítica". Tampoco entiende que "no haya ni una persona capaz de hablar claro ni en la Comisión Ejecutiva del PSOE ni en el Comité Federal, ni siquiera en el Grupo Parlamentario".
Advierte, además, que "cerrar filas", la excusa que pueden poner para justificar esa forma de arropar al presidente en su hundimiento, "es una forma como otra cualquiera de negarse a ver la realidad".
El socialista recoge para su artículo otro del escritor valenciano Rafael Chirbes publicado en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, muy crítico con la política de gestos del presidente y sus "juegos de artificio" desplegados en los últimos años para "mantener la ficción de una política progresista". Cita los enfrentamientos con los católicos o la memoria histórica. Y añade Leguina que estos "gestos", que "pretenden ocultar la dura realidad con llamadas ideológicas al choque frontal entre buenos y carcas", encierran el peligro de "sacar a pasear nuestros viejos demonios".
El mensaje de Leguina, evidente desde el principio, se hace aún más claro al final. Dirigiéndose al nuevo socialismo que aupó Zapatero, dice que "parece llegada la hora de pensar en su relevo" para recomponer el partido "desde bases menos originales, pero más firmes y con gentes de más mérito y fuste que los actuales". Y concluye instando a sus compañeros a elegir con más tino" porque, "decididamente, la elección del año 2000 no fue buena".