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LAS CRISIS QUE VIENEN, por Víctor Gago

(Libertad Digital - Víctor Gago) Ningún partido político va a librarse, a la vuelta del escaqueo estival, de lidiar con crisis más o menos sañudas en sus respectivas parroquias. Los afiladores han hecho horas extra en agosto con el acero doméstico de PNV, CiU y ERC, pero PSOE y PP también tendrán que cortar el césped cuando regresen.
 
¿Por qué se ha vuelto todo tan enrarecido, incluso en familia? La esencia política de Rodríguez Zapatero puede explicarlo. Ha dejado tantos cadáveres en la cuneta, ha engañado tanto para ir escapando, ha sembrado tanta cizaña para mantenerse a flote, ha prometido tales recompensas por aislar a los que se le oponen o descubren su impostura, que es lógico que los demás se dividan, se debatan y se retuerzan entre quienes aún le creen y quienes le han calado, entre quienes le emulan y quienes intentan evitar su contagio.
 
Las heridas entre facciones abiertas en PNV, CiU y ERC tienen en común el desengaño. En todas, hay apuñalados de Zapatero que tratan de alertar al resto sobre la catadura traicionera del personaje. Es el caso de Artur Mas, Juan José Ibarretxe o el sector de ERC que aboga por romper con el PSOE y seguir con el PSC.
 
Al otro lado, se sitúan los que, aun reconociendo que no es de fiar, creen que se puede sacar partido de la debilidad de Zapatero para alcanzar el objetivo de siempre: la independencia de Cataluña y el País Vasco.
 
Es el caso de Josu Jon Imaz, que si habla de integrar al PSOE y Batasuna-ETA en "acuerdos transversales" –de los que, por supuesto, estaría excluido el PP– es por dos razones: primero, porque se ha sentado a la misma mesa que los enviados de Zapatero y los de ETA, y sabe todo lo que es capaz de entregar el primero a cambio de seguir en el poder; y segundo, porque ha observado que el ensayo del Tinell y el Estatuto catalán son un camino irreversible a la secesión, sujeto a plazos más o menos largos pero, en todo caso, inexorable.
 
Imaz e Ibarretxe, aparentemente enconados, comparten un mismo objetivo, la independencia del País Vasco, y sólo difieren en si la toman ya al asalto (Ibarretxe) o apuntalan en el poder a Zapatero para que la ruptura de la Constitución caiga como una fruta madura (Imaz). Es una cuestión de método y de cálculo de los tiempos, en ningún caso de discurso; un análisis que puede aplicarse también a las crisis abiertas en CiU y ERC.
 
Este esquema de división entre despechados y pragmáticos, con Zapatero como cucaña y sutura, explica, además, las líneas de fractura en el PSOE.
 
La única ideología del PSOE es mantener a Zapatero en el poder, caiga quien caiga. Es lo único fiable de un partido convertido en una máquina de mentir, torcer la Ley y perseguir al disidente para salvarle la cara al líder.
 
La sangría en Navarra, el desengaño en Canarias, los ajusticiamientos de Fernando Puras, Juan Ignasi Pla, Juan Carlos Alemán, Rafael Simancas, Pascual Maragall –ilustre criador ciego de cuervos– o Miguel Sebastián –de cuyo batacazo se ha desentendido– han ceñido a Zapatero una bonita soga de David Delfín que, si no aprieta ahora, lo hará más adelante, pero apretará, seguro. A estas alturas, debe haber cola en el PSOE para ajustarle el nudo en cuanto ponga un pie fuera de La Moncloa.
 
En lo que al PP respecta, su crisis también gira en torno al modelo de Zapatero. Quizá sea el mayor éxito de su estilo cizañero: haber conseguido que el único partido nacional se meta en tensiones a punto de ebullición, por dar por sentado que España sólo se gobierna reconociendo la legitimidad natural de la izquierda y de las minorías nacionalistas para gobernar.
 
Era el modelo de Piqué y –en no menor medida– el de Matas, pero parece que será también el de Miguel Sanz, como lo demuestra su órdago insolidario para independizarse del PP ahora que tiene su poltrona asegurada en el PSOE, o una de las primeras medidas de su Gobierno para euskaldunizar a los escolares.
 
Un sálvese quien pueda que explica, por otro lado, las salidas de tiesto de Núñez Feijoo en Galicia y las de JM Soria en Canarias, o la emulación del Estatuto catalán por Javier Arenas, en Andalucía.
 
Inconscientemente, el PP ha dejado que Zapatero imponga su agenda y se convierta en eje de la crisis del partido de la derecha. 
 
Mariano Rajoy va a tener que desayunar sapos cada vez más gordos, a menos que deje claras un par de cosas sencillitas y las haga de obligada observación entre los suyos: los amigos de Zapatero son enemigos de España, y el mejor Estatuto es el que no existe.

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