El 31 de octubre de 2007 se hizo oficial la intención de los Reyes de visitar por primera vez Ceuta y Melilla los días 5 y 6 de noviembre de ese año. Dicho anuncio provocó una respuesta inmediata en Marruecos, que advirtió a España de que “hay líneas rojas que no se deben traspasar”.
Desde el Gobierno se intentó quitar importancia al viaje incluyéndolo en la “normalidad institucional”, y Zapatero evitó defender ante Rabat la españolidad de Ceuta y Melilla. Mientras, el pulso diplomático se iba tensando.
Marruecos llegó incluso a llamar a consultas a su embajador en Madrid y a organizar protestas coincidiendo con la llegada de los monarcas a las ciudades españolas. De hecho, el día anterior a la llegada de los reyes se celebró la primera manifestación.
El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, llegó incluso a justificar la actitud de Marruecos porque, según él,“cada país defiende lo suyo”.
Estas palabras de Moratinos, lejos de relajar tensiones con el reino alauita, provocaron su envalentonamiento. El Rey Mohamed VI expresó su “condena” y “denuncia” por la visita de don Juan Carlos y doña Sofía, y advirtió, en un tono desafiante, que las “autoridades españolas deberán asumir su responsabilidad en cuanto a las consecuencias” de la gira real.