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La Policía mintió al juez al atribuir a Jamal Ahmidan dos tarjetas telefónicas relacionadas con la de la mochila de Vallecas

Nuevas mentiras que añadir al listado de falsedades en que se ha convertido el sumario sobre el peor atentado de nuestra historia.

De todas las tarjetas del 11-M relacionadas con la de la mochila de Vallecas, sólo hay dos cuyos propietarios sigan vivos después de la explosión del piso de Leganés. Pero nadie se ha molestado en interrogar a esas dos personas para saber si es verdad que esas tarjetas se adquirieron en un locutorio de Lavapiés. Y la razón es que al juez Del Olmo se le volvió a engañar en los informes policiales, atribuyendo ambas tarjetas a Jamal Ahmidan, El Chino.

Ya hemos publicado anteriormente que existe una tarjeta telefónica relacionada con la de la mochila de Vallecas que tiene una gran importancia. Se trata de la tarjeta 656722489, atribuida por la Policía a Jamal Ahmidan, El Chino. Esa tarjeta mantuvo diversas conversaciones con el confidente Rafá Zouhier en diversos días clave anteriores y posteriores a la masacre de Madrid, a pesar de lo cual nadie había interrogado a Rafá Zouhier sobre el contenido de esas conversaciones telefónicas.

 
La razón de que nadie se molestara en interrogar a Zouhier a este respecto es muy simple: en realidad, la Policía mintió al juez al decir que esa tarjeta pertenecía a Jamal Ahmidan. Y se mintió al juez para evitar que declarara el verdadero propietario de esa tarjeta.
 
¿Quién compró la tarjeta de Vallecas?
 
Con los datos del sumario en la mano, ni siquiera sabemos hoy, dos años y medio después del atentado, a quién se le vendió la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas. Esa tarjeta fue, supuestamente, vendida en el locutorio de Lavapiés propiedad del marroquí Zougham, pero ¿quién la compró?
 
Hay en el sumario una declaración de un testigo (Rachid “El Gordo”) en la que éste afirma que quien compró las tarjetas telefónicas en el locutorio fue Jamal Ahmidan, El Chino. En concreto, ese testigo afirma que Jamal Ahmidan compró varias tarjetas a un empleado de Zougham y al día siguiente fue a cambiar una de ellas porque resulta que, después de probarla, esa tarjeta no tenía saldo.
 
Pero esta declaración tiene todos los visos de ser falsa. Está demostrado (con los datos de las compañías telefónicas) que la tarjeta encontrada en la mochila de Vallecas y las otras seis que se activaron en Morata no fueron utilizadas nunca antes de la madrugada 9 de marzo y sólo se activaron una única vez. Si Jamal Ahmidan hubiera probado las tarjetas, entonces se habrían activado dos veces: una al probar si tenían saldo y otra al montar las bombas el día anterior a los atentados. Por tanto, debemos descartar la declaración de ese testigo y seguimos teniendo la duda: ¿quién compró las tarjetas supuestamente usadas en las bombas?
 
Hay otro dato más que nos confirma que hay gato encerrado en lo que nos han contado sobre la tarjeta de la mochila de Vallecas. Como ya hemos dicho en un capítulo anterior, al locutorio de Lavapiés propiedad de Zougham llegaron 200 tarjetas, entre las cuales se supone que estaban la de la mochila de Vallecas y las otras seis que se activaron en Morata.
 
Lo normal es que la Policía hubiera “peinado” todas las tarjetas que pudieran componer ese lote de 200, para tratar de localizar todas las tarjetas que los terroristas hubieran podido utilizar. Pues bien, dos años después de la masacre, la Policía ni siquiera había pedido a las operadoras telefónicas los datos de muchas de las tarjetas que podían componer ese lote de 200.
 
¿Es normal esa dejadez? ¿Se trata de un simple fallo policial, o lo que se estaba intentando era recabar el mínimo número posible de datos para construir una versión oficial, sin aportar demasiados datos, no fuera a ser que afloraran contradicciones?
 
Las contradicciones de los datos telefónicos
 
Porque lo cierto es que, cuando uno se pone a escarbar en los datos telefónicos, las contradicciones afloran a mansalva, como si fueran setas.
 
En efecto, está demostrado con los datos del sumario que varios de los supuestos implicados en el 11-M adquirieron (y utilizaron) algunas de las tarjetas que podrían formar parte de ese lote de 200 que llegó al locutorio de Zougham. No nos referimos a la tarjeta de la mochila de Vallecas ni a las que se activaron en Morata (porque ésas no sabemos quién las compró). A las que nos referimos es a otras tarjetas, que fueron utilizadas para hacer llamadas en las dos semanas previas al atentado (véase el Enigma 17, “Los intocables”).
 
Los informes policiales indican cuáles son esas tarjetas utilizadas por los miembros de la trama y detallan quién era el presunto terrorista que utilizaba cada tarjeta. Pero esos informes policiales están plagados de falsedades.
 
En concreto, dos de las tarjetas usadas por los miembros de la trama son atribuidas por la Policía a Jamal Ahmidan, El Chino. Se trata de las tarjetas 656720759 y 656722489. Pero es mentira que esas tarjetas fueran de Jamal Ahmidan. Basta con leer las actas de registro incluidas en el sumario del 11-M para ver que el soporte de cartón de una de esas dos tarjetas (la que lleva el número 656720759) apareció en la casa de un primo de Jamal denominado Hicham Ahmidan, en la Avda. Cerro de los Angeles 30. Lo que indica que no era Jamal, sino su primo, el propietario de esa tarjeta.
 
Y basta con leer las transcripciones de las conversaciones grabadas a los imputados para ver que quien usaba la otra tarjeta (la que mantuvo las conversaciones con Zouhier y que tenía por número el 656722489) no era Jamal Ahmidan, sino otro pequeño delincuente llamado Rachid Tachti (alias Rachid El Niño).
 
¿Por qué la Policía mintió, una vez más, al juez, atribuyendo a Jamal Ahmidan unas tarjetas telefónicas que no eran suyas? Pues, como vamos a ver a continuación, da toda la sensación de que se mintió al juez para evitar que declararan los verdaderos poseedores de esos dos números telefónicos.
 
Los dos marroquíes
 
Hicham Ahmidan y Rachid Tachti tienen tres cosas en común:
Porque lo cierto es que, a fecha de hoy, nadie le ha preguntado a ninguno de esos dos individuos algo tan simple cómo: ¿dónde y cuándo compró usted esa tarjeta que podría pertenecer al lote de 200 que llegaron al locutorio de Zougham?
 
En realidad, al analizar el sumario, nos encontramos que la cosa es aún peor. Como ahora veremos, se ha hecho todo lo posible para que nadie tratara de aclarar qué pintan estos dos individuos en el relato de los hechos.
 
El caso de Hicham
 
El caso de Hicham Ahmidan resulta sangrante. No sólo es que nos podría aclarar el misterio de dónde se compraron las tarjetas telefónicas, sino que el sumario está plagado de datos que indican que Hicham Ahmidan jugó un papel fundamental en la trama del 11-M:
Aparece su rastro, como vemos, en casi todos los escenarios de la trama, a pesar de lo cual, el juez no ha llegado a tomarle declaración nunca.
 
Lo que nos cuentan es que este individuo desapareció de España y huyó a Marruecos antes del 11-M. Pocas semanas después de los atentados, saltó a los medios la noticia de que este individuo había sido (supuestamente) detenido en Marruecos por tráfico de drogas. Y más adelante también se filtró la noticia de que había sido condenado a ocho de prisión por narcotráfico, condena que estaría cumpliendo en la actualidad en el país vecino.
 
Esto no hubiera debido impedir que se le tomara declaración, pero el juez Del Olmo ni siquiera se había molestado, dos años después de la masacre, en mandar una comisión rogatoria a Marruecos para interrogarle. Y eso a pesar de que se lo solicitó explícitamente alguno de los abogados de la acusación. ¿Ustedes lo entienden? Porque yo no.
 
¿Es que ni la Policía ni el juez tenían el más mínimo interés en saber por qué aparecen las huellas de este individuo en tantos escenarios relacionados con los atentados? ¿No les interesaba conocer dónde podía haber adquirido esa tarjeta relacionada con la de la mochila de Vallecas?
 
El caso de Rachid
 
El caso de Rachid Tachti es aún más esperpéntico. Sería, junto con Hicham Ahmidan, la única persona que podría aclararnos dónde y cuándo compraron las tarjetas telefónicas los miembros de la trama. Pero, cuando uno de los abogados de las defensas solicitó al juez, el 4 de abril de 2005, que tomara declaración a Rachid Tachti, la Policía contestó que acababa de ser expulsado de España tres días antes, en aplicación de la Ley de Extranjería. Qué casualidad, ¿verdad? ¡Es increíble la mala suerte que tienen nuestros investigadores (salvo entre el 11-M y el 14-M, claro)!
 
Así pues, la Policía había supuestamente expulsado de España a ese testigo tres días antes de que lo solicitara el abogado de la defensa. Sin embargo, pocos meses después, en diciembre de 2005, ese individuo que nos decían que había sido expulsado fue detenido por apuñalar a una persona en la discoteca Joy Eslava.
 
La explicación que dio la Policía es que había vuelto a entrar ilegalmente en España poco después de ser expulsado.
 
Discúlpenme la suspicacia, pero después de tantas mentiras, ¿creen ustedes que me paso de desconfiado si digo que no creo que llegaran a expulsarle nunca? ¿Llegó a salir Tachti de España en algún momento? Quiero suponer que sí, pero no le haría ascos a una constancia documental. Son tantas las veces que se ha mentido a Del Olmo desde organismos dependientes del Ministerio del Interior que no me extrañaría en absoluto una mentira más.
 
¿Se mintió al juez para evitar que este testigo declarara?
 
El caso es que el juez Del Olmo, después de la detención de este individuo tras el apuñalamiento de Joy Eslava, pudo por fin tomarle declaración. Pero no pudo preguntarle por la tarjeta relacionada con la de la mochila de Vallecas, porque la Policía seguía sosteniendo en sus informes que esa tarjeta correspondía a Jamal Ahmidan El Chino, ocultando que su verdadero propietario era Rachid El Niño.
 
¡Pobre juez Del Olmo! Entre lo que no le han dejado investigar, lo que le han teledirigido y lo que no ha querido investigar él, el sumario del 11-M se le derrumba. Los hilos de las conexiones telefónicas, que permitieron construir la tela con la que trabar las tres pruebas falsas del caso, van a empezar a destejerse.
 
¿Se animará el juez a interrogar, como es su obligación, a esas dos únicas personas vivas que podrían decirnos dónde se compraron las tarjetas relacionadas con la de la mochila de Vallecas?
 
Aunque, bien mirado, a lo mejor el juez y la Policía tenían sus razones para no interrogarles. Total, ¿a quién le importan unas tarjetas relacionadas con otra tarjeta que apareció en una mochila que jamás estuvo en los trenes?

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