Intervención íntegra de José María Aznar en Durango
Por su interés, reproducimos a continuación el discurso íntegro de José María Aznar tras recoger el Premio Jesús María Pedrosa en la localidad vizcaína de Durango.
Muchas gracias María (San Gil) y Antonio (Basagoiti) por vuestras palabras.
Hacerme acreedor a este premio tiene para mí un significado realmente especial que comparto con todos vosotros. Y gracias, sobre todo, a Carmenchu. Gracias a Ainhoa y a Estíbaliz por estar aquí como depositarias leales de la memoria de vuestro padre y marido que nunca se ha borrado de nuestro recuerdo.
Esta es una situación que me parece un poco paradójica. Porque ante lo que significa el recuerdo de Jesús Mari Pedrosa, asesinado por la barbarie terrorista, cualquier mérito realmente se queda muy pequeño, sea quien sea el que crea tenerlo. Vuestro reconocimiento hacia mí, me llena de esa satisfacción emocionada que siempre he sentido cuando me he encontrado entre vosotros.
Hoy vuelvo a sentir esa admiración hacia todos vosotros. El valor de vuestro ejemplo ha sido siempre un poderoso acicate -muchas veces decisivo- para superar tantas situaciones difíciles que hemos vivido juntos. Esos sentimientos tan firmemente asentados en mí, se dirigen esta tarde hacia el recuerdo de Jesús María Pedrosa. Su recuerdo es también el de todos los que antes que él y después que él fueron señalados por el designio homicida de los que han querido destruir esta sociedad con la violencia y la sangre inocente.
El sentido de mi presencia aquí es recordar a Jesús. Estar, seis años después, con su mujer y con sus hijas que se negaron a que el terror que asesinó a su marido y a su padre, derrumbara también sus vidas. Cinco años después siguen en Durango, haciendo profesión pacifica de la libertad que se les quería negar.
Estamos aquí porque no nos cansamos de repetir que las víctimas son inocentes. Estamos aquí para decir que Jesús era un hombre bueno y honrado, un ciudadano ejemplar, un servidor de sus convecinos, una persona pacífica, de convicciones libres y un compañero querido y elogiado por todos los que trabajaron con él. Al afirmar cómo era Jesús, afirmamos también que, por más confusión que se quiera sembrar, hay víctimas, inocentes siempre, y asesinos que son culpables sin excusa. Los que nunca han matado no tienen ninguna responsabilidad que compartir, ni tienen que someterse a ninguna presunta reconciliación que busca igualar a unos y otros.
¿A quién hizo mal Jesús? ¿Con quién tendría que reconciliarse si viviera? ¿Con quién tendrían que reconciliarse Carmenchu o Ainoa o Estíbaliz? Por eso estamos con las víctimas. Porque no han respondido a la violencia con violencia sino con su confianza en la ley.
Estamos con las víctimas porque reclaman justicia y no venganza. Estamos con las víctimas porque les debemos gratitud y cercanía, solidaridad en su sufrimiento y acompañamiento. Estamos con las víctimas porque es la manera de recordar que no tenían que morir.
La muerte de Jesús no puede ser reparada pero no permitiremos tampoco que sea privada de su sentido. Jesús no fue víctima de ningún conflicto histórico sino de unos asesinos con nombre y apellido que decidieron acabar con su vida; precisamente con la suya.
A Jesús no le mató la historia, le mató una banda terrorista. Jesús, como los cientos de víctimas del terrorismo, fue asesinado por una estrategia fría, alevosa y calculada, dirigida a extender el terror, pensada para someter a chantaje a las instituciones democráticas, y directamente buscada para hacer desaparecer del País Vasco la representación legítima de decenas de miles de ciudadanos. ¿Por qué ahora tenemos que recordar esto que hasta hace poco parecía tan evidente?
Pues, porque si se acepta que el terrorismo es la consecuencia de un conflicto político que hay que negociar en una, en dos o en tres mesas; si se deja creer a los terroristas que las instituciones democráticas retroceden ante sus amenazas; si se incita a que la ley no se aplique o se haga en función de las circunstancias; se habla de los gestores del terror como futuros aliados de gobierno, si se hace todo esto –insisto- , se ofende la memoria de las víctimas y se priva de valor a su sufrimiento; se legitima el terror y, por tanto, se destruye la democracia y la libertad.
Cuando antes recordaba los momentos tan duros que hemos pasado juntos, no lo hacia llevado por la nostalgia. Nos duele el recuerdo de los que no están. Pero, precisamente por eso, miremos atrás para ser conscientes de que ese compromiso por la libertad no ha concluido ni nuestras convicciones han mermado, ni nuestra determinación se ha debilitado.
Para muchos de nosotros no ha perdido sentido hablar de la derrota de ETA y afirmar que hoy la derrota de la banda es el único final aceptable en términos democráticos y, además, es el final posible si se mantiene la unidad y la coherencia en torno al Estado de derecho. Para muchos de nosotros sigue teniendo sentido afirmar que la ley se cumple y que el cumplimiento de la ley no se negocia, de modo que una organización ilegal y disuelta por terrorista no puede ser parte de mesa política alguna.
Muchos de nosotros no aceptamos ninguna negociación política ni mucho menos que ésta se vincule, ni indirecta ni directamente, con que ETA mate o deje de matar, porque el crimen ni tiene que ser retribuido cuando se produce ni tiene que ser premiado cuando cesa. Muchos de nosotros no queremos que los aprendices de brujo pongan en peligro el terreno que España, el Estado de Derecho y la propia sociedad española, con su movilización y su solidaridad, han ganado para la libertad. Sabemos lo que ha costado y no vamos a renunciar a ello.
Éstos son principios claros que han expuesto lealmente los que ahora tienen la responsabilidad de dirigir nuestro partido. Ésa es la actitud constructiva, la que cualquier gobierno debe esperar: que la oposición le preste su ayuda para derrotar al terrorismo y para no tener que pagar precio político alguno para acabar definitivamente con el terrorismo. Se pide confianza. Y tenemos una confianza total en el Estado de Derecho. Se pide confianza y confiamos plenamente en la protección que dispensan las leyes a nuestros derechos y libertades. Sabemos que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y los Tribunales saben, quieren y pueden hacer que la ley prevalezca.
Se pide confianza y confiamos en la política antiterrorista que definimos en común con el Acuerdo por las Libertades en el que se apoyan todos y cada uno de los principios que definen nuestra posición. Y no olvidamos que el sentido de aquel Pacto era precisamente decir a los terroristas que la política contra el terrorismo no variaría, gobernara quien gobernara.
Se pide confianza pero sabemos que es una pura falacia separar en dos mesas de negociación lo que está unido en la dirección de ETA y en la sumisión a la banda de todo el entramado que ya conocemos. Y si algo nos sorprende o nos escandaliza es que, a estas alturas, se crea en semejante montaje o se reclame una nueva oportunidad para esta organización terrorista.
Os confieso también que hay contradicciones que no soy capaz de resolver. ETA lleva tres años sin matar. Pero de este hecho, lo que unos deducen no es que haya que continuar en el mismo camino que nos ha permitido llegar hasta aquí, sino que hay que negociar.
La Ley de Partidos también se reconoce que ha sido muy eficaz para debilitar a la banda. Y como ha sido tan eficaz para debilitar a la banda, pues hay que dejar de aplicarla. Y a mí me parece que sería absurdo que un médico ordenara a su paciente dejar de tomar un medicamento porque le está curando. Pues bien, todo esto que contradice la lógica común, contradice también la lógica democrática. Lo que textualmente se ha aceptado es sentar a una mesa de negociación política a una organización disuelta por terrorista y considerada como tal en las listas de grupos terroristas de la Unión Europea y de Estados Unidos.
Y esto, se mire por donde se mire, es una ruptura completa de las reglas del juego democrático y constitucional. Una negociación política con Batasuna es una burla a la legalidad y significa la sumisión del futuro político del País Vasco, en particular, y de España, en general, a la capacidad de coacción de los terroristas.
Batasuna no es la prueba de la decisión de abandonar el terrorismo que algunos creen ver en los supuestos discursos de paz de sus dirigentes. En la estrategia de ETA, que la banda adapta a su situación de debilidad, Batasuna es el caballo de Troya del terrorismo etarra para burlar las defensas del Estado de Derecho y del orden constitucional.
Es muy fácil engañarse. Es más fácil aun hacer que se confunda la táctica del buenismo con la virtud de la bondad. Pero tenemos la obligación de decir lo que honestamente creemos. Taparnos la boca, los ojos, los oídos sería eso, una caricatura absurda de la lealtad. Sin duda es más tranquilizador decir que las amenazas son simples proclamas para consumo interno, pero no es verdad. Sin duda que es más fácil creer que la extorsión no existe o es indiferente: Sin duda es más fácil hacer que un día Batasuna no exista y al día siguiente se convierta en interlocutor político. Primero la paz y después la política o no. Sin duda es más fácil jugar sin reglas pero se olvida que cuando se juega sin reglas son los terroristas los que imponen sus reglas y los que adquieren ventaja.
ETA-Batasuna ha querido destruir la democracia: Ha querido dinamitar, literalmente, el sistema constitucional. Ha hecho del Estatuto de Guernica el enemigo a batir. Es inaceptable que los terroristas, los gestores del terrorismo, los beneficiarios políticos del terrorismo tengan el más mínimo poder de decisión sobre el futuro de la sociedad vasca.
Para muchos de nosotros es inaceptable que pretendan imponer como un relato heroico lo que no es sino una trayectoria criminal execrable. Después de décadas de desafío sangriento al sistema democrático, ETA-Batasuna no puede condicionar, ni imponer, ni inducir la ruptura del marco jurídico del País Vasco ni de España.
Quiero pediros una cosa, y es que no hagáis caso a algunas infamias que circulan por ahí. Quienes dicen que no queremos la paz no se atreverían a decirlo aquí, ni podrían sostenernos la mirada. Y quiero deciros que no queremos que la libertad sea el precio de una paz que sólo ha roto ETA, ni aceptamos que los terroristas tengan papel alguno en nuestro futuro. Y quiero deciros que no creemos que aquí haya un proceso de paz, sino que lo que hay es un proceso de entrega, sumisión y rendición a los terroristas.
¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por esa presunta paz? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar? Ésta es la cuestión ante la negociación que nos viene ¿Vamos a darle a los terroristas lo que les hemos negado en nombre de la decencia, de la libertad, de la democracia de nuestro país durante casi cuarenta años. ¿Estamos dispuestos? ¿Por qué? ¿La paz lo justifica todo? No pensaron eso los que se rebelaron y lucharon contra el fascismo, el nazismo o el comunismo. Y tuvieron razón; y ganaron, y triunfaron después de saber luchar duramente. Pero antes nunca les hablaron tanto de paz, de sus “ansias infinitas de paz”. Y yo pregunto si por la ansiedad de alguno o la cobardía de otros tenían ellos que haberse rendido o acomodado al nazismo, al fascismo o al comunismo. Y creo que no, y ellos creyeron que no. Y tenían razón. Como vosotros la tenéis cuando os enfrentáis al terrorismo totalitario de nuestro tiempo con todo lo que eso conlleva de sufrimiento y lucha, pero también de razón.
Estos principios de dignidad democrática, de decencia cívica, de solidaridad con las víctimas no nos dejan en la soledad. Todo lo contrario. Hace unos años nos quisieron echar con el pacto de Estella. Entonces no éramos los únicos. Ahora, parece que sí, que tenemos todas las papeletas. Debe importarnos lo justo, no más, porque si hay quienes están dispuestos a rendirse debe saberse que hay al menos un puñado de vascos, un puñado de españoles que no lo vamos a hacer, ni hoy, ni mañana y que seguiremos con nuestros compromisos con vosotros, como ayer y como siempre.
Así que permitirme que pregunte: ¿Cuál es el precio?¿Entregar nuestra libertad? ¿Despreciar a las víctimas y condenarlas después? ¿Legitimar a los asesinos que se jactan de sus crímenes? ¿Legalizar y pactar con quienes son terroristas declarados? ¿Entregar Navarra al totalitarismo resultante? ¿La independencia del País Vasco? ¿la ruptura de la unidad de España? ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio? Pues habrá quien quiera pagar ese precio y esté dispuesto a hacerlo. Pero quiero deciros que algunos no estamos ni estaremos dispuestos.
Y soy consciente de que seremos insultados por ello y lo pasaremos mal. ¿Cómo se niegan al diálogo?¿Cómo se niegan a la paz? Pero para aquellos que no se rindieron al fascismo, al nazismo o al comunismo, tendremos razón; lucharemos y ganaremos, y nuestro país será reflejo de la verdad y no del engaño, de la dignidad, y no de la claudicación; de la libertad, y no de la amenaza totalitaria del terror.
La memoria de Jesús Mari Pedrosa en este día de homenaje seguirá contribuyendo a nuestro compromiso con la sociedad vasca. Y de nosotros se escuchará la palabra que llama a todos a un futuro mejor; que atiende a la voz que nos envía el recuerdo entrañable de los que no están y que nos dice en nombre de ellos: razón, justicia y verdad. Cuando otros dediquen sus miradas estériles a los terroristas, nosotros podremos seguir mirando de frente a los ciudadanos.
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