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HOSPITAL MILITAR: "Estaban esperando una presa"

Tras la llegada a España de los cuerpos de los siete militares y agentes de inteligencia asesinados en Irak, sus familiares, amigos y compañeros han asistido a una misa de difuntos en el Hospital General de la Defensa, en Madrid. Con la capilla completamente llena, los últimos en entrar fueron el ministro de Defensa, Federico Trillo, y el secretario de Estado y Director General del CNI, Jorge Dezcallar.

L D (N. G. Mostazo) Ni una mala cara, ni un mal gesto, ni un reproche. Sólo respeto, dolor, mandíbulas apretadas, algunas lágrimas resistiéndose a brotar y silencio, silencio apenas roto por un sollozo.
 
Familiares, amigos y compañeros de los siete miembros del Centro Nacional de Inteligencia asesinados en Irak les rindieron homenaje este domingo por la noche en una misa de difuntos tan dramática como reparadora para muchos de los asistentes.
 
Tras el acto religioso, corrillos apretados de familiares abrazándose, tragándose la rabia, recibiendo los ánimos de los que se acercan para darles su calor y su consuelo, o quizá para recibirlo. En el vestíbulo del hospital, otros corrillos de compañeros, hombres y mujeres, veteranos y novatos, comentan lo sucedido. No se pueden quitar de la cabeza las imágenes de los muchachos iraquíes pisando los cadáveres y hablan del impacto que les ha producido verlo en televisión.
 
En otro grupo hablan de los "héroes". Mencionan la valentía de algunos de los fallecidos, pero no dan nombres. Alguien explica que el segundo vehículo del convoy les sirvió de parapeto durante un cuarto de hora para protegerse de la emboscada. Un costado del coche no recibió fuego directo y varios pudieron salir y defenderse. Sólo llevaban armas cortas. Les atacaban con armamento semipesado y fusiles de asalto "kalashnikov". Los terroristas sabían lo que hacían. ¿Del Ejército de Sadam? ¿Del servicio secreto? "Pudiera ser", son sus palabras mientras con los ojos dicen "sí, militares".
 
Sus compañeros, los "héroes" abatidos de los que hablan, aguantaron lo suficiente como para que sus atacantes decidieran marcharse sin terminar con su macabro objetivo. Dejaron a uno con vida: José Manuel Sánchez Riera, herido leve en un costado. En los corrillos, los miembros del servicio secreto español dicen que, si no hubieran aguantado tanto, ni siquiera Sánchez se habría salvado. Mencionan que dos de ellos, los últimos en caer abatidos, arañaron el tiempo justo para salvarle la vida. ¿Quiénes eran esos dos? No lo dicen. Y a esa historia de "héroes" se aferran en el CNI para soportar el dolor. Puede ser cierta o no, pero consuela.
 
No es lo habitual, pero hoy se admiten preguntas. ¿Por qué iban en convoy si sabían que iban a transitar por una carretera peligrosa? "Hemos hecho operaciones mucho más difíciles en países más inseguros. Hay opciones. En unas se monta un convoy, en otras se dispersa al grupo y todos vuelven a unirse en el destino", afirman. En esta, "quizá decidieron ir juntos para cubrirse unos a otros –dicen–, precisamente porque sabían que la ruta era peligrosa". "Si no hubiera pasado nada, nadie se preguntaría si hicieron o no lo correcto, y esta vez es la excepción: porque en la mayoría de ocasiones la operación acaba como se había planeado", añaden. ¿Se equivocó alguien al tomar la decisión? "Hicieron lo correcto", insisten.
 
¿Sabían los terroristas que estaban atacando a agentes del servicio secreto español? "Seguramente no", dicen. ¿Los estaban esperando? "Estaban esperando una presa", responden. ¿Y les tocó a ellos? "Nos tocó a nosotros, a todos nosotros", concluyen.

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