El primero llama la atención por su extensión, más de media página de apretada escritura, y por su presentación a plana completa con fotos del propio Garzón y de dos magistrados juzgados por el Supremo y con condenas muy suaves a juicio del autor. También es llamativo el título elegido: "Pisar excelentísimos callos".
La tesis general del artículo se corresponde más o menos con ese título: el problema de Garzón es que sus valerosas actuaciones han molestado a muchos de sus superiores, por ejemplo: "Por dos veces se ha adelantado al Supremo en decisiones relativas a formaciones políticas del entorno de ETA" y, lo que parece ser más grave a juicio del autor José Yoldi, "llevándose los titulares y la gloria para desesperación de sus colegas de superior rango".
Y nosotros que pensábamos que los jueces trabajan por la justicia.
Para seguir generando un clima de sospecha respecto a la denuncia contra Garzón se recurre también a los últimos casos que ha instruido el magistrado, tratando de crear una relación de causa – efecto entre esta instrucción y la posterior imputación del juez: "Todo ocurre después de que el juez dirigiera la investigación del caso Gürtel, un entramado de corrupción que afecta al presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, y a varios altos cargos del PP".
La culpa, de los ultraderechistas
El artículo de Yoldi también abunda en otro de los "argumentos" que desde el miércoles más se han esgrimido en relación con la imputación de Garzón: la descalificación del sindicato Manos Limpias por su presunto extremismo, así no tiene empacho en definirlo como "un pseudo sindicato ultraderechista al que el propio alto tribunal ha dado algún severo rapapolvo".
En este punto se encuentra una de las frases más llamativas del artículo, cuando se afirma que Atuxa fue condenado por no disolver "el grupo parlamentario de izquierda abertzale próximo a ETA". La verdad es que Sozialista Abertzaleak, el partido cuyo grupo se negó a disolver el político del PNV, fue ilegalizado no por ser próximo a ETA sino por formar parte de la estructura de la banda.
El artículo incluye otra exactitud llamativa tratándose de un análisis tan largo y aparentemente profundo. Así, cuando se dice que "en la historia del Poder Judicial nunca ha sido apartado ningún juez hasta después de ser procesado (Javier Gómez de Liaño) o de haber sido solicitado por la parte y el fiscal (Ferran Calamita)", se olvida del caso del juez de paz de paz de la localidad zaragozana de Santa Eulalia de Gállego, suspendido tras ser imputado por un delito de violencia de género.
Grandes y sus monstruos
Por su parte, en su columna Monstruos, la escritora Almudena Grandes se retrotrae a Goya, sus grabados y Carlos IV para afirmar, siempre alrededor de la imputación de Garzón, que en "España, la razón sigue sembrando el pánico, pero los monstruos se toleran mucho mejor, no hay más que verlo".
Insiste Grandes en su sombrío retrato de nuestro país: "Es hoy una democracia que desprecia su tradición democrática, que ampara al asesino que la masacró y, de propina, persigue a sus víctimas". Eso sí, la escritora prefiere no entrar en razonamientos jurídicos: "¿Tecnicismos? No, gracias. Prefiero razonar despierta".
Por supuesto, Grandes no deja de denigrar al mensajero o, en este caso, al querellante (y de paso al principal partido de la oposición): "Está claro que Manos Limpias, el sindicato ultraderechista vinculado, al parecer, a algunos de sus miembros, no le ofende [al PP]".