DISCURSO ÍNTEGRO DE SANTIAGO ABASCAL
Por su interés informativo reproducimos el discurso íntegro de Santiago Abascal, en la presentación de la Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.
Presentamos la Fundación para la defensa de la nación española. Huelga decir que esta Fundación ha nacido porque creemos que la nación española merece ser defendida. Y porque hoy, además de merecerlo, lo necesita.
1. La situación de España.
España no se rompe. España no se rompe así como así. No somos especialmente catastrofistas: no pensamos que estemos caminando hacia el abismo, ni que España vaya a quedar disuelta mañana. Tenemos muchos siglos de Historia, muchos siglos de un extraordinario camino colectivo que ha inscrito el nombre de España en la Historia universal, y eso no se borra de un día para otro ni desaparece en una legislatura.
Pero todo lo que está pasando nos preocupa. Nos preocupa como a muchos otros millones de españoles. Y la Fundación quiere tomar la palabra para expresar esa preocupación y, más aún, para ver cómo podemos ponerle remedio.
Nos parece evidente que los pasos de nuestro país en los últimos años son extremadamente graves: se ha abierto una revisión general de la estructura territorial de España sin saber dónde puede desembocar, lo cual coloca a nuestra Nación en una situación de extrema fragilidad.
Pero el problema no acaba ahí, sino que además el paisaje se agrava por dos razones. La primera; que este proceso –fundamentalmente- es impulsado por fuerzas abiertamente hostiles a la unidad nacional, fuerzas que por mor de la aritmética parlamentaria gozan de una influencia desmedida en el gobierno del Estado, y que nunca han ocultado que su fin último es la descomposición de ese mismo Estado y la negación de la Nación que le da vida.
La segunda razón que agrava el paisaje es que todo esto ocurre bajo la dirección de una elite del poder –no sólo política: también mediática y cultural, incluso financiera- que no se siente solidaria con la idea de España, que relativiza explícitamente la condición nacional de España, que considera viable una desnacionalización del Estado si, a cambio, se apacigua el panorama político o –digámoslo todo- si conviene a sus propios cálculos de poder.
Todos estos elementos han venido a converger, como vectores en una pizarra, sobre un único punto: hoy la idea de España como nación se ha convertido en algo precario, debilitado. De todos aquellos factores de quiebra que Ortega dibujó en España invertebrada, hace nada menos que ochenta y cinco años, éste del problema territorial, la presión de la periferia, ha terminado siendo decisivo.
Ahora sería el momento de cuestionar determinados asuntos a los que la vida pública española, con muy pocas excepciones, ha dado la espalda. Por ejemplo, sería el momento de preguntarse si un Estado puede asentar un sistema político estable sobre la base de la cesión perpetua a fuerzas que no se reconocen en ese Estado y que quieren disolverlo; o si es posible alcanzar una mínima conciencia nacional, en el plano colectivo, cuando todos los factores de reconocimiento en la nación, desde los símbolos hasta la historia, son sistemáticamente desdeñados.
Porque aquí están, en buena medida, las fuentes de los problemas que hoy padecemos. La España democrática ha construido un sistema político muy encomiable, que nos ha permitido gozar del mayor periodo de paz con libertad de toda nuestra Historia. Eso es algo que debe enorgullecernos. Pero, al mismo tiempo, parece claro que tenemos una asignatura pendiente: la solidez de la conciencia de pertenecer a un proyecto común, la solidez del patriotismo, de la conciencia nacional. Y si suspendemos esa asignatura, nos exponemos a suspender en todo lo demás.
2. Lo que la Fundación pretende.
No hemos venido a lamentarnos: como dijo alguien, todos los lamentos, -por definición-, siempre llegan demasiado tarde. Hemos venido a proponer una rectificación, hemos venido a hacer algo. Para eso ha nacido la Fundación para la Defensa de la Nación Española. Nos hemos atribuido un objetivo que podemos definir así: constituir una plataforma que sirva de punto de encuentro para todos cuantos deseen trabajar por la unidad nacional, para todos cuantos deseen contribuir a esa tarea, fabulosa, de lograr que España sobreviva como agente nacional en la historia universal. Porque no nos engañemos: al final, consiste en eso, es decir, en saber si queremos que mañana, y pasado mañana, siga existiendo una nación llamada España, con su cultura y su idioma propios, con su territorio íntegro, con su consenso constitucional que es su verdadera unidad social, con sus instituciones políticas libremente elegidas y, por tanto, con su futuro abierto. Es eso –nada menos que eso- lo que está en juego cuando hablamos de la nación.
Este es el mensaje que queremos transmitir: somos españoles, tenemos un gran país, una gran historia y una gran cultura, y es natural amar a España, es natural, es bueno, es conveniente considerarse un patriota. Sin embargo, vivimos en un país –lo sabemos bien- donde el propio planteamiento de la palabra “patriotismo” ya resulta sospechoso, como vergonzante.
No discutiremos que ciertos abusos del término puedan haberlo hecho antipático, pero, por encima de eso, nos parece que este mismo hecho, la mala fama de la palabra “patriotismo”, ya es un mal síntoma: algo malo pasa cuando en un país no está bien visto ser patriota. Nosotros queremos combatir ese mal. Y para empezar, proponemos liberarnos de ese complejo que nos atenaza. No sólo reivindicamos la palabra patriotismo, sino, sobre todo, reivindicamos el patriotismo como virtud cívica. Y en nuestro caso, el patriotismo español como necesidad civil de los españoles para mantenernos cohesionados y unidos.
En este contexto, todos los debates de carácter más o menos académico acerca del concepto de nación nos parecen secundarios. Estos debates son, con frecuencia, apasionantes, pero, sinceramente, sirven de bien poco si ya no queda nación sobre la que debatir.
De manera que, para lo que nosotros nos proponemos, nos parece poco relevante saber si hay que definir España como nación étnica, como nación cultural o como nación de ciudadanos, y mucho menos relevante nos parece aún explorar la “dimensión teorética” de la nación. Los estudios sobre la naturaleza de España, su identidad y su historia son de gran interés; forman parte de las reflexiones que animan nuestro trabajo y, de hecho, algunos miembros de la Fundación han aportado contribuciones extraordinarias a esta materia. Pero juzgamos que lo que las hace interesantes –cruciales hoy en día- es precisamente el ayudarnos a entender quiénes somos, por qué somos españoles y no otra cosa.
Con esto quiero decir que la Fundación no va a aportar una idea original, o menos aún, excluyente de la nación, sino que nos atenemos a la nación real, a la que tenemos hoy, a la que existe y sentimos como propia: esta España democrática, de larga historia y riquísima –y variada- tradición cultural, cuyo camino consideramos como nuestro, porque somos sus hijos. Y ello manteniendo al mismo tiempo la noción y la conciencia de ser valenciano o castellano, catalán o navarro, vasco o gallego o andaluz, porque todos esas también son formas determinadas de ser España, formas que, precisamente, sólo siendo España tienen sentido en la Historia.
3. El trabajo de la Fundación.
No somos –ni queremos ser- un partido político, ni siquiera un grupo de presión cerca de tal o cual partido. Creemos que todos, de derechas o de izquierdas, liberales o socialistas, conservadores o progresistas, pueden apostar por España; creemos que una nación es, por definición, un proyecto común, que a todos implica. Una nación que sólo fuera de derechas o de izquierdas sería una nación hemipléjica. Aspiramos, pues, a hacer llegar nuestro mensaje a todos los ciudadanos –con independencia de sus posiciones políticas- y en todos los puntos de la vida pública. Y creemos que todos, sin distingos, pueden sentirse atraídos por un proyecto así. Con tal profundidad lo creemos que uno de los objetivos de la Fundación –hoy ilusorio- es el fomento de la cohesión de la sociedad española, y de un gran acuerdo de los grandes partidos españoles en torno a la unidad de España y a la fortaleza del Estado español.
Hemos escogido como campo de acción el terreno de la opinión pública, de los principios, de los valores, pero también el de aquellos ámbitos donde los principios y los valores se actualizan, donde se hacen realidad. Queremos defender – en algunos casos ya estamos defendiendo- el nombre de España allá donde sea atacado, ya sea en las palabras de un cómico desaprensivo, ya en el desdén hacia las banderas que simbolizan la unidad nacional en los lugares públicos, ya en las aulas donde se niega el derecho a la enseñanza en castellano, nuestro idioma común. Estamos presentando proyectos para afianzar la conciencia nacional española, por ejemplo, en las escuelas, donde consideramos prioritario familiarizar a los niños con los símbolos nacionales de España.
Estamos promoviendo, para dentro de algunos meses, un encuentro de intelectuales de primer nivel para examinar la cuestión nacional en España y proponer una primera plataforma de ideas; ideas que puedan ser acogidas por la sociedad española, no sólo por sus líderes, sino también por cualquier ciudadano, en orden a recuperar la conciencia nacional. Del mismo modo, estamos trabajando con el movimiento cívico en todas aquellas iniciativas que juzgamos de pura justicia y necesarias para la nación, desde el apoyo a las víctimas del terrorismo hasta la oposición de unas reformas estatutarias que amenazan con convertir el Estado de las Autonomías, que respetamos, en un mosaico de egoísmos absolutamente inhabitable.
Desde que nos lanzamos a esta aventura, muchos españoles nos han prestado su apoyo. Nuestros socios, los Amigos de la Nación, han crecido a un ritmo de cien afiliados por mes. Esto es muy relevante si tenemos en cuenta que nuestra Fundación se financia exclusivamente con las aportaciones de estos socios, de los Amigos de la Nación. Gracias a su esfuerzo es posible este acto, los actos semejantes que hemos celebrado en otras ciudades de España o el mantenimiento de nuestra página web, nacionespanola.org, donde todos los días comentamos la actualidad de nuestro país. También serán una realidad, en breve, los Observatorios de la Nación Española, que a modo de clubes de opinión y acción, en cualesquiera puntos de España, examinarán problemas concretos en sus localidades, problemas vinculados con la problemática nacional; los darán a conocer al resto del país y, de esta manera, permitirán que lo nacional vuelva a estar presente en la opinión pública.
Creemos, en fin, que una iniciativa como la nuestra es necesaria. España necesita recobrar su conciencia nacional. Miremos a la calle: la gente, la España de a pie, saca sus banderas ante un acontecimiento deportivo, pero sus gobernantes sugieren que España no es una nación; cientos de miles de ciudadanos vibran con una película como Alatriste, que recoge grandes episodios de nuestra Historia, pero una buena parte de quienes detentan la opinión se recrean en una versión insidiosa de la leyenda negra. Esto que nos pasa aquí no ocurre en ningún otro lado. Y todo esto se traduce después en esa especie de malestar, de debilidad, de enfermedad de la nación que hoy vemos por todas partes, y cuyas consecuencias sobre nuestra vida individual y colectiva pueden ser muy nocivas.
Necesitamos recuperar nuestra conciencia de Nación. Necesitamos recuperar la satisfacción y el orgullo, -todo lo críticos que se quiera-, pero sanos y positivos, de ser españoles. Necesitamos recuperar el mejor sentido de la palabra patriotismo. Necesitamos, en fin, defender a la nación española, nuestros derechos y libertades como españoles. Ese es el objetivo, titánico, osado, de esta humilde Fundación.
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