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Queridos amigos.
 
Quiero comenzar mi intervención agradeciendo a Faes, una vez más, que haya pensado en mí para clausurar sus cursos de verano en Navacerrada.
 
Agradecimiento que quiero hacer extensible a todos ustedes por su asistencia y, en especial, a los numerosos medios de comunicación que nos acompañan esta mañana.
 
Permítanme también que aproveche el momento para expresar mi felicitación a José María Aznar, a Jaime García-Legaz y a todos los que de un modo u otro han contribuido con su esfuerzo a la organización de estas excelentes jornadas.
 
A todos ellos, mi enhorabuena. Han acertado en la elección de los temas. Pero lo que es más importante todavía: han acertado en el enfoque, en los objetivos y en el tratamiento de los problemas abordados en este campus.
 
·           “La tiranía de lo políticamente correcto”.
 
·           “Libres e iguales: el constitucionalismo español”.
 
·            “Políticas económicas en tiempos de crisis”.
 
·           Y “La sociedad civil y la causa de la libertad”, han sido los cursos de este año.
 
En ellos se han analizado cuatro escenarios acuciantes para la certidumbre y vigencia de nuestra libertad y de nuestra prosperidad. Cuatro escenarios repletos de dificultades, que comprometen a cuantos queremos decidir libremente. Primero, cuando reclamamos nuestro derecho a emplear las palabras sin soportar censuras que imponen “correcciones” ideológicas inaceptables.
 
Segundo, cuando exigimos a los poderes públicos que se respete nuestro derecho a ser plenamente libres e iguales en el desarrollo de nuestra ciudadanía. Por ejemplo, cuando nos asiste el derecho constitucional a hablar la lengua de todos, el castellano. Tercero, cuando demandamos soluciones al Gobierno para atajar una crisis que no dañe nuestro derecho a decidir libremente sobre cómo empleamos nuestro trabajo y nuestros recursos económicos. Y cuarto, cuando proclamamos nuestro derecho a ver cómo las víctimas del terrorismo son tratadas como lo que son: depositarias de esa dignidad moral que representa su noble sacrificio a la causa de la libertad en España.
 
Queridos amigos. Faes cumplirá años en 2009. Serán veinte. Eso me permite hacer una reflexión acerca de la magnífica labor que ha desarrollado al servicio de la libertad, de nuestro partido y de los intereses generales de España. Faes ha logrado protagonizar el debate ideológico español durante estos años.
 
Gracias a esta circunstancia nuestro partido ha marcado la agenda de buena parte de las reflexiones políticas que se han planteado en nuestro país. Este logro no es menor. Se ha conseguido en un país donde la izquierda, como sucede en el resto de Europa y Occidente, trata de imponer la tesis de que es ella la única que tiene derecho a pensar.
 
Faes ha demostrado que estamos ante una tesis radicalmente falsa. Faes ha sido capaz de sacar a relucir las contradicciones y servidumbres de una izquierda atrapada por su pasado y por la dificultad para repensar su presente y su futuro.
 
Pero lo más importante, ha contribuido a reformular y modernizar las ideas liberales en las que creemos los populares. No es casual que este protagonismo ideológico de la fundación abarque un periodo de enorme importancia en la historia política de estos últimos años. Les recuerdo que a lo largo de estas dos décadas se ha producido la caída del totalitarismo soviético y la aparición de nuevas amenazas para las sociedades abiertas: desde el renacimiento y exacerbación de los viejos nacionalismos hasta el empuje desestabilizador para el orden internacional del integrismo islámico o los nuevos populismos que cuestionan la globalización y sus instituciones.
 
Hoy las ideas son más importantes, si cabe, que hace veinte años. Gracias a ellas, evolucionan las mentalidades y cambian las sociedades. Gracias a ellas, progresa el mundo y los hombres logran mayores cotas de libertad, progreso y bienestar. Isaiah Berlin, el gran pensador liberal al que Faes homenajeó hace unos meses y que, por cierto, en 2009 celebrará el centenario de su nacimiento, siempre insistió en que las ideas son una faceta esencial en la vida de las sociedades occidentales.
 
Yo también lo creo. Sin ideas, las sociedades se estancan y empantanan en lo dado. Con ideas, las sociedades evolucionan y avanzan en la consecución de nuevas metas de superación colectiva. Sin ideas, las sociedades pierden empuje creativo y capacidad de iniciativa a todos los niveles. Con ideas, aumenta la innovación y se estimula el genio, el talento y la creatividad, se progresa y se avanza en términos cuantitativos y cualitativos.
 
Por eso es bueno que la fundación siga anticipándose en la localización de los debates futuros y en la búsqueda de nuevos yacimientos de ideas en el mundo del pensamiento. No olvidemos aquí que su contribución desde 1989 a la evolución ideológica de nuestro partido ha sido decisiva. 
 
Os pido que siga siendo así. Sobre todo, ahora, cuando el Partido Popular afronta un nuevo periodo tras su congreso de Valencia. Os pido que hagáis un esfuerzo para seguir abriendo el angular del debate y la reflexión. Que sigáis desmintiendo con nuevas ideas el pesimismo de aquellos que creen que ya nada nuevo se puede pensar porque todo está dicho. Hay que ser capaces de seguir innovando como hasta ahora y de ir más allá de lo conseguido.
 
Hay que dar respuestas a los problemas de la sociedad española, a los que están todavía sin resolver y a los nuevos que van surgiendo como consecuencia de los cambios profundos que modifican la mentalidad y las inquietudes de nuestros compatriotas. A los liberales no les ha faltado nunca confianza en la creatividad ni el poder innovador que está asociado al ejercicio de la iniciativa individual.
 
A los liberales, el llamamiento a desarrollar la libertad de pensamiento les ha estimulado siempre a ir más lejos, a ser más imaginativos y fecundos, a demostrar que pueden superarse los límites, los obstáculos y las restricciones, pues, como decía Tocqueville: “Nada es más fértil en prodigios que el arte de ser libres”.
Por eso os pido que deis rienda suelta a vuestro poder de innovación, a que contribuyáis, aún más si cabe, a que nuestro partido siga ofreciendo ideas nuevas y eficaces para resolver los problemas que la sociedad española tiene por delante.
 
Sois nuestro laboratorio de ideas, nuestro departamento de I + D + i, y el Partido Popular necesita vuestras aportaciones. Me parece ésta, por sí sola, una tarea apasionante a la que os animo e invito a seguir desarrollando en los próximos años.
 
Queridos amigos. Relacionado con lo anterior, me gustaría recordar ahora que en nuestro programa electoral decíamos como “eslogan” que teníamos las ideas claras. Por eso, precisamente, asumimos ante los ciudadanos un compromiso inequívoco: lograr que “España sea la sociedad abierta, avanzada, competitiva y cohesionada que todos ambicionamos”.
 
Hoy, más que nunca, tenemos que demostrar que es así, que tenemos las ideas claras y que reafirmamos nuestro compromiso con España en los términos que acabo de mencionar. Primero, porque hay que ofrecer más ideas para corregir los efectos negativos de la legislatura anterior. Segundo, porque hay que ofrecer más ideas para enmendar los daños ocasionados a la estabilidad de nuestro Estado y de nuestra convivencia colectiva. Y tercero, porque hay que ofrecer más ideas para atajar una crisis económica que puede convertirse en una grave crisis social si no se acierta en el diagnóstico y en las soluciones.
 
Los próximos meses tendremos que enfrentarnos a una realidad política que exigirá grandeza de miras y sentido de la responsabilidad colectiva. Lo veremos cuando tengamos que enfrentarnos al reto que ha planteado el presidente del Gobierno de la Comunidad Autónoma del País Vasco, Juan José Ibarretxe con su ilegal convocatoria de un referéndum.
 
Lo veremos cuando tengamos que dar respuesta al desbordamiento material de una justicia sin recursos y sujeta al zarandeo político de un gobierno que no oculta cuáles son sus verdaderas intenciones sobre ella. Lo veremos también cuando tengamos que dar respuesta a los problemas de una inmigración ilegal que sigue presionando sobre nuestras fronteras con las consecuencias dramáticas que hemos podido comprobar en las últimas fechas.
 
Hay que tomarse en serio este fenómeno y propiciar una política común para toda Europa, basada en la solidaridad, sí, pero también en el orden y en el control de las fronteras. Nadie duda ya de que la ley es la mejor garantía contra la explotación y la única herramienta útil para la integración social y la defensa de los derechos de los inmigrantes.
 
Es el control de la inmigración mediante la Ley el mensaje más claro que podemos enviar a las mafias del todo el mundo que son las únicas responsables de las terribles tragedias humanas como las que acabamos de ver estos días en Almería y Tenerife. Lo veremos, aún con más intensidad, cuando se agudice la crisis y se desmientan las previsiones de un Gobierno que falseó la situación de nuestra economía antes de las elecciones, que siguió haciéndolo durante la campaña electoral y que, a día de hoy, sigue sin ser sincero al describirla.
 
Los hechos son los que son y los indicadores son alarmantes. Se destruye empleo, cien mil puestos de trabajo en seis meses, aumenta el paro en 2.740 personas al día, y la Seguridad Social está perdiendo decenas de miles de afiliados al mes.
 
Los precios crecen de forma descontrolada, lo que merma aún más el maltrecho bolsillo de los hogares y agrava el problema de competitividad de las empresas. La escasez de la financiación está estrangulando el desarrollo de la vida económica, el euribor está ya en el 5,4% y la morosidad aumenta un 45%.
 
El consumo está retraído, hay temor a realizar grandes compras y se ahorra en las pequeñas. Las ventas de automóviles han descendido un 20%, las ventas al pormenor están en cifras negativas desde las Navidades, las hipotecas constituidas descienden un 25,9%. En suma, la crisis está afectando a todos los sectores y a todas las capas de la sociedad. Pero son especialmente vulnerables las pequeñas y medianas empresas y los hogares de menor renta. Ambos se ven atenazados por la subida de los precios y la escasez de financiación.
 
La construcción inicia una caída vertiginosa, pero también la industria se contrae. Y el sector servicios reduce su actividad en términos reales. Todo ello, como es lógico, lo percibe el sector público. La recaudación de IVA está descendiendo un 18%, la del Impuesto sobre sociedades un 20%, la del conjunto de los impuestos un 5%.
 
Lo peor, con todo, es el desplome de la confianza. Hoy, el 51,5% de la población considera la situación económica como mala o muy mala. Ante un panorama así, el gobierno de una sociedad democrática no puede esconderse. Tiene que decir la verdad, para así poder transmitir confianza a los consumidores, a los trabajadores, a los empresarios, a los inversionistas y al conjunto de la sociedad.
           
Hay que coger el toro por los cuernos, como ya he dicho. Hay que trasladar a los españoles cuál es la verdadera situación económica y, a continuación, decirles que se tienen ideas, que éstas son las correctas para paliar los daños de la crisis y para reactivar nuestra economía.
 
Si queremos salir de la crisis tendremos que trabajar codo con codo y todos tendremos que poner algo de nuestra parte. Las familias y las empresas ya están apretándose el cinturón, pero las Administraciones Públicas deberían darnos ejemplo de austeridad. Dado el actual nivel de endeudamiento que padece España, cada euro que sea capaz de ahorrar el sector público será un euro que repercutirá favorablemente en la inversión de nuestras empresas y en el bienestar de las familias.
 
Esta austeridad nos lleva a otro de los elementos esenciales para afrontar con éxito la situación: impulsar la bajada de impuestos. Yo soy de los que cree que, en estos momentos, un buen instrumento de política económica es rebajar los impuestos. Con un doble objetivo: aumentar la eficiencia de nuestro sistema económico y sostener los recursos de los sectores más afectados.
 
Una gran baza de nuestra economía es bajar decididamente los impuestos. Sólo así podremos fomentar el ahorro, la inversión, la asunción de riesgos, la creación de empleo y el conjunto de factores ambientales que incentivan el crecimiento. Pero de poco serviría esta baza si no trabajáramos también para reforzar la confianza dentro de la propia sociedad. La liberalización económica es el único medio que en nuestro país ha dado resultados para aumentar su prosperidad.
 
Lo ha demostrado su historia económica en el último medio siglo. Y lo seguirá haciendo mientras el afán de superación e innovación, la iniciativa individual y el deseo de mejorar y prosperar estén presentes en nuestra sociedad. Si el Gobierno pone las condiciones para que los ciudadanos prosperen, éstos prosperarán.
 
En la Europa del euro, y cuando ya no existe la posibilidad de devaluar nuestra moneda ni fijar unilateralmente los tipos de interés, las reformas estructurales son la palanca de arranque para reactivar y salir de la crisis. Esto lo han entendido bien algunos de nuestros socios europeos y no tan bien otros. Y los resultados, al cabo del tiempo, son evidentes.
 
En este campo la labor es ingente, siendo factibles infinidad de iniciativas y políticas que hay que estar dispuestos a poner en marcha. Estoy pensando, por ejemplo, en la necesidad de impulsar la unidad de nuestro mercado interior, estimular la defensa de la competencia, favorecer las políticas de ahorro energético, las infraestructuras, la formación, la innovación y, otras tantas que han de tener como fin respaldar al emprendedor y a quien esté dispuesto a asumir riesgos.
 
Lo decía hace unos días en el Congreso de los Diputados y lo reitero ahora: no se trata de inventar la pólvora sino de hacer bien los deberes y profundizar en esta línea de trabajo. Para lograrlo, repito, hay que crear condiciones de credibilidad. De este modo facilitaremos la asunción colectiva de responsabilidades y reaparecerá la confianza perdida.
 
Para ello debe dar ejemplo el Gobierno y el partido que lo sustenta. Si no es así, difícilmente podrá surgir el compromiso de todos para sacar nuestra economía adelante. En este sentido me parece preocupante la actitud mostrada por el Gobierno y el Partido Socialista.
 
En primer lugar, porque sigue eludiendo su tarea de gobernar llamando a las cosas por su nombre y retrasando la adopción de un paquete de medidas de choque digno de tal nombre. En segundo lugar, porque -como se vio la semana pasada en su Congreso Federal-, está más interesado en introducir debates artificiales, que en hablar de los problemas económicos que preocupan a la gente.
 
Se equivocan los socialistas si creen que sustituyendo la laicidad constitucional por el laicismo y planteando propuestas que reformen la legislación vigente sobre el aborto o la eutanasia van a conseguir que se reduzca el pesimismo que está generando la crisis económica y la total falta de acción por parte del Gobierno entre los ciudadanos.
 
No es bueno que el Gobierno equivoque las prioridades que necesita nuestro país y menos aún que lo haga de manera irresponsable  buscando divisiones artificiales para distraer la atención y con objetivos exclusivamente partidistas. No es bueno, en suma, ver al Gobierno desviado de lo que interesa a todos.
 
Cuando una crisis de enorme envergadura proyecta su sombra sobre el futuro, hay que propiciar el consenso y evitar los escenarios de crispación y conflicto sociales. Eso es lo que hacen los gobiernos serios. Los gobiernos que creen en el bien público y en el interés general. Si las cosas se ponen difíciles hay que favorecer lo que nos une.
 
Así se estimulan los vínculos de solidaridad y se propicia el sentido del deber recíproco que favorece que todos cumplan con sus responsabilidades y se trabaje por el éxito colectivo. De hecho, el éxito de las democracias a la hora de vencer históricamente las dificultades ha surgido siempre de sumar apoyos, no de restarlos ni de dividirlos.
 
Por eso yo quiero que todos, Gobierno y Oposición, Administraciones Públicas y sociedad civil, sindicatos, partidos políticos y organizaciones empresariales, estemos a la altura de las circunstancias.
 
Todos tenemos que trabajar en la misma dirección. Todos tenemos que dar respuesta a lo que realmente preocupa a la gente: el paro, la subida de los precios, la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados o la frustración que genera a tantos ver cómo sus expectativas de prosperidad familiar y personal se ven dañadas por los efectos de la crisis.
 
Yo voy a trabajar para alcanzar esa meta, que me parece un objetivo superior. En mí, ya lo anuncio, el Gobierno encontrará siempre un apoyo leal si quiere pensar seria y responsablemente en los ciudadanos y en sus problemas reales. En este sentido, cuando se plantee el referéndum ilegal de Ibarretxe me tendrá a su lado.
 
Y también me tendrá ahí si quiere evitar la resignación frente a la crisis económica. Si quiere proponer medidas sensatas que permitan afrontar con coraje y decisión la crisis actual adoptando reformas que favorezcan la austeridad y fomenten la confianza en nosotros mismos como país. Hemos demostrado que España sabe hacer las cosas cuando tiene un Gobierno que trabaja por el éxito colectivo con ambición y responsabilidad.
 
Si hace eso el Gobierno estaremos a su lado, si no, que sepa de antemano que no le prestaremos nuestra colaboración, aunque trabajaremos por ofrecer una alternativa real y comprometida con las necesidades y los problemas de la gente.
 
Queridos amigos. Voy terminando. En las últimas semanas el Partido Popular ha afrontado una serie de cambios que expresan su voluntad de renovar sus equipos y mejorar sus mensajes y propuestas, pero desde la firmeza del respeto a nuestros principios y valores. Eso es lo que hicimos hace casi un mes en nuestro Congreso Nacional de Valencia y eso es lo que hemos hecho desde entonces en Baleares, en Cataluña y ayer mismo en el País Vasco.
 
Hemos acreditado sobradamente lo que somos en los documentos políticos que hemos aprobado en ellos. Somos un partido independiente que tan sólo está al servicio de España y del bienestar de los españoles. Somos un partido de centro que reivindica la moderación y el sentido de la responsabilidad.
 
Un partido con las ideas claras que defiende la España constitucional; que cree en el Estado de las Autonomías; que considera que con el terrorismo no se negocia sino que se le derrota; que defiende la libertad como motor del progreso; que considera que todas las personas somos iguales en derechos y oportunidades, deberes y obligaciones; y que el Estado está para garantizar esa igualdad, la libertad y la solidaridad para proteger a aquellos que más la necesitan.
 
Principios que hemos visto reafirmados de la manera más feliz que podíamos imaginar al tener noticia, durante las sesiones de este Campus Faes, de la liberación Ingrid Betancourt por el ejército colombiano. El ejemplo de coraje, pundonor que nos han ofrecido en lo  personal y lo político Ingrid Betancourt y el presidente Álvaro Uribe viene a constatar lo que siempre hemos defendido: que la libertad nunca se puede negociar con terroristas y que en un Estado democrático el ejército y las fuerzas de seguridad son los garantes de esa libertad.
 
La explosión de alegría por la liberación de Ingrid Betancourt tiene el mismo origen que la rebelión cívica de indignación y dolor, que hace once años, tomó las calles de toda España después del asesinato de Miguel Ángel Blanco. El nervio de la libertad es donde reside la fortaleza de los demócratas frente al terror.
 
A partir de esta reafirmación de lo que somos, comienza ahora una tarea política que se prolongará a lo largo de una legislatura que será difícil porque muchos españoles, desgraciadamente, lo están pasando y lo van a pasar muy mal.
 
Yo quiero que nuestro partido piense en esos españoles. Yo quiero que si se sienten desamparados y desprotegidos por el Gobierno, al menos sepan que los populares ejerceremos la oposición pensando en ellos, trabajando por ellos, lo cual es nuestra obligación. Yo quiero que esos españoles nos vean como la solución a los problemas si falla el Gobierno a la hora de dar respuesta a sus necesidades. Yo voy a trabajar constructivamente por el futuro y por hacer todo lo humanamente posible para que el Partido Popular sea un referente político de estabilidad y confianza para una sociedad española que no puede caer en la decepción y el pesimismo.
 
España ha llegado a ser lo que es, la octava potencia económica del planeta y un país admirado por sus logros democráticos, porque ha sido capaz de escribir un relato colectivo de éxito desde la Transición hasta hoy. Yo voy a dedicarme a seguir aportando argumentos y propuestas para que ese relato siga escribiéndose entre todos.
 
En tiempos como los que vamos a vivir España necesita no sólo un liderazgo político sino también social: un referente que no se esconda ni eluda su responsabilidad; un referente en quien se pueda confiar, que transmita seguridad por sus propuestas, por sus actitudes y por sus hechos. Yo voy a trabajar para ser merecedor de ese liderazgo.
 
No voy a moverme un ápice de este objetivo que, insisto, creo que es un objetivo superior, porque piensa en el bienestar de todos y, en particular, en el bienestar de aquellos que por desgracia lo han perdido ya y quieren legítimamente volver a disfrutarlo. Os pido a todos los que os sentís de un modo u otro comprometidos con el proyecto del Partido Popular a que me ayudéis en esta tarea. Muchas gracias.

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