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DISCURSO ÍNTEGRO DE JOSÉ MARÍA AZNAR EN BOGOTÁ

Por su interés informativo reproducimos íntegramente el discurso pronunciado por José María Aznar en la presentación em Bogotá del informe de FAES sobre Iberoamérica.

Señor Presidente de la República de Colombia, querido Álvaro Uribe;
Señor Rector de la Universidad Sergio Arboleda, querido Rodrigo Noguera Calderón;
Señora Directora General de Víctimas Visibles, querida Diana Sofía Giraldo;
Señor Portavoz del Partido Popular en el Congreso, querido Miguel Ángel Cortés
Señor Presidente de Ecuador Libre, querido Guillermo Lasso;
Señora coordinadora de ex becarios FAES en Colombia, querida Jimena Escandón;
Señoras y señores;
 
Agradezco al Presidente Uribe, un buen amigo con el que me unen muchas ideas y valores, que haya hecho un hueco en sus muchas ocupaciones para estar con nosotros en la presentación de este trabajo. Sé lo que supone tener la responsabilidad de gobernar. Por eso este gesto de compartir con nosotros esta presentación nos honra y se lo quiero agradecer muy cordialmente.
 
“América Latina: una agenda de Libertad” es fruto del trabajo de más de un año de la Fundación FAES. Siempre pensé que estar en política, trabajar por mejorar la situación de tu nación, exigía basar la acción en principios sólidos y en ideas claras. Y, para mí, como creo que también para el Presidente Uribe, el primer principio es la defensa de la libertad, a esa idea he dedicado toda mi actividad política.
 
Lo fue antes de llegar al Gobierno. Con la defensa de la libertad construimos una alternativa que ganó la confianza de los españoles. Lo seguimos haciendo cuando tuvimos la responsabilidad de gobernar, con unos resultados de los que creo que podemos estar razonablemente satisfechos. El país que el Partido Popular entregó en 2004 a sus sucesores era sencillamente mejor del que recibió a la altura de 1996.
 
Y lo sigo haciendo ahora, cuando me he alejado voluntariamente la actividad política. Sigo creyendo que las ideas son importantes, que tienen consecuencias y que hay que luchar por ellas. Nadie va a luchar por ti para que las ideas en las que crees triunfen. Esa convicción creo que también me une al Presidente Uribe.
 
Este informe, que han debatido brillantemente su Director, Miguel Ángel Cortés,  Guillermo Lasso y Diana Sofía Giraldo, es una apuesta de FAES por el futuro de América Latina. Un futuro que debe estar basado en ideas claras y principios sólidos.
 
Al respecto quiero expresar algunas de ellas:
 
En primer lugar, nosotros, como Fundación FAES, estamos comprometidos en trabajar por un futuro en libertad para todas las naciones iberoamericanas.
 
En segundo lugar, España cree en el futuro de Iberoamérica. Más aún, cree en un futuro compartido con las naciones iberoamericanas. Y también creemos que las Cumbres Iberoamericanas son un precioso instrumento que culmina una realidad que debe ser cada día mejorada y perfeccionada.
 
Mi experiencia me dice que las Cumbres son el punto más relevante de una realidad. Pero lo importante es que esa realidad existe: en las empresas, elemento clave para crear riqueza y oportunidades, en las universidades, en la cultura, en las fundaciones, en el mundo profesional. Y más aún, en las vivencias cotidianas de cientos de miles de inmigrantes a uno y otro del Atlántico.
 
En tercer lugar, estos compromisos nos unen a españoles de distintos credos políticos, a intelectuales, a profesionales,… una gran mayoría de españoles que, bajo el amparo de la Corona y el ejemplo del Rey, miramos con esperanzada ilusión un futuro compartido.
 
En cuarto lugar, en mi opinión, esta realidad es un gran activo en el mundo de hoy con la que tenemos mucho que ganar. Eso sí, debemos cuidarla, atenderla, mejorar y trabajar incesantemente en prevenir los riesgos. Creo que esa debe ser la tarea de gobernantes serios, con sentido histórico, responsabilidad presente y visión de futuro.
 
Me gustaría compartir también con todos ustedes algunas de las ideas que figuran en él y que pueden afectar a Colombia de manera particular. Quiero hablar como un amigo de Colombia. Cuando tuve el honor de presidir el Gobierno de mi país hice todo cuanto estuvo en mi mano por ayudar, tanto con el Presidente Pastrana y como con el Presidente Uribe, a este querido país. Les aseguro con toda humildad que hoy lo sigo haciendo desde el lugar que me corresponde, que es el de las ideas políticas.
 
Sin duda alguna el terrorismo es una lacra que sufre Colombia. Y es también la mayor amenaza que enfrentamos en todo Occidente. Porque si hay enemigos de la libertad que quieren acabar con la democracia e imponer su tiranía, Colombia los ha conocido como nadie. Y eso es una dura lección que el resto de Occidente está aprendiendo en los últimos años.
 
Por eso es importante la solidaridad con Colombia. Cada ataque terrorista contra Colombia es un ataque contra todos nosotros. Y por eso es importante la claridad moral que muchas veces ha faltado para ver desde fuera los problemas de Colombia.
 
En Europa y en otras partes no han faltado quienes equipararan a los grupos terroristas que quieren acabar con la democracia colombiana con el Gobierno legítimo y democrático elegido por los colombianos. Un síntoma de la confusión moral y del relativismo que padecemos en muchas de nuestras sociedades y que es, en mi opinión, uno de los grandes males de nuestro tiempo.
 
Con el terrorismo sólo se puede tener un objetivo: derrotarlo. Y para derrotar al terrorismo debemos tener la determinación necesaria para llevar adelante nuestra lucha. Y hacerlo con la seguridad de que la razón está siempre del lado del Estado de Derecho y de la democracia. En esta lucha, la perseverancia, la claridad y la determinación democráticas son nuestras mejores armas.
 
Sin duda hay que adoptar decisiones difíciles, yo las tuve que adoptar también en mi Gobierno, y hay que buscar la ayuda de los amigos y de todos los que buscan el triunfo de la libertad en el mundo.
 
El apoyo ha de ser en todos los frentes. Por eso no entiendo la actitud de algunos cuando llega el turno del comercio. Colombia es una nación que merece triunfar. Y estar plenamente integrada en el mundo, al lado de las democracias occidentales.
 
No puedo entender las dificultades que algunos ponen al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Quienes se oponen a él, al amparo de las viejas tesis proteccionistas, no sólo están causando un perjuicio a los colombianos y a los consumidores estadounidenses.
Están poniendo en riesgo la viabilidad de una democracia añeja que afronta un desafío brutal por parte de unos grupos de narcoterroristas.
 
El libre comercio da oportunidades a las personas, abre las puertas de los países para que puedan prosperar. Es también una ayuda valiosísima  para consolidar democracias y sistemas institucionales de libertad. Hay que apoyar el Tratado de Libre Comercio de Colombia con los Estados Unidos no sólo por sólidas razones económicas, sino como muestra de confianza en la democracia colombiana.   Quienes, llamándose progresistas, le ponen trabas harían muy bien en pensar el injusto castigo que su decisión supondrá para Colombia y para toda una región amenazada por un populismo de raíz totalitaria.
 
El Presidente Uribe sabe que puede contar con todo mi apoyo para lograr que Colombia avance por el camino de estrechar lazos de todo tipo con las otras democracias liberales del mundo. Porque, en el tiempo en que vivimos, la libertad, como tantas veces en la Historia, tiene una espléndida oportunidad. Y tiene, sin duda también, enemigos poderosos que luchan por acabar con ella en todas partes del mundo.
 
Y por eso, precisamente, presentamos hoy en Colombia este informe, América Latina: una agenda de Libertad. Porque en FAES estamos convencidos de que Iberoamérica, toda Iberoamérica, tiene que estar anclada firmemente en el mundo de la libertad, de la democracia, del Estado de Derecho, de la economía libre de mercado y del progreso. Y la democracia colombiana está sin duda llamada a desempeñar un papel relevante en el anclaje de América Latina en la libertad, la democracia y la prosperidad.
 
En el caso de Colombia, hay que reconocer que la voluntad del pueblo colombiano de vivir en libertad y democracia, en paz y seguridad, ha hallado incomprensión y desidia por muchos que debían haber mostrado simpatía y solidaridad.
 
En Europa se ha creído por parte de algunos durante demasiado tiempo que los narcoterroristas que cometían los crímenes más brutales estaban movidos por un afán de justicia en una sociedad perversa. Que las autoridades democráticas colombianas merecían el mismo trato, si no peor, que el de quienes habían hecho de la violación de la ley su modo de vida. Colombia ha sufrido indeciblemente por esta nueva reedición del mito del buen revolucionario y por la confusión moral que sustentaba esa postura errónea.
 
Por fortuna, creo que hoy, gracias al esfuerzo, la inteligencia y el trabajo de muchos que se han rebelado contra esa injusticia la situación ha cambiado en la escena internacional. Colombia es percibida cada vez por más personas como lo que de verdad es, una nación que desea vivir en democracia, en paz y acabar con la pesadilla de la amenaza del narcoterrorismo y la violencia.
 
Con toda modestia, debo decir que una de la mayores satisfacciones que tengo del tiempo en el que tuve el honor de presidir el Gobierno de España es haber contribuido a que los grupos que han causado tanto dolor y muerte en Colombia figuren en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea.
 
El primer paso para derrotar a los terroristas es llamarlos por su nombre. Y poner en marcha toda la amplia panoplia de instrumentos que el Estado de Derecho, la ley y la cooperación internacional tienen para acabar con ellos. El camino no es nada fácil. Y muchas veces surgirá la tentación del desánimo, de pensar que no es posible acabar con ellos y del apaciguamiento. Pero estoy convencido de que, a la larga, la libertad y la democracia prevalecerán.
 
Me ha parecido siempre imprescindible contar con la referencia moral y humana que suponen las víctimas del terrorismo. Una sociedad que sufre el embate del terror tiene que sacar su nervio moral precisamente del reconocimiento y de la memoria permanente a las víctimas. El recuerdo presente de su sacrificio es una fuerza moral para continuar la lucha en defensa de los valores de la libertad, de la tolerancia y de la convivencia civilizada.
 
Siento por ello un inmenso agradecimiento y es para mi un timbre de honor ser Presidente de la Fundación Víctimas Visibles. Porque la unión de la víctimas de todo el mundo será sin duda un elemento que contribuya a avanzar la derrota de los terroristas en todo el mundo.
 
La mayor amenaza a la que se enfrenta el mundo libre hoy en día es el terrorismo, el odio visceral de quienes odian la libertad. Pero es miope pensar  que las democracias liberales podremos sobrevivir cada una por nuestra cuenta. La cooperación internacional es fundamental para acabar con esa amenaza. Pero debe ser algo más que una solidaridad retórica.
 
En este sentido, Occidente tiene que replantearse la arquitectura institucional que ha preservado la libertad y la democracia durante décadas. Porque ahora, al igual que en los años de la Guerra Fría, hay quienes están dispuestos a acabar con la sociedades abiertas y libres. La única diferencia es que las tácticas que utilizan para imponer sus designios totalitarios son distintas y la ideología que les sirve de excusa es otra.
 
Por eso, en un informe anterior al que hoy presentamos, FAES ha abogado por reformar en profundidad la organización que durante décadas preservó la libertad ante la amenaza expansiva del comunismo. Hoy, en el mundo de después del 11 de septiembre, no podemos dejar solas a las democracias que enfrentan con determinación a quienes quieren acabar con ellas utilizando el terrorismo.
 
Por eso hemos defendido que la OTAN se reforme para hacer de la derrota del terrorismo una de sus misiones centrales. Al mismo tiempo, si la amenaza es global, la respuesta ha de ser también global. Y no podemos dejar solas a las naciones que se enfrentan existencialmente a él. Por eso creo que establecer una asociación entre la organización de seguridad que agrupa a las democracias más fuertes del mundo con Colombia es una idea necesaria.
 
Sé muy bien que el Presidente Uribe ha sabido poner en el centro de la agenda política de esta nación la seguridad democrática que se necesita para salir adelante. Porque nadie puede llamarse a engaño.
 
No hay otro camino para ganar el futuro que derrotar a quienes quieren acabar con la democracia. No se puede acabar con la pobreza y crear oportunidades para las personas si no hay seguridad, si los derechos a la vida, a la libertad, a la propia integridad no están garantizados por un Estado fuerte.
 
La institucionalidad democrática es el único camino para lograr el desarrollo. No hay otro. Por eso vemos con mucha preocupación las tendencias que abogan en América Latina por aplicar recetas que ya han fracasado históricamente.
 
Tuvimos la experiencia en el siglo pasado de dónde acabaron algunos paraísos prometidos.
 
¿Alguien piensa que una reedición de esos proyectos fracasados dará otros resultados en este mundo de hoy?
 
¿Alguien puede pensar que una ideología que busca la confrontación como excusa para ir acabando con quien discrepa del poder y que hace un discurso de odio para terminar con las libertades esenciales en cualquier sociedad democrática puede ser sobre lo que se construya el futuro de las naciones de Iberoamérica?
 
No podemos ser indiferentes ante esa situación. Toda Iberoamérica merece vivir fiel a sus raíces occidentales, en las que la igualdad de hombre y mujer, los derechos individuales de las personas y las libertades fundamentales sean reconocidos y respetados.
 
América Latina: una agenda de Libertad propone algo tan sencillo como que los países de Iberoamérica sigan la senda que han seguido las naciones más libres y prósperas del mundo. El camino de la institucionalidad democrática, del respeto y reconocimiento de los derechos fundamentales, de la libertad política y económica. Todo ello no es ajeno a la historia y a la tradición de América Latina, que es una parte sustancial de Occidente.
 
Esta realidad, la condición occidental de toda América Latina, es algo que quieren negar quienes buscan acabar con la democracia liberal en esta parte del mundo.
 
Hoy hay un proyecto de escala continental que busca precisamente alejar a América Latina de sus raíces occidentales. Que pretende sustituir el concepto de ciudadano, libre e igual, por el de miembro de uno u otro colectivo para enfrentar a la sociedad en querellas estériles. Que considera que los derechos y las libertades de las personas no son límites infranqueables de la acción del poder, sino que pueden soslayarse para avanzar un proyecto de ingeniería social. Que fomenta la frustración de la pobreza y la falta de oportunidades para manipular sentimientos y prometer falso atajos a la prosperidad.
 
Por fortuna hay países, como Colombia, que están avanzando por otro camino, a pesar de las dificultades y del desafío de los narcoterroristas. Es el camino de la institucionalidad democrática, de la apertura, de la seguridad. Por eso es tan importante para el mundo libre apoyar la democracia colombiana. Y afirmar con voz clara que la lucha del pueblo colombiano para mantener sus instituciones es la lucha de todos los que defienden la libertad y la democracia en el mundo.
 
Este informe que presentamos hoy no es más que eso. La apuesta clara y firme por las raíces occidentales de América. La apuesta por la institucionalidad y la democracia de toda América, convencidos de que no hay ninguna maldición histórica que impida a toda esta región alcanzar las cotas de libertad, prosperidad, seguridad y progreso de las naciones más avanzadas.
 
Sabemos que hay un proyecto que pretende justo lo contrario. Por eso es preciso unir a los afines, con generosidad y altura de miras, para ofrecer a todas las naciones de Iberoamérica una alternativa ganadora basada en la libertad, el respeto a la dignidad de la persona, el libre mercado como mejor manera de crear oportunidades. Una alternativa que sea, en definitiva, la opción del progreso y de la libertad.
 
Muchas gracias.

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