DISCURSO ÍNTEGRO DE JOSÉ MARÍA AZNAR
Reproducimos íntegramente el discurso de José María Aznar en la Universidad de invierno de Estudiantes Demócratas Europeos:
Queridos amigos, muy buenas noches a todos.
Han sido varias las ocasiones en que los Estudiantes Demócratas Europeos me habéis invitado muy amablemente a participar en vuestra Universidad de invierno. Hasta ahora, otros compromisos me habían impedido atender la invitación. Pero me comprometí hace meses en que en esta ocasión, que os reunís en Madrid, podría acompañaros, y me alegra con vosotros compartiendo esta interesante iniciativa. Quiero felicitaros por haber dedicado estas jornadas a hablar sobre la amenaza del terrorismo. La primera exigencia en la lucha contra el terrorismo es señalarlo, hablar de ello. Nunca tratar de mirar hacia otro lado, como si con ello fuera a desaparecer la amenaza.
Venís de países de toda Europa y participáis de unos valores occidentales, los de la democracia liberal. En mi opinión Europa y las Américas no se entienden la una sin la otra. Son partes complementarias de Occidente, esa realidad histórica y política donde nacen unos valores que entendemos universales, puesto que están basados en la dignidad radical del ser humano. Son valores que poco a poco se han ido extendiendo y que son perfectamente compatibles con los de otros países en otros lugares del mundo como Japón o Sudáfrica.
Pero Occidente supone para otros una amenaza, la de la libertad frente al despotismo, la de la razón frente al fanatismo, la de los derechos humanos frente a la barbarie. Por eso somos un objetivo para el terrorismo. Lo somos los occidentales y lo son aquellos que fuera de Occidente buscan una oportunidad para que los mismos valores imperen. Ya nadie puede llamarse a engaño: el terror ha demostrado que no tiene el menor escrúpulo moral para provocar el mayor sufrimiento posible. Nueva York, Madrid, Bali, Bagdad o Londres son algunos ejemplos del daño que pueden y quieren hacernos.
En vuestra visita esta mañana a la Fundación FAES que presido, os han entregado ejemplares del Informe sobre la OTAN que recientemente hemos publicado y presentado. Espero que encontréis interesante su lectura, puesto que en él exponemos nuestra opinión de que la lucha contra el terrorismo dentro y fuera de nuestras fronteras debería ser la principal función de la Alianza Atlántica, puesto que el terror, íntimamente vinculado con la proliferación de armas de destrucción masiva, es la mayor amenaza que sufrimos los países atlánticos.
Es una amenaza que en España, desgraciadamente, conocemos muy bien. Una banda terrorista lleva décadas atacando las vidas, las libertades y el patrimonio de los españoles. Más de ochocientos asesinatos, además de miles de heridos, amenazados y chantajeados y un buen número de personas secuestradas son el fruto de su acción criminal. Como todo grupo terrorista, ETA hace reclamaciones políticas. En este caso, se podrían resumir en la creación de un nuevo Estado vasco que abarcaría los territorios vascos españoles y franceses. Por supuesto que disimulan su chantaje hablando del derecho de autodeterminación de los pueblos y otros eufemismos que sólo pretenden ocultar el totalitarismo en el que militan.
Lamentablemente, dentro y fuera de España, demasiadas veces se ha prestado atención a estas reclamaciones. El hecho es que, cuando hablamos de cualquier terrorismo, las llamadas “causas” o “raíces” no son sino viles excusas. El origen de un asesinato nunca está en una causa política justa. El origen es siempre la renuncia a un valor moral fundamental, como es la dignidad del ser humano. El origen del terrorismo es el fanatismo y el totalitarismo. Nunca lo es ni la libertad ni la pobreza ni la injusticia.
El terrorismo se alimenta de la expectativa de que sus objetivos lleguen a cumplirse. Cada vez que un político, con buena o mala intención, inicie una política para satisfacer esos objetivos, se está fortaleciendo el terror. Pocas cosas pueden ser más destructivas a largo plazo para una democracia que hacer creer a los terroristas que sus crímenes son a la larga un medio que termina por resultar útil para conseguir sus objetivos. Es algo sobre lo que los gobiernos democráticos de todo el mundo deberían reflexionar y actuar conjuntamente.
Creo que en muchos países europeos no estamos asumiendo la terrible amenaza terrorista con la suficiente responsabilidad y rigor. Tengo la sensación de que, a pesar de que los ataques en suelo europeo ya se han cobrado muchos cientos de vidas, no sentimos la amenaza tal y como es. El terrorismo requiere la unidad de las fuerzas políticas democráticas. Requiere el acuerdo de las políticas necesarias para que su estrategia no triunfe ni avance hacia sus objetivos. Precisamente una de las tácticas favoritas de los terroristas es dividir las sociedades, debilitarlas en su respuesta. Caer en esa trampa es un grave error que siempre terminamos pagando.
El terrorismo busca nuestra destrucción y por tanto ante él no cabe el apaciguamiento ni las políticas de conciliación. El único resultado admisible para que prevalezca la democracia, la libertad y el Estado de Derecho es la derrota del terror. Que no alcancen ninguno de sus objetivos. Que los criminales terminen ante la justicia. Las víctimas son una referencia moral, imprescindible en una sociedad que se tenga respeto a sí misma. Las víctimas expresan el sufrimiento y también la valentía. Con ellas hay que estar cuando demandan justicia.
Siendo presidente del gobierno de España contribuí a impulsar políticas europeas contra el terrorismo. Medidas como la orden europea de detención y entrega o la lista de organizaciones terroristas, entre otras, son herramientas necesarias. Pero quizá no sean suficientes. Europa, en unión de nuestros aliados del otro lado del Atlántico, debe lanzar el claro mensaje de que no cederá a ninguna de las imposiciones del extremismo islamista o de ningún grupo terrorista. Debe ser absolutamente claro en que los valores occidentales, nuestras libertades, no son ni serán objeto de negociación. Y estoy pensando ahora en algo tan importante para nosotros como es la libertad de expresión y en el asunto de las viñetas sobre Mahoma.
En Occidente, los límites a las libertades sólo pueden estar marcados por nuestros sistemas constitucionales y legales, y sus posibles violaciones sólo pueden ser determinadas por los tribunales de justicia. Cómo van a tomarnos en serio en asuntos mucho más graves si cedemos de antemano ante cualquier reclamación sobre unos dibujos, que merme nuestros derechos y libertades individuales. No nos equivoquemos: muchas de las reacciones que se han producido en la misma Europa han estado motivadas por el miedo a provocar a los terroristas. Y con estas reacciones los terroristas ya se han fortalecido.
Casos similares han existido repetidamente en aquellos países que sufren el terrorismo. En España se llegó a cambiar el trazado de una autopista y a paralizar el funcionamiento de una central nuclear por miedo a los ataques terroristas. Éstas son las cosas que nunca más deberían suceder. Las decisiones en las sociedades libres y abiertas no pueden ser tomadas por miedo. El miedo es la principal herramienta del terror.
Derrotar al terrorismo requiere firmeza, determinación y, sobre todo, la profunda convicción de que somos los ciudadanos de los países libres quienes debemos marcar el rumbo de nuestras sociedades. Cuando se tiene esta convicción es mucho más fácil actuar sin ceder nunca a los chantajes de los asesinos.
El terrorismo puede ser derrotado. Hacerlo a veces no es ni fácil ni cómodo, pero es la única solución válida a largo plazo si queremos que nuestros valores prevalezcan. Lo que está en juego es nuestra libertad. No creo que haya ninguna causa que merezca mayores esfuerzos.
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