Mariano Rajoy no es de los que sienta a alguien en su despacho y le dice que tiene que dejar su cargo porque ha perdido en él toda confianza. Basta echar la vista atrás y recordar las dos salidas más traumáticas para el Partido Popular, primero la de Luis Bárcenas y después -y más importante aún, pues ocurrió tras ser refrendado en las urnas por mayoría absoluta- la de Francisco Camps. En ambos casos, el hoy presidente nunca pronunció las palabras "tienes que dejarlo", pero sí indujo a los protagonistas a que tomaran ellos la decisión, en un contexto de presión interna -a través de allegados- y externa -medios de comunicación- brutal. El caso de Joaquín Almunia, el comisario europeo de cupo español, tiene muchos matices, pero en el Gobierno creen que ha captado el mensaje de que no se puede volver a repetir.
Todo fue atado y bien atado. Tras la confirmación por parte de Moncloa de que el jefe del Ejecutivo incluía un despacho con el representante comunitario, fuera de la agenda inicial, el viernes a las nueve de la mañana, un portavoz del partido que le sustenta en el poder reunió a los periodistas en el Congreso para decir a micrófono abierto lo que miembros del gabinete y colegas de siglas llevaban rumiando desde que Almunia empezara a poner peros a la versión gubernamental: "Tiene que hacer las maletas por deslealtad hacia España", afirmó Rafael Hernando, íntimo del definido sorayo Alfonso Alonso. Al coro se unió, desde Bruselas, el eurodiputado español Carlos Iturgáiz.
Así, en una estrategia perfectamente calculada, Gobierno y PP calentaron el ambiente y dejaron claro al comisario, por si tenía alguna duda, que en Madrid no estaban nada contentos con su actitud, una vez matizó o corrigió extremos como que no habrá que cerrar entidades financieras. Y todo a pocas horas de ser recibido por Rajoy.
La cita en Presidencia no duró más de cincuenta minutos, en la que ambos abordaron la situación crítica que atraviesa la Unión Europea, incluido el rescate financiero. Fue entonces cuando el presidente le envió su particular órdago envenenado, recordándole cuál es la postura del Gobierno, compartida por tantos países socios como portavoces europeos que la han valorado. "Una forma de decirle que se había salido del tiesto y que tenía que volver a él para no volver a salirse", en voz de un asesor consultado.
Al término, Soraya Sáenz de Santamaría tachó de positivo el encuentro, y se negó a asumir las críticas del PP. Previamente, un portavoz resumía la jugada: "El partido fija su posición pero el Gobierno lo es de todos los españoles". Pero, en ese contexto, la vicepresidenta sí introdujo un aviso a navegantes muy claro: "Uno ha de ser prudente y responsable de sus declaraciones", dijo. Y añadió que "se abre un procedimiento" -este es, el del relevo, que teóricamente se producirá en 2014- cuyos "pasos" irán concretándose.
En otras palabras, el Gobierno cree que Almunia sale concienciado "del profundo malestar" y con la idea de que no se le van a permitir más salidas del tiesto. "El Gobierno no puede pedir su dimisión, en tanto en cuanto es un comisario europeo, pero tiene muchas fórmulas de apretarle", se asegura. Y, a partir de ahora, se le vigilarán minuciosamente, así como "a esas fuentes autorizadas" que, en ocasiones, tanto daño hacen a la credibilidad del país.