Soraya Sáenz de Santamaría se liberó por un día de la formalidad del Consejo de Ministros y construyó un discurso muy contundente, primero echando agua a los intentos del PSOE de incendiar la calle y, a renglón seguido, haciendo mucha pedagogía -con palabras muy cercanas, nada que ver a los términos utilizados los viernes- para explicar a la ciudadanía las últimas medidas ante una situación “muy difícil y complicada”.
La vicepresidenta, en calidad de militante del distrito del Barrio de Salamanca -según se encargó de remachar-, empezó atizando a los socialistas. No mentó a su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, si bien todos los dardos iban dirigidos hacia él. “Algunos nos piden que no hablemos de la herencia”, arrancó. Tampoco dedicó mucho tiempo en hacerlo. Le bastó con recordar que “lo que trajo el pasado” es consecuencia “de lo que estamos viviendo estos días”.
Por ello, rechazó de plano que ahora fomenten las manifestaciones y protestas en contra del Gobierno. “Hoy muchos, algunos, invitan y dicen que hay que salir a la calle”, expuso, para a renglón seguido atacar: “Si yo hubiera dejado el país como lo dejaron ellos, a mí me daría vergüenza salir de casa”, sentenció, provocando un sonoro aplauso de un auditorio repleto.
Sáenz de Santamaría hizo estas declaraciones en el inicio del Congreso del PP de Madrid, donde antes estuvo largo rato pasando por los diferentes stands en compañía de Esperanza Aguirre. Escuchando a los muchos militantes y simpatizantes, que le plantearon sus problemas. En el seno del partido se vivió un intenso debate sobre las reformas, en especial la subida de impuestos -la del IVA-, contraria a la ideología liberal.
Ya en el estrado, la vicepresidente utilizó un lenguaje ameno, cercano, incluso emotivo. Se quiso poner en el papel de aquella madre, con un hijo pequeño -como ella-, que no encuentra trabajo. “Estamos en los momentos más duros y difíciles. Hay mucha gente que lo está pasando mal y que se pregunta hasta cuando”, afirmó, para pedirles su confianza. Tal vez fue la palabra que más utilizó: “Confianza” en el Ejecutivo. “Hay que hacer muchísimos esfuerzos, la situación es peor de lo que se pensaba”, añadió. Pero quiso mandar un mensaje de optimismo: “España es el mismo país que en el año 2000. los mismos trabajadores, ideas, empresarios, empuje y esfuerzo. Habrá que trabajar mucho y hacer muchos esfuerzos pero podremos hacerlo y lo vamos a hacer”, sentenció.
En su opinión, “hay una sociedad que quiere salir adelante”, y a ese espíritu apeló sin cesar. “España volverá a ser lo que fue”, solemnizó, no sin apostar, un día más, por compaginar control del déficit público con reformas. Lo explicó: “Es como quien vive permanentemente de la tarjeta de crédito. Tarde o temprano le va a llamar el banco diciéndole que está en números rojos”. En este punto defendió la reforma del Estado, que verá la luz en mayo, así como la ley de transparencia, como herramienta para saber “contratos, subvenciones o sueldos”.
“Tiempo de esfuerzos y sacrificios”, admitió una Sáenz de Santamaría crecida en su papel de mitinera. El Gobierno se ve con fuerzas porque, dice, escucha de los ciudadanos la frase “hacer lo que tengáis que hacer para sacar esto adelante”. Descartó “electoralismos y populismos” y fijó cuatro reglas de oro: no prometer lo que no se pueda cumplir, estabilidad política como consecuencia del espaldarazo electoral, iniciativa y, por último, “decisión” de acometer las reformas necesarias.