El Gobierno se fijó como primer gran objetivo transmitir absoluta tranquilidad, con un Congreso de los Diputados en plena ebullición política. En paralelo, quiso dar a la protesta sindical el perfil más bajo, encargando de dar la información sobre el seguimiento del paro a la directora de Política Interior, la magistrada Cristina Díaz, de cargo muy técnico. Y, como tercer pilar de la estrategia, se afanó en vender la agenda reformista emprendida para sacar a España de la crisis.
Lo cierto es que el día pudo ser mucho peor para el Ejecutivo. En la víspera hubo síntomas palpables de nerviosismo, tras el chasco brutal que supusieron las elecciones en Andalucía y en Asturias. Temían un efecto llamada, habida cuenta de que el PSOE estaba ejerciendo de altavoz en las últimas horas. Pero la huelga "no llegó a general", en voz de un ministro. Muy gráfica, la vicepresidenta primera, Soraya Sáenz de Santamaría, enseñó en su teléfono móvil cómo el consumo eléctrico dejaba en evidencia el fracaso de los convocantes, socialistas incluidos.
Mariano Rajoy hizo de la Cámara Baja su mando de operaciones. Quería la fotografía de un Congreso al 100%, y la obtuvo. A media mañana, reunió a la Comisión Delegada para Asuntos Económicos para dos asuntos básicamente, ambos de gran trascendencia. El primero, la reforma laboral, para dejar bien claro que el grueso de la misma no se tocará. El segundo, los Presupuestos Generales del Estado, que conllevarán el mayor tijeretazo de la democracia.
Al término, todos los mensajes lanzados por el Gobierno fueron para apuntalar ambos temas. Sobre la huelga general, Rajoy sólo quiso poner el acento en la normalidad "total" de la jornada. Algo más extensa fue la titular de Empleo, Fátima Báñez, cuando todos los indicadores advertían que los españoles habían optado por trabajar: "Estamos abiertos al diálogo y a la negociación hasta la extenuación, pero las partes troncales de la reforma laboral no se van a cambiar", aseguró, en declaraciones desde el Escritorio.
Debajo del brazo, esos diez mil contratos a emprendedores que la nueva normativa ha cosechado en tan solo seis semanas, y que Báñez lleva por bandera. De ellos, más de la mitad han sido para jóvenes. Se acaba "con la dualidad del mercado de trabajo", defendió. Ya en pasillos, los miembros del Ejecutivo no disimularon su satisfacción porque "los españoles hayan decidido ir a sus puestos de trabajo, lo que significa que entienden las reformas emprendidas". Y eso, tras el 25-M, se había puesto en cuarentena.
La defensa de las reformas fue un no parar. "Firmeza" ante Bruselas y los Mercados, afirmó un ministro, proclive a no tocar "ni una coma" del texto de Empleo. "No hay margen de negociación en ningún punto", continuó, con la vista puesta en los números rojos que, desde hace días, dibuja la Bolsa de España. "Tenemos que hacer lo que hay que hacer", remató.
La idea es vinculante en relación a las cuentas públicas, que por fin llegan a la mesa del Consejo de Ministros. "Un día duro", admiten en Moncloa, habida cuenta de que "apretarse el cinturón no es del agrado de nadie". Para empezar, los ministerios tendrán que reducir sus partidas en un 15% de media cuando hace tan solo unos días se hablaba del 12,5. Todas las fuentes insisten en que, si nada cambia a última hora, se tocará el Impuesto de Sociedades, dejando el IVA o los especiales para otro trimestre si fuera necesario.
El presidente cree que del 29-M sale reforzado. Tal y como describió en Seúl, los ajustes que están por llegar serán más duros aún que los de final de año, que incluyeron la polémica subida impositiva. Habrá reestructuración del sector público, cierre de empresas, privatizaciones... Pero, pese a todo, los ciudadanos fueron al trabajo, interpretan en el Gobierno. No ponen el acento en hacer sangre contra los sindicatos, sino en el hecho de cómo ha respondido la ciudadanía.
Evidentemente, explican las fuentes consultadas, preocupan las imágenes que de la huelga lleguen al extranjero, como las que ya se han visto en algunos medios internacionales. Pero en el Ejecutivo diferencian muy claramente a los radicales de la mayoría. "Las imágenes de Barcelona las provocan unos vándalos, kale borroka organizada", destaca un diputado.
Frente a ello, Rajoy insiste en transmitir que no le temblará el pulso, con el plus de España no queda parada, sino que funciona a pleno rendimiento. Sabe que el pinchazo en Andalucía es un palo en la rueda, que así se está viendo estos días en la Bolsa, pero su mensaje a Bruselas sigue siendo el mismo: cumplimiento con el objetivo de déficit revisado, aunque aún en un dificilísimo 5,3%.