Los resultados de las elecciones andaluzas suponen uno de los mayores fracasos demoscópicos de los últimos años en España. Prácticamente todas las encuestas de las publicadas durante meses situaban al PP en la mayoría absoluta, en algunos casos con una ventaja holgada, o muy cerca de ella. Todos los pronósticos periodísticos apuntaban en la misma dirección. En los propios partidos políticos, tanto en el PP como en el PSOE se daba por segura la victoria de Arenas.
La sorpresa fue ayer la tónica general en ambos lados. Es más, la extrapolación del resultado de las elecciones generales del 20 de noviembre otorgaba al PP una cómoda mayoría de 57 escaños. Muchos en Génova se preguntan este lunes qué ha pasado para tan inesperado resultado.
La única certeza es que muchos votantes del PP se han quedado en su casa. Javier Arenas ha perdido más de 400.000 votos de los logrados por Rajoy hace solo cuatro meses. De 1.982.000 a 1.566.000. Un 21,5% de los andaluces que votaron al PP el 20-N no lo hicieron el 25-M. Una desmovilización mucho menos acusada en el caso del PSOE. Griñán obtuvo 1.523.465 votos, por los 1.590.844 de Rubalcaba, 65.000 menos. Solo perdió un 4,3% de los votantes del 20-N. Si en las generales el PP obtenía el 45,57% de los votos en Andalucía por un 36,57% del PSOE; cuatro meses después casi empataban: 40,66% (PP) y 39,52% (PSOE).
La pregunta que queda en el aire es por qué se ha producido una desmovilización tan acusada en un electorado, el de centro-derecha, que en los últimos años había demostrado una enorme fidelidad al PP. El descrédito de la clase política, el perfil extremadamente de la campaña, el descontento con las políticas de Mariano Rajoy, especialmente la subida de impuestos, los acusados problemas de comunicación del Gobierno, el candidato Javier Arenas o un exceso de confianza ante las encuestas tan favorables pueden ser algunas respuestas.