La declaración a la Guardia Civil de la exasesora de la Dirección General de Empleo sigue revelando nuevos datos sobre el supuesto intento de ocultar los ERE fraudulentos por parte de la Junta.
De hecho, declaró que el actual consejero de Empleo, Manuel Recio, estuvo en compañía de altos cargos del departamento y de personal externo de la Consejería el fin de semana del 20 y 21 de noviembre de 2010 con la consigna de "reelaborar" expedientes.
Pero además hubo una extraña llamada telefónica. Ese domingo Ramón Díaz, actual parlamentario socialista y exasesor de Guerrero, llamó a esta asesora y le dijo que estaba "en la sede del partido y no solo" y agregó además que "quiénes me creía yo que estaban pendientes de estos temas allí". Fue la última vez que estuvo ahí. El máximo jefe por entonces de Díaz era el exsecretario general del PSOE de Sevilla y exconsejero, José Antonio Viera.
En su relato de los hechos, esta exasesora dice que a las nueve y media de la mañana del sábado comenzaron esta misión en la Consejería. Ese día estuvo toda la cúpula del departamento, incluido el actual director de Trabajo, Daniel Alberto Rivera. El domingo se sumaron el que fuera jefe del gabinete del consejero, Rafael Calvache, su mujer y la ex directora-gerente del SAE, Alejandra Rueda. También llegó el consejero Recio y su actual viceconsejero, Justo Mañas. Cuando ésta saludó a Mañas le dijo el vicenconsejero: "sabíamos que esto iba a pasar".
"Se encerraron en la sala de reunión todos menos nosotras. Seguimos viendo los expedientes. Las voces en la sala de reunión subieron de tono", aseguraba a la Guardia Civil la que fuera asesora de Empleo.
Así, rastrearon documentos, correos electrónicos, los archivos de ordenadores... todo, para encontrar las pólizas de las prejubilaciones; dando parte constantemente al consejero que iba haciendo un informe. La consigna era clara: "reelaborar la lista de expedientes vivos por provincias". Daniel Alberto Rivera pidió a la exasesora que no dejara rastro, solicitándole que dicha lista fuera guardada en el USB y no en un ordenador.
Cuando se fueron, la operación se encaminó a no dejar rastro de su presencia: "se guardaron en los armarios de la sala de reunión, junto con todos los listados preparados, los antiguos y nuevos, se limpiaron todas las mesas, vasos, botellas, papeles", asegura. Igualmente, mandaron que se quitaran "todas las pistas y trazos" del trabajo, e incluso "fregaron hasta las tazas y copas usadas" en el cuarto de baño. Con la basura, se operó del mismo modo: la recogieron y la pusieron en una "papelera grande" colocándola en el lugar donde primero se la llevaba el retén de limpieza. "Era un dejar todo sin rastro", concluye.