“Algunos dicen de mí, no sé si como elogio o como crítica, que soy un hombre previsible, que pienso las cosas y que manejo los tiempos”, afirmó un Mariano Rajoy hinchado de poder. Al que nadie le tose de puertas para adentro, y que ha visto como en los últimos cuatro años el color azul ha ido extendiéndose por todo el territorio nacional. Sólo falta Andalucía, aunque se mostró seguro de otra histórica victoria electoral el próximo veinticinco de marzo, que incluso llegó a extender a Asturias.
Con tanto poder acumulado, con tanta fuerza en todos los sentidos, lo de su candidatura fue un auténtico paseo militar. Fue reelegido presidente -y con ello candidato- con más del 97% de los votos. Parecía que hubiera apuestas por ser el que aplaudía más fuerte en cada frase del líder. "No sorprendo a nadie, no es ninguna novedad, quiero ser el presidente del PP", proclamó. Pero, además, también eligió a su nuevo equipo en Génova, y en este sentido hubo de todo menos tranquilidad. Turbulencias hasta el último minuto, aunque con la certeza de que, al final, nadie rechistaría al jefe.
"Una de las enseñanzas que me deja la experiencia es que la ansiedad es mala consejera", añadió el presidente, que parecía relamerse en los minutos previos a la designación. Alargó su discurso, y se congratuló de las pocas filtraciones. Su figura ya despierta ese miedo que hizo tan famoso a José María Aznar, que le volvió a dar todo su apoyo público. El inmenso auditorio, formado por más de 3.000 compromisarios, aguardó en silencio hasta que pronunció: "Me acompañan, en la candidatura que acabo de presentar...".
Con la retahíla de nombres y apellidos que pronunció -un total de 35, miembros todos de la Junta Directiva Nacional- Mariano Rajoy entregó las llaves del partido a María Dolores de Cospedal, convertida -esta vez sí- en la nueva general secretaria. Pero, en un juego de equilibrios muy calculado, mantuvo a Javier Arenas como número tres, al frente de la política territorial. Esteban González Pons asoma la cabeza con Estudios y Programas. Es menos relevante que Comunicación -que deja de existir-, pero su número dos, Carlos Floriano, escala -ni más ni menos- que a encargado de Organización y Electoral, por lo que su influencia aumenta.
Rajoy dio por cerrado el organigrama en una última comida, a pocas horas de hacer el anuncio oficial. Como comensales invitados quienes se la jugaban: Arenas y Cospedal, con sus respectivas parejas. La secretaria general llegó a cancelar una cita concertada con anterioridad para estar presente. Aún bailaban algunos nombres. Era la puntilla a una semana de estrés total, en la que los principales actores jugaron sus cartas.
Reparto de poder en Génova
Por partes, Cospedal se lleva varios puntos. Logra que ni exista la figura de coordinador general ni y tampoco la de portavoz. De facto, la comunicación es suya, lo que le permitirá batallar en influencia mediática con Soraya Sáenz de Santamaría. Además, los ministros quedan fuera de maitines, otro tanto para la número dos, aunque sí forman parte del Comité Ejecutivo como vocales.
Arenas resiste ante el huracán castellano-manchego, que no es poco. Se mantiene como número tres y se hará notar. Además, veinte años de amistad con Floriano -a quién situó al frente del PP de Extremadura- y un buen trato con González Pons -íntimo de Ana Mato, su gran aliada, a quien Rajoy citó con especial cariño- le ayudarán. Logra, por otro lado, lo que ningún otro, salvo Cospedal: seguir en la dirección a pesar de ostentar otro cargo de responsabilidad. Ni más ni menos, espera convertirse en presidente de Andalucía.
En la segunda fila también se nota que "Arenas seguirá siendo Arenas", en voz de un destacado del partido. Por ejemplo con Juan José Matarí (secretario ejecutivo, de política autonómica) o Fátima Báñez. En este segundo escalafón se hace igualmente fuerte la vicepresidenta primera: Juan Carlos Aparicio, José María Lasalle o Álvaro Nadal están en la estructura.
Cospedal, por su parte, logra incluir a uno de sus guardianes más reconocidos, Vicente Tirado, como secretario ejecutivo, y Alicia Sánchez Camacho será la nueva presidenta del Comité Electoral Nacional.
Ignacio González vuelve al Comité Ejecutivo
En un grado menor, hay que echar la vista a la delegación del PP de Madrid para comprobar como el presidente apaga otro fuego. O, al menos, contrarresta el regalo a Manuel Cobo. Rajoy recupera en el Comité Ejecutivo Nacional a Ignacio González, cuyas tiranteces son harto conocidas de puertas para adentro. Además, Lucía Figar será vocal electa de este mismo órgano.
Puestos los nombres encima de la mesa, otro paseillo. El de la aclamación. "Hace años que me propuse conservar mi independencia y lo he conseguido. No debo nada a nadie, ni tengo más compromisos que con vosotros y con los españoles", sentenció, dejando claro que si aguantó el Congreso de Valencia, ahora no habrá quien le rechista. "No temáis que se me suba el cargo a la cabeza y menos en esta tercera edición. Podré cometer errores pero, después de todo lo que he pasado, no corro ningún peligro de envanecimiento", se reafirmó.
Aunque "aún es posible dar más de lo he dado", Rajoy no disimula que está satisfecho. "Y aunque no lo digan, añado que me preocupa mucho seleccionar adecuadamente las prioridades. No por lo que presionen unos u otros, ni por lo que reclame la prensa, ni por el qué dirán", aseguró, recibiendo un aplauso especialmente cálido. "¡A mí no me afecta nada!", llegó a decir. Es la seguridad de quien está en su momento más dulce, pese a unas circunstancias especialmente delicadas. Ante los suyos, se comprometió a dar lo mejor de sí mismo.