Aznar: "Nosotros ganamos, ETA pierde. Sin confusión"
España, como motor de recuperación de una crisis que es un todo. Que también afecta a la lucha contra ETA. "Se llama patriotismo", proclamó Aznar.
José María Aznar suele parafrasear a Ronald Reagan para afirmar que los tiempos de bonanza no llegan hasta que "los socialistas dejan el Gobierno". Este sábado le costaba hacer mención a alguien en especial porque "mandáis tanto y sois tantos mandando que agotaría mi tiempo". Una fotografía radicalmente distinta a la de 1989, cuando se hacía con las riendas de un PP en tiempos fúnebres: hoy el azul popular copa el territorio nacional, y todas las encuestas apuntan a que Andalucía dejará de ser bastión socialista el veinticinco de marzo. Un poder inigualable en la historia del partido, pero en el momento más crítico para sus conciudadanos.
Se esperaba "una lección magistral" -en voz de Juan Ignacio Zoido-, y el presidente de honor no defraudó. Más al contrario, protagonizó uno de esos discursos que arengan como nada a las bases. Que consiguen arrancar un aplauso interminable. Sin medias tintas, Aznar llamó a "hacer patriotismo" para salir de la crisis. A remar todos en la misma dirección, con rumbo fijo. Y en un no menos importante mensaje interno, dio un espaldarazo sin otras posibles interpretaciones a Mariano Rajoy y a las políticas emprendidas en sus primeros cincuenta días de Gobierno.
Defensa al Gobierno de Rajoy
"Hoy, después de que los pactos anti-PP y los cordones sanitarios se hayan saldado con el resultado que está a la vista; hoy, después de todo esto, sería perfectamente legítimo hacer de este Congreso sólo un acto de celebración del éxito. Otros lo harían. Celebran incluso las derrotas", pero Aznar se acogió a las "circunstancias muy difíciles" por las que pasa el país para pedir sobriedad y, principalmente, para "que nos enfrentemos a ellas sin dudas ni retrasos".
Ése es el mandato, ésa es la misión, y, en palabras del líder de FAES, a Rajoy no le está temblando el pulso. "El mensaje indispensable que está saliendo de este congreso es muy claro: vamos a cumplir con nuestro compromiso. Tenemos la determinación de lo que España necesita. Vamos a cumplir nuestros compromisos porque creemos en la democracia", argumentó Aznar, en primera persona del plural. Dejando claro que él está con el presidente, que puede contar con su ayuda.
La herencia "del peor Gobierno de la democracia"
Los ataques, velados o directos, siempre tuvieron como protagonista al PSOE. A los que "antes decían que no teníamos programa y ahora dicen que es escandaloso que lo tengamos, y hasta una provocación que pretendamos cumplirlo".
Aznar se ciñó expresamente a la herencia recibida, aunque no necesitó mucho tiempo para dejar las cosas en su sitio: "Se ha hablado mucho de la herencia. Y es importante insistir en ella, explicarla bien, para que nuestros actos puedan ser comprendidos. Es un inmenso pasivo que pesa como una losa sobre nuestro país y, especialmente, sobre el Gobierno. Sobre el conjunto de la sociedad", aseveró un Aznar crecido, muy cómodo en el atril.
No quiso insistir, pero sí lanzar un último dardo envenenado para que "nadie venga ahora a reescribir una historia reciente". Aznar sentenció: "La verdadera historia que algunos quieren reescribir dice que la incompetencia no es una virtud. Que mentir sobre la crisis no es patriotismo. Que la negociación política con los terroristas no es un acierto estratégico para la paz. Que destruir la política exterior y primar las amistades peligrosas no es construir un nuevo orden mundial, sino dañar los intereses de España". El auditorio pareció entonces caerse con la ovación.
España, "un gran país"
Frente al pasado, esperanza y más esperanza. En el Gobierno, pero principalmente en el país. "Los españoles han decidido no rendirse ante la crisis. Han decidido poner a escribir una nueva página de nuestra historia. Una página que quieren que sea brillante". Y ello pese a los palos en las ruedas, porque "si España no fuera un gran país hace tiempo que formaría parte de la historia y nada más".
Una situación de depresión económica, sí, pero también institucional, contra sus símbolos, contra las bases de su cohesión social y también de su convivencia. "No conozco ningún otro país capaz de soportar todo eso a la vez. No lo conozco. Los españoles lo hemos hecho. España lo ha hecho", aseguró nuevamente engrandecido. Una "resistencia única" que ahora pasa por "regenerar nuestro Estado y ponerlo a la altura de una gran nación que pide instituciones y personas que la respeten y que la protejan, no que la agredan ni la abandonen".
Aznar machacó una y otra vez el mensaje, y lo elevó a categoría de biblia patria: "La salida de la crisis sólo tiene un camino, un camino de unidad nacional y de liderazgo decidido y verdaderamente integrador". Enfrente, "algunos que insisten en hacer real su profecía de un país de humo y sombras", pero ya dejó bien claro que "ese país, esa no nación, sólo existe en los deseos y proyectos de algunos, y desde luego no se llama España".
Lucha contra ETA y principios
Regeneración, y más regeneración. Un lavado de cara como nunca antes. Y, siempre, sin olvidar a las víctimas. Los españoles "han decidido perseverar hasta la derrota total e incondicional del terrorismo. Guardar y hacer guardar la memoria, la dignidad y la justicia que merecen las víctimas, y aplicar sobre los verdugos todo el peso de la ley".
Su firmeza en la lucha contra ETA supuso un alivio para esos sectores, muy influyentes, que vuelven a tener dudas sobre la senda tomada y sirvió para que, en el cónclave más importante del partido, volviera a quedar clara la opinión de muchos en el PP: que no puede existir negociación política. "Ése es el camino correcto hacia el destino correcto. No hay otro, y hay que andarlo con decisión", remató Aznar negando dicha posibilidad.
Para el expresidente, protagonista del milagro español de 1996, "un gran país y un buen gobierno forman una combinación capaz de producir cosas extraordinarias". Por eso, dijo, la suya "no es una esperanza gratuita sino llena de razones". No dudó en escenificarlo, por dos veces, dando un apretón de manos al nuevo jefe del Gobierno, con todo el partido observándoles. Nadie recuerda ya al que un día se denominó sector crítico. Aquí hay "un partido que vertebra y hay un Gobierno decidido", se encargó de remachar Aznar.
Sus últimos minutos en el atril los utilizó para ensalzar los principios y valores, y ligarlos a la figura de Manuel Fraga. Convicciones "firmes y profundas arraigadas con España", valores "fiables" que hacen al PP "reconocible"; valores "que nos han guiado en los buenos tiempos y en los tiempos menos buenos. Que han dado solidez y continuidad a nuestro proyecto".
Y utilizando los valores como gancho, volvió a dar una última estocada, la final, en materia antiterrorista: "Por ellos, y por todos, es el momento de repetir a los terroristas un mensaje muy sencillo. Nosotros ganamos, ellos pierden. Sin un ápice de confusión".
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