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Rajoy premia a Trillo con la embajada en EEUU ante el malestar de Margallo

El ministro Margallo dijo que no habría 'embajadores políticos' y hoy se ha encontrado con el nombramiento de Trillo, decisión de Rajoy.

El ministro Margallo dijo que no habría 'embajadores políticos' y hoy se ha encontrado con el nombramiento de Trillo, decisión de Rajoy.

El poder de Federico Trillo fue inmenso en la última etapa en la oposición. Su capacidad de interlocución, de negociación, le convirtió en imprescindible para Mariano Rajoy, que ahora le premia con la embajada más golosa de todas -la de Washington- en sustitución del diplomático Jorge Dezcallar. Su misión nada más aterrizar será hacer la cama para el primer encuentro del presidente con Barak Obama, previsto para marzo en el marco de la cumbre de la OTAN, que se celebrará en Chicago.

La decisión del jefe del Gobierno viene a contradecir la línea de acción de José Manuel García Margallo, que anunció el fin de los embajadores políticos. De hecho, en la de Washington la tradición era elegir diplomáticos, contando sólo con dos excepciones; las de José Lladó Fernández Urrutia –primer representante español en la capital estadounidense- y Julián Santamaría Ossorio -elegido por Felipe González en 1987-.

Fuentes del ministerio de Exteriores consultadas por este diario recuerdan que el ministro incluyó una excepción: “Salvo circunstancias excepcionales”, y a ello se habría acogido Rajoy para decantarse por Trillo. De hecho, el fallo corresponde en exclusiva al presidente, lo que ha provocado las primeras rencillas. El propio Margallo pone en cuarentena el nombramiento, pese a que, en principio, es irreversible.

Trillo, clave para el Partido Popular

En los últimos años, Trillo fue el responsable de Justicia del Partido Popular, y con este cargo en el bolsillo lo abarcó prácticamente todo. Basta leer alguna de sus ponencias en esta materia para darse cuenta de que el proyecto anunciado por el hoy ministro del ramo, Alberto Ruiz-Gallardón, es un calco de sus postulados: renovación del Tribunal Constitucional o del Consejo General del Poder Judicial, agilización de los trámites… Pero, sobre todo, fue clave por su papel en la lucha contra ETA.

Rajoy lo convirtió en su hombre de confianza para hablar de tú a tú con el entonces titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Con la orden expresa de salvar a toda costa el pacto antiterrorista, lo de Trillo fue un juego de equilibrios para mantener el discurso de firmeza del PP a la par que conseguía un diálogo fluido -e, incluso, positivo- con el Gobierno socialista.

Todos en Génova derivaban en él para abordar con profundidad -más allá de las consignas, vía idearios- cómo se encontraba el tema ETA, pero éste logró algo de lo que estaba especialmente satisfecho el presidente: escabullirse y mantenerse en segundo plano. También tuvo enemigos de puertas para adentro, principalmente aquellos que veían a las claras que el Ejecutivo no jugaba limpio y cerraba los ojos ante una negociación soterrada con la banda que derivó en la presencia de Batasuna en las instituciones.

Le dijo a Camps que tenía que tirar la toalla

Sea como fuere, el diputado siempre estuvo en las quinielas de ministrables, y de ahí que, cuando no sonó su nombre, la inmensa mayoría en el partido no dudó en que Rajoy le tendría algo reservado. Entre otras cosas, porque Trillo también jugó un papel fundamental en la gran crisis interna de la formación en la última legislatura: el caso Gürtel. Número uno de las listas electorales por Alicante, fue él el verdadero enviado de Génova a tratar con Francisco Camps; quien le pidió que se declarara culpable o que tirara la toalla, cuando ya había revalidado en las urnas una amplia mayoría absoluta.

Peso interno casi sin igual y una carrera política de vértigo: como ministro de Defensa le tocó gestionar el dramático accidente del Yak-42, si bien también fue presidente del Congreso. En clave interna, arrancó en Alianza Popular para después participar en los principales órganos de decisión del PP; es miembro de la Ejecutiva Nacional desde 1986.

La llamada final se producía a principios de enero, según adelantó Europa Press. Rajoy le pidió hacerse cargo de la embajada, y Trillo no lo dudó. De hecho, nada más conocer la noticia, se puso como meta mejorar su inglés, que había dejado de utilizar por largo tiempo. Incluso se fue unos días a Londres para hacer un curso intensivo. Miembro del aparato, se prevé que a la capital estadounidense se lleva a parte de los suyos en Madrid.

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