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Zapatero y Rubalcaba, los teléfonos rojos del diálogo con ETA

El libro firmado por Eguiguren y un periodista de El País reconoce que Zapatero y Rubalcaba seguían de cerca la negociación.

El Gobierno y el PSOE negaban, negaban y negaban y sus emisarios dialogaban, dialogaban y dialogaban. Fue la constante de la primera legislatura con respecto a la negociación política con ETA. Los representantes socialistas intentaban zafarse de la presión mediática con eficaces eufemismos. Negaban negociaciones pero con la boca pequeña admitían diálogo, sin que nadie supiese precisar adecuadamente la diferencia exacta entre uno y otro concepto.

Además, se escudaban en que nadie del Gobierno establecía los contactos con la banda terrorista. Esto último era cierto siempre que se aceptase que Jesús Eguiguren, el presidente de los socialistas vascos, actuaba a título particular. Pero incluso en esa hipótesis, cuando José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba dieron luz verde a la línea abierta con Batasuna-ETA asumieron la responsabilidad de todo el proceso. Un proceso del que iban siendo informados, en ocasiones, minuto a minuto, tal y como se recoge en ETA las claves de la PAZ, el libro escrito por Eguiguren y el periodista de El País Luis R. Aizpeolea.

Estas Confesiones del negociador, que así se subtitula la obra, fueron vetadas en su día por Rubalcaba, tal y como desveló el columnista de El Mundo Santiago González. Aizpeolea, cronista político de El País, hubo de conformarse entonces –año 2007- con la publicación de un amplio reportaje titulado "Así fue el diálogo con ETA".

De la versión dada en su momento a la de ahora hay un cambio sustantivo, el que se refiere al momento en que la dirección nacional del PSOE, con Zapatero a la cabeza, fue informada de los contactos de Eguiguren con Arnaldo Otegi. Unos encuentros que se iniciaron en el año 2000 y que suponían una violación flagrante del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que los socialistas firmaron con el PP bajo el Gobierno de José María Aznar. Si en aquella pieza periodística se decía que Eguiguren y el líder del PSE, Patxi López, informaron a Zapatero antes de que éste llegara al poder, ahora se asegura que lo mantuvieron en secreto hasta el mismo día de las elecciones generales de 2004. Y que Eguiguren, ni corto ni perezoso, intentó contactar directamente con el jefe del Ejecutivo por el expeditivo modo de una llamada directa a La Moncloa, algo que él mismo atribuye a "la facilidad de los vascos para olvidarse de los protocolos".

Rubalcaba, el correo del Zar

"En la primera conversación que tuve con él, lo que me dejó realmente sorprendido fue que con cuatro cosas que le dije, lo entendió todo al instante. Lo que teníamos entre manos y el riesgo que corríamos. Nunca he conocido a nadie tan rápido de reflejos. Yo hubiera necesitado todo un día para entenderlo". Con este flechazo político se habría iniciado, pues, la relación de Eguiguren con Pérez Rubalcaba tras la victoria electoral del PSOE. Zapatero excluyó al veterano político de su primer Gobierno, pero le reservó un destacado papel como portavoz parlamentario en una legislatura donde sus dotes negociadoras habrían de jugar un papel decisivo en los dos melones abiertos por el nuevo Ejecutivo: el impulso a la reforma del Estatuto de Cataluña y la negociación con ETA.

Mucho se habló de la carta que habría remitido ETA a la Moncloa nada más instalarse en 2004 el nuevo inquilino. Un episodio sobre el que Eguiguren reivindica su protagonismo. Y lo hace calificando de leyenda esta versión de unos hechos que él mismo relata así: "La carta la envió ETA en el verano de 2004 porque nosotros ya habíamos establecido la manera de hacerlo. Me habían avisado, estando de vacaciones en Badajoz, de que el cartero 'llamaba'. Hice en coche los ochocientos kilómetros que me separaban de Euskal Herria [sic], recogí la carta y se la entregué a Alfredo Pérez Rubalcaba, en Santander, para que a su vez se la entregara en La Moncloa". El triángulo Zapatero-Rubalcaba-Eguiguren tuvo desde entonces una fluida y permanente comunicación que excluía, incluso, a la entonces número dos y portavoz del Ejecutivo, María Teresa Fernández de la Vega, quien tantas veces tuvo que dar explicaciones públicas sobre el proceso en marcha y quien, no en vano, sería sustituida con el tiempo por el propio Rubalcaba. Según Eguiguren: "Estas cuestiones no se abordaban ni en el Consejo de Ministros ni siquiera en las reuniones de estrategia de los lunes a las que Zapatero convocaba al núcleo duro de su Gobierno y del PSOE."

Era al entonces portavoz parlamentario socialista a quien Eguiguren reportaba directamente sus encuentros con Josu Ternera. Uno de ellos, celebrado el 2 de noviembre de 2005, coincidía con el debate en el Congreso sobre el Estatuto de Cataluña que había llegado a las Cortes tras su aprobación en el Parlamento catalán, y en el que Rubalcaba defendía la postura de su grupo. Por ello el móvil del portavoz socialista registró durante aquella tarde varias llamadas perdidas del presidente de los socialistas vascos. Cuando se las devolvió pudo cercionarse de cómo marchaban unas negociaciones en las que el emisario del Ejecutivo se comprometía ante el terrorista Ternera a una "disminución palpable de la presencia policial" a "no realizar detenciones por parte de la Guardia Civil y la Policía Nacional así como por la Ertzaintza y las Fuerzas de Seguridad francesas, salvo que se cometan acciones delictivas" o a "aceptar de facto que las organizaciones de la izquierda abertzale puedan desarrollar una vida política en igualdad de condiciones al resto de fuerzas políticas y sociales y sin limitaciones de derechos civiles y políticos". Unos acuerdos en los que se empleaba el término "accidentes" para referirse a los atentados etarras o a las acciones policiales en contra de los integrantes de la banda.

La línea directa y continua entre Eguiguren y Rubalcaba desembocaba de manera natural en Zapatero. De ahí que el presidente del Gobierno, en una rueda de prensa extraordinaria tras el Consejo de Ministros del 10 de febrero de 2006, dijese que "por la información de la que dispongo, el principio del fin de ETA está cerca". Faltaba poco más de un mes para la declaración de alto el fuego de tres encapuchados en nombre de la banda terrorista. Además, la condición de interlocutor privilegiado tenía que convertir al veterano político, tarde o temprano, en el ministro de Interior en sustitución de José Antonio Alonso. El relevo, que se produjo el 7 de abril, dos semanas después del alto el fuego, no cambió la relación privilegiada con Eguiguren, quien comenta: "Interpreté que con el cambio el presidente quería involucrarlo (a Rubalcaba) de manera absoluta en el proceso."

¿Quién hace patinar a Zapatero la víspera de la T-4?

Para la historia de las predicciones fallidas, o directamente ridículas, que un político haya pronunciado nunca queda la eufórica comparecencia de Zapatero el 29 de diciembre de 2006. Realizaba su tradicional rueda de prensa de balance tras el último Consejo de Ministros del año cuando, al abordar la materia antiterrorista, pronunciaba su famosa frase: "respecto a ETA, estamos mejor que hace un año y el año que viene estaremos aún mejor". Esa misma tarde dos terroristas de ETA colocaban en el aparcamiento de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas el explosivo que activarían a la mañana siguiente, acabando con la vida de Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, dos ciudadanos ecuatorianos que en esos momentos dormitaban en sus coches a la espera de la llegada de sus familiares. El diagnóstico del dúo Eguiguren-Aizpeolea no puede ser más claro: "Evidentemente, Rodríguez Zapatero demostró que no era consciente de la gravedad de la situación."

Dos semanas antes, entre el 11 y el 15 de diciembre, había tenido lugar en Oslo, de nuevo con el Centro Henry Dunant como anfitrión y con los servicios secretos noruegos encargados de la seguridad, la tercera ronda de conversaciones entre el Gobierno y ETA. La principal novedad era la ausencia de George, sobrenombre de Josu Ternera, algo que a Eguiguren le hizo presagiar un fracaso "porque él era quien conocía la hoja de ruta". Le sustituía Francisco Javier López Peña, Thierry, un etarra más joven que un año después sería detenido como jefe máximo de la banda. Con él almorzó mano a mano Eguiguren, que se sorprende de que no les reconociera el camarero valenciano que les sirvió la comida. Lo cierto es que nadie conocía entonces a Thierry y Eguiguren nunca ha sido un personaje demasiado conocido fuera del País Vasco.

Según la versión del presidente de los socialistas vascos, el jefe etarra le lanzó varias advertencias muy claras: "que podían atentar donde quisieran y como quisieran (...) que si se rompía el proceso esto iba a ser Vietnam (...) me confesó que responderían a las detenciones que había con un atentado en España. Esto fue dieciocho días antes del atentado de la T-4". Así se lo resumió Eguiguren a su mujer Rafaela Romero, actualmente portavoz del PSE en la Diputación de Gipúzcoa: "le dije que el proceso se iba a romper, que no había nada que hacer". Cabe preguntarse si idéntica visión pesimista se trasladó al Palacio de La Moncloa. Eguiguren respondió a la cuestión a mediados de 2009, a preguntas del periodista Imanol Murua Uria, tal y como se recoge en su libro El triángulo de Loiola: "Yo sabía que iban a atentar. Yo ya di la información que tenía que dar. Tengo testigos, a los que nunca he querido utilizar. Yo trasladé esto: 'Van a atentar en España'. Y me decían: '¡Imposible! Eso sería el final de la tregua'". Además, el presidente del PSE intentaba explicar así la actitud de Zapatero, endosándole parte de la culpa al Cuerpo Nacional de Policía: "Creo que alguien le transmitió una idea positiva en base a informaciones policiales."

La misma idea positiva que los actores internacionales le habrían transmitido al presidente del Gobierno para continuar "en secreto", como reconoce el libro, la negociación con ETA tras el atentado de la T-4. Una negociación que tuvo otros dos episodios. Primero un encuentro Gobierno-ETA en marzo de 2007 y otro Gobierno-ETA-Batasuna en Ginebra en mayo, en plena campaña de las elecciones municipales a las que pudieron concurrir buena parte de las listas de la franquicia etarra ANV. Sobre la mesa, de nuevo, la territorialidad. Es decir: Navarra.

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