Nunca ha afrontado en primera persona un proceso de elección interna y en los que ha manifestado sus preferencias su caballo siempre ha sido el perdedor. Le pasó con Joaquín Almunia cuando confrontó en unas primarias con Josep Borrell, con José Bono cuando se midió en el XXXV Congreso del PSOE a un casi desconocido José Luis Rodríguez Zapatero y con Trinidad Jiménez cuando el aparato de Ferraz, con él a la cabeza, quiso que fuese la candidata a la Comunidad de Madrid, algo que tropezó con la resistencia de Tomás Gómez. En mayo logró ser elegido candidato sin primarias y ahora aspira a la secretaria general donde, salvo sorpresa mayúscula, deberá batirse el cobre frente a uno o varios aspirantes más.
Desde su ascenso hace un año a la vicepresidencia del Gobierno, sin dejar el ministerio del Interior, quedó claro que contaba con el favor de Zapatero, quien hace medio año le presentaba como el velocista –modalidad que practicó en su juventud- capaz de remontar la debacle sufrida en las municipales y autonómicas. Para llegar ahí logró quitarse de encima, antes de empezar la carrera, a la que ahora se perfila como su principal rival para el Congreso socialista de febrero, Carme Chacón. La entonces ministra de Defensa renunció a dar la batalla en una dramática intervención en la sede de Ferraz, donde afirmó que se había asistido a una escalada “que pone en riesgo la unidad del Partido, la autoridad del presidente del Gobierno y Secretario General, nuestra imagen colectiva como partido e, incluso, la estabilidad del Gobierno.” Días después ni se miraban pese a estar sentados juntos en el Comité Federal que le designaba candidato. Su relación, pese a la pantomima de los “mimitos” de la reciente campaña, parece rota para siempre.
A partir de entonces apretó todo lo que pudo pese a saber que tenía los números en contra, como confirmó el 20 de noviembre el peor resultado del PSOE en su historia. El grupo PRISA, con el que tiene una innegable connivencia, elevó hasta límites insospechados la crítica a Zapatero en verano pasado y su exigencia de un urgente adelanto electoral con convocatoria de Congreso extraordinario incluida. Quería que hubiese comicios cuanto antes y llegar a la cita con las urnas, ya puesto, como líder de su formación. Lo segundo no fue posible y lo primero únicamente a medias, ya que si bien Zapatero adelantó los comicios los fijó para finales de año, más tarde de lo que editorialmente pedía El País.
Su dilatada trayectoria política parece más en la encrucijada que nunca. Ganar el cónclave de febrero y convertirse en líder de la Oposición o perder y quedarse en diputado raso. Pero conviene no olvidar que muchos le daban por amortizado cuando Zapatero, sin su apoyo, se hizo con las riendas del Partido. Tiempo después se convertía en uno de sus principales hombre de confianza.
Un candidato inédito en la confrontación interna
En mayo fue elegido tras retirarse Carme Chacón, que denunció una campaña para "desestabilizar" al PSOE
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