Ahí estamos. El problema es que no se trata de "renovar" y poner a unos en lugar de otros, sino de "reformar" o "cambiar" el sistema de elección y funcionamiento del TC, haciendo de este tribunal un órgano independiente y judicial, y no político como hasta ahora. Si se queda en la renovación de nombres, mal vamos, quedamos como estamos.
Esta "renovación" consistirá en la elección de los nuevos lacayos... (digo, letrados). En fin, lo de siempre. En realidad tiene razón Rajoy, es totalmente previsible.