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Nerviosismo entre los ministrables por el hermetismo total de Rajoy

Nadie se mueve en el cuartel general del PP, nadie susurra. El nerviosismo se extiende entre los previsibles elegidos ante el silencio de Rajoy.

Los ministros del Gobierno de Mariano Rajoy no acudirán a Zarzuela para jurar o prometer su cargo ante el Rey hasta el próximo veintidós de diciembre. Y hasta entonces -o, con suerte, en la víspera-, el aún presidente electo no tiene intención de deshojar la última margarita; la de desvelar quién conformará su gabinete.

Este hermetismo total, que afecta a los propios protagonistas, está influyendo en el estado de ánimo de los cuadros del partido, visiblemente nerviosos y muy esquivos con los medios de comunicación en esta semana de infarto. Mientras Rajoy se reúne a cual maratón en su despacho de la séptima de Génova13 a fin de atar sus cuatro grandes prioridades -Unión Europea, déficit público y reformas laboral y financiera-, en las plantas de abajo cunde el estrés, más aún entre quienes están llamados a ser algo, según las quinielas internas.

"Quién diría que hemos ganado las elecciones, y por mayoría absoluta", ironizaba el jueves un barón autonómico, viendo el tinglao interior y exterior. De puertas para adentro, silencio y mucho trabajo. Ya fuera, una nube de periodistas nunca antes vista, y que parecía comerse a los cargos del partido incluso a mitad del paso de peatones. Todas las salidas del cuartel general de los populares están controladas por un cámara o fotógrafo.

En el PP admiten, siempre entre bambalinas, parte de culpa en este caos, entre otras cosas porque los denominados portavoces autorizados se quedaron mudos una vez se contabilizó el último voto. Nadie sabe nada, o eso dicen, y de ahí que cuando Javier Arenas y María Dolores de Cospedal franqueaban la sala de prensa para informar sobre la cumbre de barones, muchos periodistas todavía no habían sido informados, las cadenas de televisión habían tomado la zona para hacer sus directos y algunos ya andaban con el bocata. "Una chapuza, casi no se escuchaba" a la secretaria general.

La agenda de previsiones también confirma este vacío. La orden es "no acudir a los medios de comunicación", salvo los elegidos. Y ni incluso entonces las cosas salen bien, poniendo como ejemplo a Juan Manuel Moreno, que abrió la caja de los truenos sin quererlo y, aún peor, cogiendo como guión algo tan sagrado como a priori es un compromiso expreso de Rajoy en campaña.

Este viernes, sólo una entrevista en televisión (de Antonio López Istúriz), una comparecencia (de Ana Pastor) y unas declaraciones en pasillos (de Soraya Sáenz de Santamaría). El resto, trabajo de despacho, como el del propio Rajoy con el viceprimer ministro británico y líder del Partido Liberal Demócrata, Nick Clegg.

El entorno de Rajoy justifica este ambiente en que "estamos a lo importante", que no es otra cosa que "salvar al país de la quema". El mensaje cala entre los suyos, pero no quita las dudas sobre el futuro más próximo. Casi volando entraron en Génova la citada Pastor o Miguel Arias Cañete -ambos, en los puestos de salida- al verse rodeados por el impresionante despliegue mediático. La mayoría últimamente apuesta por el coche, como hizo Cristóbal Montoro al ver el percal.

"Lo que toca ahora es estar callados, no ir a la televisiones ni tertulias. En un mes estará todo el pescado vendido", reflexionaba un cargo del PP, que desvelaba que poco ha cambiado la bolsa de ministrables; el qué hay de lo mío es mucho más amplio en cuanto se abren los brazos y ya caben secretarios de estado, jefes de gabinete y un largo etcétera.

Las fuentes consultadas vuelven a mirar al balcón de Génova la noche electoral para observar a los que más probabilidades tienen de entrar, mientras que para la cartera de Economía siguen los mismos: Luis de Guindos, Josep Piqué, González Páramo... En una conversación informal, el gurú del partido, Pedro Arriola, negó tajante que Rodrigo Rato lo vaya a ser, pese al importante respaldo que tiene en el PP.

Otro de los denominados fijos, Alberto Ruiz Gallardón, es también protagonista, aunque por bromas de los sectores menos afines: "Rajoy le haría bien la puñeta nombrándole portavoz del Grupo Popular", afirmó un dirigente popular, que no obstante defendió sus capacidades de oratoria.

"¡Yo puedo hablar porque como no voy a ser ministra!", dijo, en tono distendido, Luisa Fernánda Rudi en el almuerzo que mantuvo con su Rajoy y sus homólogos. Tal vez fuera el momento más relajado de toda la semana. El jefe recogió con buen pie el comentario: "Y yo bien que lo siento". Preguntado José Antonio Monago sobre si habrá ministro extremeño, se encogió de hombros: "Ni idea", y lo cierto es que otra percepción cada vez más generalizada es que los cupos autonómicos no van a ser una prioridad para el futuro presidente.

Rajoy, más celoso que nunca de sus tiempos, de sus decisiones, de su intimidad, no quiere que nadie tenga un protagonismo llamativo. Y lo ha conseguido; no es que nadie le tosa, es que ya apenas nadie susurra. Tampoco nadie que no sea él aparece en las fotos, como ocurrió cuando se reunió con los agentes sociales. "Hay que esperar", al menos, "hasta que los elegidos sean llamados, y esa alegría es difícil de guardar para uno mismo".

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